Un líder competente debe potenciar el crecimiento de su empresa aprovechando las habilidades de los empleados. Podría decirse que su objetivo principal es obtener el máximo rendimiento para superar los retos asumidos. No obstante, no existe una fórmula mágica de liderazgo. Cada empresa es un mundo; de ahí que necesite una forma propia de inspiración. 

Un buen líder debe adaptarse a las necesidades de la organización, incluso antes de intentar usar las capacidades de sus trabajadores a su favor. Ejercer cierta influencia sobre quienes le rodean y crear un ambiente de trabajo positivo también es clave, así como fomentar la asunción de ideales compartidos. Aunque los beneficios de un liderazgo positivo son muchos, podríamos resumirlos en trabajadores motivados, mayor competitividad y una productividad de oro. 

Un liderazgo negativo, en cambio, generará un entorno nocivo que dificultará la obtención de los objetivos y conllevará a un deterioro paulatino de la imagen corporativa. 

La importancia del liderazgo en el mundo actual

Un líder debe tener ciertos dones para poder hacer su trabajo. Esta es la fórmula perfecta para motivar, organizar y guiar a los trabajadores al logro de uno o varios fines, desbancando en el camino a sus competidores.

Para cumplir con su misión efectivamente, resulta imperativo conocer los diferentes tipos de liderazgo. Solo así podrá escoger el que más se ajuste a su caso particular. Ahora bien, dependiendo de la organización, se pueden sumar más líderes al equipo, cada uno con distintos enfoques y habilidades.

Esto permitirá tener empleados capaces de adaptarse a todo tipo de circunstancias, obteniendo, a la larga, resultados positivos, estabilidad y buen manejo de la crisis. 

¿Qué tipos de liderazgo encontramos en el mercado?

liderazgo

En la actualidad, hay varios estilos vigentes de liderazgo. Si una empresa realmente quiere resaltar de su competencia, alcanzar sus metas y mantenerse con un pie en el futuro, bastará con encontrar el que se adapte a su filosofía y situación financiera:

  • Liderazgo autocrático. Una figura todopoderosa. En este caso, un único directivo traza los objetivos y la forma de alcanzarlos sin tomar en cuenta las opiniones de los demás. En un liderazgo autocrático, la comunicación va hacia una sola dirección. Esto podría influir negativamente en el ánimo de los trabajadores, quienes se sentirán menospreciados y desmotivados. ¿Puede funcionar? Sí, pero solo ante situaciones de urgencia que requieran una toma de decisiones rápida y firme.
  • Liderazgo democrático. A diferencia del anterior, un líder democrático toma decisiones en conjunto, es decir, considerando la opinión de su equipo. La comunicación va en una doble vía, por lo que el diálogo es esencial. Si bien la decisión final recae en el jefe, incrementa el compromiso de los trabajadores y su sentido de pertenencia.
  • Liderazgo transaccional. Donde empleados y directivos se benefician mutuamente. Este líder inspira a los trabajadores para que se conviertan en microlíderes. También busca que el empleado pueda desarrollar todo su potencial. ¿Cómo lo hace? Ofreciéndole algún tipo de compensación si alcanza una meta determinada.
  • Liderazgo transformacional. Que se centra en mantener una comunicación fluida con los empleados. La idea inspirar a los demás y fomentar la creatividad para que el equipo siempre esté motivado y use su pensamiento crítico para encontrar soluciones en conjunto.
  • Liderazgo “laissez faire”. El famoso “dejar hacer”. El jefe confía plenamente en su equipo y reduce su intervención al mínimo. Son los trabajadores quienes deben incrementar su productividad por cuenta propia; algo que se traducirá en mayores ganancias para la empresa. ¿Puede ser de utilidad? Sí, pero solo si los integrantes del equipo tienen mucha experiencia. En ocasiones, el “dejar hacer” permite que surjan nuevos líderes que podrían aprovecharse en beneficio de la organización dependiendo de la situación del mercado.