Mini alcanza su madurez en plena forma
Afirmar que un Mini ha de ser un coche pequeño ha sido desde siempre, más que una deducción, un axioma. De hecho, incluso bajo la tutela de BMW la raison d’etre de esta marca ha sido destacar en el océano de la automoción convencional ofreciendo alternativas de tamaño reducido y con mucho encanto.
El problema es que el encanto por sí solo puede resultar insuficiente en según qué circunstancias. Y no es que fabricar coches con personalidad sea algo negativo; al contrario. Lo que sucede es que hay que venderlos, y cuantos más mejor. En este sentido, el principal riesgo para Mini estaba en el discurrir del tiempo: los propietarios de sus vehículos van ganando edad, forman familias y sus necesidades de espacio aumentan en consecuencia. Lástima que los automóviles estén hechos de metal, plástico y vidrio, y no sepan adaptarse a las vidas de sus dueños...
Así pues, cuando un entusiasta la marca se veía en la necesidad de cambiarse a un coche familiar, hasta ahora sólo tenía tres opciones: elegir un Mini de 5 puertas (todavía muy pequeño), un Contryman (no mucho mayor, y poco fiel al estilo Mini), o tal vez al anterior Clubman (poco práctico y más bien extraño). Pero siempre quedaba una cuarta posibilidad: marcharse a los brazos de la competencia. Y para Mini, eso sí que carece de encanto.
La evolución de su propia clientela comenzaba a poner en peligro los planes de futuro de la marca, cuyo crecimiento ya no podía basarse únicamente en el éxito permanente del Mini Hatch o en el lanzamiento de modelos de nicho como el Paceman o el difunto Coupé. Para garantizar la viabilidad de la compañía, se estaba haciendo necesario ampliar su gama de automóviles. Y hacia arriba.
Un Clubman más convencional y más voluminoso
Lo mejor de pertenecer a un gran grupo como BMW es que siempre tendremos una buena plataforma a la que recurrir cuando las cosas se complican. En este caso, la plataforma modular UKL2. Derivada de la UKL1 del Mini Hatch pero con las adaptaciones necesarias para su uso en automóviles de tamaño compacto y medio como los BMW X1 y Serie 2 Active Tourer, se convierte ahora en la base del nuevo Mini Clubman. Podemos clasificarlo por lo
El Clubman aterriza en el segmento C premium para ofrecer una alternativa al estilo Mini.
tanto como un compacto del segmento C, que aterriza en el mercado premium para ofrecer una alternativa al estilo Mini frente a los habituales Mercedes-Benz Clase A y Audi A3 Sportback, BMW Serie 1 y Volvo V40. Un póker de ases que pronto recibirá la compañía del Infiniti Q30.
En esta nueva generación, el Clubman deja atrás su curiosa configuración de dos puertas a la derecha y una a la izquierda; optando por contar con cuatro puertas laterales para convertirse en un coche más práctico y, hasta cierto punto, más convencional. A primera vista, y desde según qué ángulos puede parecerse al : la diferencia a su favor es de nada menos que 27 cm de longitud y 7 cm de anchura, con 10 cm más de distancia entre ejes.
... Pero hey, "Yo soy así, y así seguiré, nunca cambiaré"
Los diseñadores de la casa británica se han esforzado por preservar la esencia de la marca, trasladando al mismo tiempo una de las señas de identidad del Clubman: su sistema de doble puerta para acceder al maletero, que aporta a este vehículo un toque de elegancia, originalidad y nostalgia. Lo que no significa que sea una solución muy práctica, precisamente.
Si queremos acceder a la totalidad del espacio de carga, debemos abrir primero la hoja derecha, y luego la izquierda; y al contrario, cuando toca cerrar las puertas. Sin duda es más fácil abrirlas usando el mando a distancia, pero se repite el problema: hay que pulsar una vez para cada una de las hojas, y esperar a que la primera esté abierta para poder abrir la segunda. Está disponible como opción la apertura sin manos, pasando el pie bajo el paragolpes; aunque tampoco es la mejor solución, ya que en el primer intento sólo abriremos una hoja, y tocará acercarse de nuevo, pasar el pie, alejarse y esperar a que se abra la segunda. Por no hablar de que tendremos que dejar espacio extra con el coche aparcado detrás o con la pared, a riesgo de golpear con las puertas. Y ya que estamos, un inconveniente extra: el de la visibilidad hacia atrás, gracias al pilar creado entre las dos lunetas posteriores.
Pero ánimo: la lista de inconvenientes destacables ya ha terminado. Y si para vosotros lo del doble portón no es un problema, nada más lo será.
Pese a contar con carrocería de apariencia . Cuenta con una boca de carga de formas rectangulares y con una capacidad bastante decente: 360 litros, los mismos de un BMW Serie 1, por ejemplo. Podemos aumentar levemente el espacio de carga si reducimos la inclinación de los respaldos de la segunda fila, siempre que estemos dispuestos a ignorar las protestas de vuestros pasajeros. Si abatimos los asientos posteriores, divididos en secciones 40:20:40 (aunque de manera opcional, ya que de serie es 40:60), contaremos con 1.250 litros sobre un plano de carga que, sin ser perfectamente plano, es muy aprovechable.
Bajo el piso del maletero se nos ofrece un doble fondo bastante espacioso ya que el uso de neumáticos antipinchazos ‘runflat’ permite prescindir de la rueda de repuesto. La bandeja inferior es modular, con lo que podemos situarla en posición inclinada o bien plegarla en vertical para sacar el máximo partido del espacio disponible. También contamos con dos espacios laterales con redes, además de diferentes ganchos y gomas elásticas para sujetar la carga. Por cierto: el cubremaletero es retráctil, tal vez para recalcar su carácter de vehículo familiar.
Habitáculo confortable, silencioso y bien rematado
Si la capacidad de carga es la mayor que hemos visto en un Mini, lo mismo puede decirse de la habitabilidad de la segunda fila de asientos. Las puertas permiten acceder al habitáculo sin mucha dificultad (aunque debemos tener cuidado con la cabeza), hay anchura y altura suficientes para acomodar a dos personas adultas, y casi sobra espacio para las piernas. Hubiese sido mucho pedir una plaza central utilizable; pero no lo será salvo en caso de emergencia, ya que el asiento es incómodo y muy alto (puede que demos con la cabeza en el techo), el respaldo es duro y además el túnel de transmisión molesta bastante. Pero en definitiva la habitabilidad trasera está en la media del segmento compacto.
Pasemos ahora al puesto de conducción, que presenta un entorno muy familiar para cualquiera que haya conducido un Mini. El salpicadero, por ejemplo, sigue la habitual línea de diseño de la marca, calcando la instrumentación del Mini Hatch. Aunque se pierde la guantera superior, contamos con diferentes huecos bajo el reposabrazos y en la consola central, más una guantera de buen tamaño y unas contrapuertas bien aprovechadas.
Si el interior del vehículo es típicamente Mini, en cierto sentido también es . Se nota para bien la mano de la compañía matriz, que ha reaprovechado muchas de sus tecnologías vistiéndolas para la ocasión a la moda británica. Por ejemplo, el habitual navegador sobre el salpicadero de los BMW pasa al espacio circular central manteniendo la misma pantalla. Y lo mismo sucede con los mandos de control de la consola central, que sólo cambian por la forma de los botones. Junto a ellos, a propósito, encontraremos el mando del freno de estacionamiento eléctrico, que viene de serie.
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La postura de conducción es bastante confortable en general, y se beneficia tanto de las posibilidades de regulación del volante como de unos asientos realmente cómodos. El caso es que la anchura ganada frente a un Mini Hatch no se traduce en la misma medida en el interior. Sí, hay más espacio que en aquel, pero aun así no es difícil golpear con el codo izquierdo sobre la moldura interior de la puerta al girar el volante. La visibilidad es buena en general salvo, como dije, al mirar por el retrovisor interior.
No quiero dejar pasar que el habitáculo de Mini Clubman ha dado un salto de calidad que lo convierte en el modelo mejor acabado de toda la gama; como también me ha sorprendido su estupendo islamiento acústico, exigible en realidad a todo automóvil que quiera ser considerado como premium.
Un diésel automático efectivo aunque algo bebedor (de gasoil)
Vamos ahora con el apartado mecánico. La unidad de pruebas que estamos analizando es un Cooper D, opción intermedia en la gama diésel y que será probablemente la más vendida con el nuevo Clubman. Su motor es un 2.0 TwinPower Turbo de 150 CV, asociada de serie a un cambio manual de 6 marchas pero que en nuestro caso se acompaña del cambio automático Steptronic de 8 velocidades. Se trata de la misma caja de tipo convertidor de par que ya hemos probado en otros automóviles BMW, pero que hace su primera aparición en un Mini.
Esta combinación de motor y transmisión me ha parecido muy acertada para un coche de las dimensiones del Clubman. El propulsor diésel muestra ante todo un empuje suave y lineal, con potencia de sobra aunque tampoco tanta como para activar nuestras glándulas lacrimales. Responde muy bien desde bajo régimen, y además la caja automática se encarga de llevarlo a la zona media (la "buena" de este diésel) siempre que exigimos la mayor respuesta, con la ventaja de encadenar relaciones con mucha rapidez. Cuando elijamos una conducción suave, las relaciones más altas son lo bastante largas como para llevar el motor desahogado. Asimismo está disponible un selector de modos de conducción que afecta a la respuesta del volante, el acelerador y el cambio. Además de los habituales Mid (normal) y Sport, contamos con el ajuste Green; este modo, conocido como en otros automóviles Eco, desconecta automáticamente la transmisión cuando rodamos a velocidad constante en terreno llano, ahorrando combustible mientras el coche circula “a vela”.
La caja automática Steptronic de 8 velocidades es para mí, sin duda, una de las mejores del mercado por suavidad y rapidez. Lástima que no dispongamos de unas levas tras el volante; lo que en realidad tampoco es un problema ya que ocho relaciones se hacen demasiadas para manejarlas en modo manual.
Si el conjunto de motor y el cambio me han convencido, no puedo decir lo mismo del consumo de combustible. Según la ficha técnica, la cifra homologada es de 4,4 litros de gasoil por cada 100 km recorridos. Pues bien: el promedio marcado al final de la prueba fue de 6,4 litros. Estos dos litros de más se hacen notar en un diésel, por mucho el cambio automático tenga su parte de responsabilidad. Os aseguro que lo he conducido como todos los automóviles que probamos en coches.net, combinando ciudad, carretera y autopista; sin buscar el mínimo consumo pero con total normalidad. Por si os sirve de consuelo, viajando por autopista a velocidad legal no superaréis los 5,5 litros.
¿El Mini más aburrido? No os creáis
Se supone que cualquier Mini que se precie ha de ser un coche ágil y amante de las curvas. El caso del Clubman es un poco distinto, ya que ha sido diseñado para cumplir en situaciones muy variadas, tanto en los trayectos diarios para ir al trabajo y dejar a los niños en el colegio, como para excursiones de fin de semana e incluso de mayor duración. En consecuencia, el Clubman ha de ser algo más “civilizado” y menos radical que el MINI estándar. A esto contribuyen tanto su mayor distancia entre ejes como el empleo de unas suspensiones de carácter más confortable, que a cambio de reducir sus ambiciones deportivas nos regala una calidad de rodadura superior. Y por lo tanto, resulta ideal para viajar. Cómodo, aplomado, suave y silencioso, el Clubman devora kilómetros como ningún coche de la marca lo hizo antes.
De todas maneras, no penséis que el nuevo Clubman es un Mini descafeinado, ya que en realidad conserva buena parte del ; informa muy bien sobre cómo y dónde pisa el eje delantero, y se encarga de guiarlo exactamente por donde le indicamos.
Además, aunque la suspensión no es especialmente rígida, cuenta con suficiente firmeza como para garantizar la agilidad del conjunto a velocidades medias y altas. Encadenando curvas en carreteras de montaña, el coche parece ir sobre raíles. A esto contribuyen tanto el eje trasero multibrazo como el sistema EDLC, emulador de bloqueo de diferencial que se encarga de frenar las ruedas interiores a la curva para controlar la trazada. A la salida de los giros más cerrados sí se echa en falta la presencia de un diferencial autoblocante que limite la pérdida de tracción; como también se agradecería un equipo de frenada más potente y sin tendencia a la fatiga. Pero al fin y al cabo, tampoco estamos conduciendo un auténtico deportivo.
Barato no es que sea, pero viene bien equipado
Demos un repaso al equipamiento de serie. El nuevo modelo compacto nos ofrece sin coste faros full-LED, llantas de aleación de 16”, volante de cuero, climatizador bi-zona, arranque sin llave, sensores de lluvia y luces, freno de estacionamiento eléctrico, asistente de subida en rampas, asistente de frenada, indicador de presión de neumáticos, luces de freno dinámicas, retrovisores calefactables, llamada de emergencia y equipo de audio con pantalla de 6,5" y conexiones USB, aux y Bluetooth. Con todo esto más el motor diésel de 150 CV y la caja automática, el Mini Cooper D Clubman tiene un precio base de 30.350 euros.
El resto del equipamiento de nuestro coche de pruebas es opcional; y francamente, costoso. Este Cooper D añade el paquete Chili, que por 3.800 euros trae llantas de 18”, unos fantásticos asientos de cuero con regulación eléctrica, el pack de iluminación interior y el selector de modos de conducción. Otros 1.750 euros van a parar al paquete Wired, que trae el sistema de navegación con pantalla de 8,8”, mando de control táctil y acceso a las aplicaciones MINI Connected.
No creáis que la lista de extras todavía había terminado. Aún hay más: pintura metalizada (600 €), techo y retrovisores en color plateado (150 €), pack de iluminación interior (350 €), retrovisor interior antideslumbrante (150 €), retrovisores exteriores plegables antideslumbrantes (400 €), pack de visibilidad (160 €), faros LED con contenido ampliado (139 €), asientos delanteros calefactados (300 €), sistema de altavoces Harman-Kardon (800 €), techo de cristal panorámico (1.000 €), cámara de marcha atrás (350 €), head-up display (550 €), control de crucero activo y asistente de aparcamiento (800 €) y sensores de proximidad (800 €). Al final, la factura definitiva de esta unidad en concreto se dispara hasta los 42.449 euros, pero hay que admitir que trae la inmensa mayoría de opciones de equipamiento.
Ya no hay por qué decir adiós al Mini entre sollozos
Si habéis llegado hasta aquí, tendréis claro que el nuevo Clubman es el Mini más grande, habitable y versátil jamás construido; pero también el más lujoso y confortable, aunque a cambio deba prescindir de una pizca de dinamismo. Por sus dimensiones, proporciones y cualidades, el Clubman se postula como una alternativa original y divertida frente a la relativa seriedad del resto de compactos premium; lo que significa que a partir de ahora es posible disfrutar de un coche práctico (con sus defectos) sin renunciar al estilo particular y el placer de conducción de un Mini. Siempre que estemos dispuestos a pagar lo que nos pide.
42.000 lereles me parece excesivo. BMW tiene una política de precios caros que se convierten en carísimos si empiezas con los paquetes. Resulta que la competencia los ofrece de tarifa en su gama alta y se deja de poner tantos extras. Lo dicho, con ese precio tienes para algún que otro Mercedes mejor que este.