Mitsubishi Outlander 220 DI-D Kaiteki Automático

Hace poco, Narcís Reixach probó la versión manual con acabado Motion del nuevo Mitsubishi Outlander y en su prueba nos contaba las novedades que esta nueva generación del modelo introducía. Esta vez, probaremos la versión Kaiteki con cambio automático, la tope de gama.

Resumiré por tanto las generalidades del coche y me centraré más en cómo afecta el cambio automático al funcionamiento general del Outlander y en analizar si la opción automática es interesante o no en relación al cambio manual.

El Outlander es un SUV de tamaño medio (4,65 metros de largo) con 7 plazas en tres filas de asientos que, respecto a la generación anterior, que sirvió de base para sus dos primos franceses, el Citroën C-Crosser y el Peugeot 4007, hoy descatalogados, gana en amplitud interior, en practicidad de la tercera fila, en equipamiento y en consumo y pierde, a mi entender, en estética, en potencia del motor y en calidad percibida.

Este último aspecto, el de la calidad percibida, hay que explicarlo. No quiero decir que el Outlander sea un coche pobre de materiales o mal rematado interiormente. En absoluto. Tanto la calidad de los plásticos como el ajuste de los mismos está al nivel de los de cualquier marca generalista europea o asiática.

El problema es que el diseño interior es muy soso y nadie se sorprendería si alguien nos dijera que es un diseño de hace cuatro o cinco años. Además, hay algunos mandos mal situados, como el que permite saltar de una pantalla a otra del ordenador de a bordo, situado a la izquierda del volante, junto al de desconexión del ESP.

La pantalla táctil de gran formato que preside la consola está bien situada pero el interface para ejecutar las órdenes es complicado y obliga a fijar la mirada en la pantalla a la hora de seleccionar algunas funciones ya que hay que ser muy precisos en los toques a realizar. Ello es justamente lo contrario de lo que debería caracterizar a un sistema de este tipo, pensado para facilitar la gestión de los equipamientos del coche apartando lo menos posible la mirada de la carretera.

Finalmente, hay algunos elementos, como el embellecedor de plástico con franjas diagonales situado frente al acompañante que no acaban de pegar en el interior de un SUV como este.

La instrumentación es sencilla pero muy clara y legible, el volante tiene ahora regulación en profundidad que se añade a la de altura (la anterior generación sólo tenía esta última) e incluye los mandos del control de crucero y el sistema Bluetooth con órdenes de voz, el climatizador está muy bien ubicado y la posición de conducción es dominante, como en la mayoría de SUV, con espacio suficiente tanto en anchura como en altura y una buena visibilidad.

La segunda fila tiene una banqueta de tres plazas, con la central menos cómoda y un desplazamiento longitudinal de 25 cm, realmente notable, que permite ajustar el espacio disponible para la tercera fila o para el maletero en caso de que no usemos esta última. Para acceder a la tercera fila, se abate parte de la segunda pero el hueco que queda para pasar es hábil sólo para niños o personas realmente ágiles.

Las plazas de la tercera fila son mucho mejores que en la anterior generación pero eso era muy fácil de conseguir ya que las del Outlander anterior eran nefastas. Éstas son más mullidas, más confortables, con un respaldo digno de ese nombre y con más espacio entre filas, en especial si se adelanta la central. El problema, como siempre en estos siete plazas, es que esta tercera fila está situada casi en el suelo del coche y, por tanto, sus ocupantes deben flexionar mucho las piernas para sentarse. Son, por tanto, plazas para una emergencia o para niños pero no para un uso habitual.

El maletero es amplio y tiene una capacidad de 519 litros a los que hay que restar los que ocupa el voluminoso altavoz del potente equipo de música Rockford Fosgate de 710 watios, de serie en esta versión. A cambio de una calidad acústica realmente buena, el altavoz ocupa parte del maletero y elimina la posibilidad de guardar bajo el piso del maletero el estor cubre-equipajes, que no sabremos donde meter cuando necesitemos utilizar las siete plazas.

Cabe señalar que el maletero es ampliable hasta los 1.681 litros. Con las filas segunda y tercera abatidas (la segunda elevando la banqueta y abatiendo el asiento) se consigue un piso de carga completamente plano, algo poco habitual en este tipo de coches y que facilita la carga y descarga y que lo que llevemos no se mueva tanto con el coche en marcha.

El principal problema es el sistema de abatido de las plazas centrales, realmente complicado. Para que queden planas, hay que elevar la banqueta y luego accionar un mando que queda escondido debajo. Desde luego, hay fórmulas mucho mejores para esta operación.

Para terminar, citemos que el equipamiento Kaiteki es completísimo y que no hay más opciones que la pintura metalizada. Entre otras cosas lleva siete airbags (se incluye el de rodilla para el conductor), ESP con asistente de arranque en pendientes, faros de xenón con luces diurnas LED y antinieblas, control de crucero activo con advertencia de colisión, cámara de visión trasera con sensores de aparcamiento, alerta de cambio involuntario de carril, acceso sin llave, climatizador, asientos delanteros calefactables, asiento del conductor eléctrico, cristales traseros sobretintados, faros y limpias automáticos, portón del maletero eléctrico, techo solar eléctrico, retrovisores abatibles eléctricamente, tapicería de cuero, guantera refrigerada, navegador con conexión Bluetooth, y USB, equipo de sonido premium y llantas de aleación de 18 pulgadas. Difícil pedirle nada más.

Todos los Outlander disponibles en nuestro mercado montan un nuevo motor diésel de 2,2 litros derivado del que utilizaba el Outlander anterior pero puesto al día y con un consumo reducido. La versión de tracción delantera Challenge lleva cambio manual pero con transmisión integral, puede elegirse entre el cambio manual o el automático, ambos de seis relaciones.

Precisamente la caja automática, además del equipamiento, diferencia a este Outlander del que ya probamos en su momento. Se trata de una caja convencional con convertidor de par de seis marchas y accionamiento secuencial mediante levas en el volante. La caja es suave y no muy rápida pero encaja perfectamente con el motor diésel de 150 CV, menos potente que el anterior (tenía 177) pero de funcionamiento más silencioso y refinado que aquél y, sobretodo, con un consumo inferior.

La marca ha homologado 5,8 litros de media para este Outlander automático. Como es habitual, si se utiliza el coche de manera habitual y sin obsesionarse con el consumo, es difícil, por no decir imposible, lograr esa cifra. Y más si viajamos en familia, con el coche cargado. En nuestra prueba obtuvimos un consumo medio superior (7,2 litros) que, de todas maneras, es brillante para un coche que supera la tonelada y media larga en vacío y que tiene cambio automático. El consumo, por tanto, es una de las virtudes de este Outlander.

La otra es la suavidad y la comodidad de uso. Es cierto que la caja no es rápida pero tampoco es una exigencia que deba hacerse a un SUV de tamaño medio y uso familiar. Éste es un coche para hacer kilómetros, no un GTi para meterse en curvas adrede, y, por tanto, el cambio, de funcionamiento suave y que interpreta bien las necesidades de retención en los descensos, está muy conseguido.

Otra cosa es que queramos ahorrarnos los 1.300 euros que vale (para ello habrá que optar por el acabado intermedio Motion, no tan completo), con lo que además, lograremos un consumo más contenido pero sin el agrado de uso del automático y la posibilidad de despreocuparnos del cambio en ciudad y en autopista. En realidad, en los coches que permiten el uso secuencial, éste sólo suele utilizarse en carreteras de montaña o en carreteras convencionales con tráfico y adelantamientos frecuentes ya que el resto del tiempo se va en automático.

Dinámicamente, este Outlander va francamente bien. Tiene menos inercias que otros coches de su segmento (es mucho más ágil, por ejemplo, que un Kia Sorento, un Chevrolet Captiva o un Hyundai Santa Fe) y, por tanto, es de los SUV de su segmento que más se parecen a un turismo convencional.

Ello es debido a que tiene una suspensión bastante firme -más que la de la generación anterior del coche, unos frenos potentes y una dirección eléctrica que, aunque resulta poco informativa, es muy precisa. Además, tiene un motor tranquilo y bonachón que en ningún momento consigue poner en apuros al chasis.

En pista, tiene un grado de confort aceptable mientras no se vaya muy rápido ya que, de lo contrario, en los baches fuertes rebota más de la cuenta, precisamente por esa suspensión dura. Pese a tratarse de un SUV de una marca especialista en el mundo de los 4x4, no es un franqueador y su uso debe limitarse a pistas y no aventurarse por ellas si están muy rotas.

Los ángulos de ataque y salida son mejores que los del anterior Outlander (22,5 ambos) pero no son de los mejores del segmento, ni mucho menos y no es un coche especialmente alto, por lo que en seguida toca en los bajos y corremos el riesgo de dañarlos. En nuestro habitual circuito de pruebas off-road, se mostró más o menos a la altura de un Santa Fe, con un sistema de tracción que tiene un rendimiento aceptable.

Para "trialear" un poquito, debe insertarse el modo de bloqueo central que reparte el par entre ambos ejes pero hay que tener en cuenta que cualquier situación de cruce de puentes puede dejar el coche parado ya que el par escapa por las ruedas que están en el aire. Por tanto, hay que atacar esas situaciones a base de inercia y de motor.

Sin ser un coche para grandes aventuras, se defiende en pista y es capaz de subir y bajar pequeñas lomas como cualquier otro SUV de su mismo tamaño y ofrecer un andar cómodo en pistas de tierra en buen estado por lo que el que necesite una cierta polivalencia y no sólo un coche para asfalto, puede optar por este Outlander.

El precio final de este Kaiteki es muy elevado como consecuencia del cambio automático y del completísimo equipamiento referido. La versión Motion cuesta 4.800 euros menos y ambas -de hecho toda la gama- cuenta con un descuento de la marca de 3.000 euros por lo que el precio que pagaríais ahora mismo por nuestra unidad, con pintura metalizada, sería de 38.885 euros.