Familiar, diésel, pero de enfoque deportivo
Hace 34 años que se lanzó al mercado la primera variante GTD del Volkswagen Golf. Fue exactamente en 1982 cuando la marca alemana nos sorprendió con una versión tipo GTI animada por una mecánica diésel de 70 CV idéntica, tanto en aspecto como en equipamiento, al Golf de gasolina más potente.
Ha llovido desde entonces y ahora, por primera vez desde que se estrenara el Golf GTD, contamos con una variante deportiva diésel y además con carrocería familiar Variant. Algo que ya ocurre en otras marcas del Grupo Volkswagen como en Skoda, con el Octavia Combi RS TDI, que abrió la veda a este nicho de mercado, o con el Seat León ST FR, ambos con mecánica de 2 litros y 184 CV de potencia. La misma que monta el Golf GTD Variant al que centramos esta prueba.
Como buen GTI que se precie, aunque en este caso con carrocería familiar y motor de gasóleo, el Golf GTD Variant quiere demostrar que la diversión al volante también puede aplicarse a este tipo de vehículos.
Perfectamente válido para el día a día
Empezaré por las cifras. Bajo el capó, como ya os he comentado, nos encontramos con una mecánica de 2.0 litros de cilindrada, turboalimentada, con una potencia de 184 CV y un par máximo contante de 380 Nm entre las 1.750 y las 3.250 rpm. Todo ello se puede asociar a una caja de cambios manual de 6 velocidades o a una automática de doble embrague DSG, también de seis relaciones, como la que monta la unidad que he probado.
En cuanto a las prestaciones, es capaz de acelerar de 0 a 100 km/h en 7,9 segundos -sea cual sea la transmisión elegida- y puede alcanzar los 231 km/h de velocidad punta (229 km/h con el DSG). Además, según su ficha técnica, homologa un consumo medio de tan sólo 4,4 l/100 km (4,8 l/100 km con DSG) y unas emisiones de CO2 de 115 g/km (125 g/km con DSG). Ya os aviso que es realmente difícil igualar esas cifras y lo más cerca que me he quedado de conseguirlo ha sido en un trayecto de autopista, circulando entre los 100 y los 120 km/h, donde el ordenador de a bordo llegó a marcar 5,4 l/100 km. En conjunto, a lo largo de una semana entera de pruebas, acabé con una media de 7,4 l/100 km, aunque buscando consumos se puede rodar en torno a los 6/100 km.
Con esto último no quiero que penséis que este GTD es un coche “gastón” y sin sentido. Al contrario. Si realizamos una conducción completamente normal nos moveremos en torno a los 6 litros de consumo, quizás menos. Una cifra más que respetable si vamos a usarlo como coche de diario, que precisamente ese debería ser su fin. El "problema" de este coche es que es difícil no tomarse los trayectos con un poco de “salero”. La respuesta del motor y la puesta a punto del chasis invitan a pisar un poquito más de lo normal.
¿Quién dijo que los diésel eran aburridos?
El enfoque “sport” de este GTD familiar queda patente al poco de emprender la marcha. Cuenta con suspensiones rebajadas 1,5 centímetros en comparación al modelo estándar y con un tarado un poco más firme, sin llegar a ser incómodas. También se añade una dirección progresiva recalibrada para la ocasión, más directa y con apenas 2 vueltas de volante de tope a tope (los Golf menos potentes requieren 2,75 giros de volante), que permite realizar giros más cerrados sin tener que soltar y volver a agarrar el volante para completar el viraje.
A diferencia de las versiones más potentes del Golf con motor de gasolina (Golf GTI, Golf GTI Clubsport, Golf R, etc…) que añaden un enfoque muy deportivo, con el GTD la cosa se queda un poco más contenida. A pesar de contar con unas cifras de potencia y par nada despreciables, la contundencia y la elasticidad de los motores TSI de las versiones deportivas del Golf dejan en evidencia el buen hacer de este TDI de dos litros.
La ventaja del GTD es que empuja más fuerte desde abajo, pero se acaba rápido. Ahí donde los gasolina se sienten mejor, de medio régimen para arriba, el diésel nos reclama subir una marcha para mantener las prestaciones. Es una forma distinta de conducir, totalmente válida, por supuesto, pero con menos sensaciones de deportividad.
Aún con eso, sobre un escenario bien revirado, me atrevería a vaticinar un empate técnico entre el motor de un Golf GTI y un GTD, ya que el diésel, con menos potencia, aprovecha mejor su par motor en las salidas de curvas lentas.
La carrocería Variant añade en torno a 70 kg de peso extra al conjunto respecto a la versión compacta. Le penaliza ligeramente en cuanto a las prestaciones puras pero no así sobre la dinámica de conducción. En contra de lo que podríamos pensar, esos kilitos de más le sientan muy bien porque le añaden un poco más peso al eje trasero que hacen que la zaga se perciba más asentada, a la vez que se reparte mejor el peso entre los dos ejes y se aumenta la estabilidad.
El Golf GTD Variant sorprende por un guiado preciso y un tacto de la dirección muy bien conseguido, aunque algo carente de información. Los frenos, por su parte, ofrecen buenas frenadas y una impresión de contundencia considerable. Sin embargo, el sistema XDS+, que frena las dos ruedas interiores de la curva para ganar tracción, tiende a fatigarlos más de la cuenta ante una conducción deportiva en puertos de montaña.
Es un coche que balancea poco en curva y resulta la mar de interesante para desfogarse de vez en cuando en nuestra carretera favorita, pero donde realmente se muestra muy efectivo es en vías rápidas. Al GTD le gustan los viajes y prueba de ello es que mantiene velocidades elevadas con suma facilidad, en marchas largas y con un gasto de combustible bastante contenido, aunque el coche esté cargado hasta las trancas con 4 o 5 ocupantes y todo su equipaje.
Con el Paquete deportivo GTD se añade, entre otros detalles, el selector de modos de conducción con cuatro estilos que varían la respuesta del motor sobre la incidencia del pie en el acelerador, la dureza de la dirección y la gestión del cambio automático. Los modos son: Eco, Normal, Sport y el Individual, que permite seleccionar a voluntad los diferentes parámetros. El tren de rodaje adaptativo DDC se puede adquirir como extra, algo que no llevaba esta unidad de pruebas.
De estética deportiva y versátil en su interior
La versión familiar del Golf no puede configurarse en formato GTI. De las versiones estándar de gasolina hay un salto directo hasta la Golf R Variant. Sin embargo, la variante GTD Variant incorpora todos los detalles estéticos de un Golf GTI en su carrocería. La única diferencia apreciable es la línea cromada que se incorpora a la calandra en vez de la típica roja de los modelos GTI.
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Así pues, el GTD Variant se viste con un frontal deportivo compuesto por el paragolpes específico, los faros antiniebla LED, los pequeños apéndices aerodinámicos negros de los costados y el entramado de la parrilla y la toma de aire inferior tipo panal de abeja. Además, monta faros bi-xenón de serie.
Completan la estampa de este modelo las llantas Curitiva de 17 pulgadas (las de nuestro GTD Variant son opcionales de 18 pulgadas), la doble salida de escape y el anagrama GTD tanto en el portón como en la parrilla frontal. Por su parte, el cliente tiene a su disposición un total de 9 tonalidades para la carrocería.
Cuando abres una de las dos puertas delanteras lo primero en que te fijas es, sin duda, en los asientos de corte deportivo de serie. Éstos están tapizados con la clásica tela a rombos GT tipo Clark tan mítica. He de confesar que me han gustado mucho si hablamos de confort, y más aún en cuanto a la sujeción lateral. Ambos asientos, el del conductor y el del acompañante, cuentan con regulación en altura y lumbar que permite encontrar la posición idónea fácilmente. A ello hay que sumarle un volante con buen ajuste en altura y profundidad.
No hay mucho que destacar del diseño interior pues es exactamente igual al de un Golf convencional. En mi opinión demasiado sobrio para tratarse de una versión deportiva. Tan sólo se hace referencia a la variante GTD en la base del volante que, a su vez, está achatada en su parte inferior.
El Variant GTD apuesta por una mezcla de tonos negros, grises, blancos y pequeños detalles cromados para vestir el habitáculo que, además, añade el techo de color negro típico de las versiones deportivas de la marca.
Las plazas traseras no están mal, no son las más espaciosas que recuerde pero yo, con 1,87 metros de altura, puedo sentarme atrás sin demasiados problemas. Los dos asientos laterales están bastante bien en cuanto a sujeción pero justamente este detalle hace que la plaza central sea un desastre. Esa parte de la banqueta está más elevada y se reduce la altura hasta el techo, el respaldo es incómodo porque ahí va plegado el reposabrazos central con porta-bebidas y, para rematarlo, el túnel de transmisión es de considerables dimensiones.
El plato fuerte viene cuando abrimos el portón trasero. Tenemos a nuestra disposición un maletero de 605 litros, con formas convincentes para distribuir la carga, un piso ajustable en varias posiciones, dos añadidos laterales para depositar pequeños objetos y una trampilla central para acceder al maletero desde los asientos traseros o para transportar unos esquís, por ejemplo. Los respaldos traseros pueden abatirse desde atrás con los tiradores laterales para conseguir una capacidad de carga total de 1.620 litros, que no está nada mal.
Si lo comparamos con sus dos rivales del Grupo, un Seat León ST ofrece desde 587 a 1.470 litros, mientras que un Skoda Octavia Combi hace lo propio con 610 litros y un tope de carga de 1.740.
Equipamiento y precio
Aunque esta versión viene mínimamente equipada, ya sabemos que en los modelos del Grupo Volkswagen es prácticamente una obligación tener que pasar por caja para acabar de completar el equipamiento a nuestro agrado.
El Golf GTD Variant que he probado añadía algunos extras como la pintura Gris Carbón Steel metalizada (525 euros), la red divisoria para el maletero (215 euros), la cámara de marcha atrás (260 euros), el Paquete Deportivo GTD con seguro antirrobo de las ruedas, selector de modos de conducción y las llantas de 18 pulgadas (650 euros), el regulador automático de la distancia ACC con Front Assist (350 euros), el sistema de navegación Discover Pro (1.910 euros) y el sistema Bluetooth Comfort (385 euros).
El precio base de este modelo es de 34.130 euros con cambio manual y de 36.170 euros si nos decantamos por la caja de cambios automática de doble embrague DSG (tiene un sobrecoste de 2.040 euros). Además, hay que sumar los 4.295 euros gastados en extras, de tal forma que el vehículo que he estado probando tiene un precio final de 40.465 euros.
A mí, personalmente, me parece un precio desmesurado. Aunque el coche me haya gustado mucho, que lo ha hecho, tanto por su dinámica de conducción, por su calidad, como por las posibilidades que ofrece ese maletero de generosas dimensiones, añadir un 4 delante de otras cuatro cifras más me parece mucho dinero para lo que realmente és.
Además un León ST acabado FR, con este mismo motor, cuesta 6.000 euros menos, y un Octavia Combi RS, también con el motor diésel de 184 CV, 3.000 euros menos que el Volkswagen, y con más maletero. Es para pensárselo… ¿o no?
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