Los redactores de coches.net os contamos cuáles han sido los coches de nuestros padres. Unos coches con mucha historia detrás, llenos de vivencias y anécdotas que os contamos a continuación. Pero también queremos saber cuáles eran los coches que conducían vuestros padres y con cuál de ellos os quedáis. Que nos contéis alguna anécdota o algún recuerdo que tengáis y que nos lo escribáis en los comentarios. ¡Nos encanta que nos expliquéis vuestras historias!
Tampoco os olvidéis de echar un ojo a nuestra oferta de coches de segunda mano o incluso de visitar nuestro apartado de coches clásicos y de competición, quién sabe si ahí encontrarás tu futuro coche...
Estos son los nuestros:
Joan
Mis padres eran gente modesta y tuvieron coches muuuuuuuy modestos. El primero que se compraron fue un PTV 250, uno de esos microcoches de posguerra con motor de moto, muy cuco, descapotable, rojo. PTV era una marca manresana (las siglas correspondían a las iniciales de los fundadores, Maurici Perramón, los hermanos Antonio y Guillem Tachó y Josep Vila) propiedad de la empresa AUSA que todavía hoy fabrica carretillas y pequeña maquinaria para obras. Yo no lo vi ya que antes de que naciera compraron el inevitable Seat 600 que cambiaron, década y media más tarde, por un Renault 4 TL blanco que fue el coche con el que yo estrené mi carné de conducir.
Matrícula B-423596. Azul, con las puertas suicidas, con el interior en scai granate, con ese hueco detrás de la banqueta trasera que se usaba de sucursal de un maletero que había que abrir cada vez que íbamos a la gasolinera a por veinte litros de gasolina normal. Dos años tardaron mis padres en recibirlo tras pagar la enorme suma de 65.000 pesetas de la época. Cuando yo nací, ya estaba en casa y allí siguió hasta mis 12 años. Viajábamos en él mis padres, mis abuelos maternos y yo, sin problemas de espacio, con la baca hasta los topes, con el aire condicionado (condicionado a la velocidad, que nunca superaba los 110 km/h. de marcador).
Recuerdo los viajes de vacaciones a Llançà, en la Costa Brava, saliendo a las cinco de la mañana (la autopista de Barcelona a la frontera francesa estaba en construcción -es que soy muy viejo ya- y todo el recorrido era por carretera) y dos viajes de entre 12 y 14 horas desde Terrassa a las Navas del Marqués, en la provincia de Ávila, avanzando por tierras de Aragón y Castilla casi en solitario, adelantando algún camión de vez en cuando... Lento, pero robusto, caluroso, pero fiable, diminuto, pero amplio por dentro. Aquel cochecillo que motorizó a un país entero estuvo 16 años en el parking de casa y yo aún le echo de menos.
Sara
La historia de los coches de la familia desde que estoy en este mundo comenzó en el año 1977 con el Seat 127 de primera generación en color verde metalizado y con un motor de 903 centímetros cúbicos y 47 CV -también se exportó bajo la marca Fiat-. Mis padres lo eligieron porque en esa época el modelo estaba en auge y era el que podían comprar. “Creo recordar que me costó entre 150.000 y 200.000 pesetas”, me dice mi padre, al cambio entre 900 y 1.200 euros ¡madre mía, qué precios, jajaja! Un coche básico que no tenía cinturones de seguridad traseros (no fueron obligatorios en España hasta el año 1992). Mi madre llevaba a mi hermana de un año en los brazos y yo con tres iba detrás a mi aire. ¡Qué locura!
Con este Seat 127 íbamos a visitar a mis abuelos en vacaciones, largo viaje de Madrid al pueblo extremeño de Fuente de Cantos, en ocasiones en caravana con los coches de mis primos. ¡Qué bonitos recuerdos cuando parábamos a mitad de camino cerca de alguna fuente y sacábamos las tarteras para coger fuerzas! Con este 127 también fuimos a Portugal y al cruzar la frontera por Castilla y León pudimos comprobar las buenas carreteras que teníamos en España.
A mediados de los 80 llegaría el Renault 18 GTX Turbo con 104 CV, el mejorcito de la gama, en color rojo, con alerón trasero, ventanillas delanteras eléctricas, cierre centralizado… Recuerdo que mi hermana y yo flipábamos con lo moderno que era y con sus botoncitos. “El coche funcionaba de maravilla, me encantaba”, recuerda mi padre. Con este coche inauguramos los viajes de vacaciones a la playa. Y si tengo que contar una anécdota con este coche es que nos lo robaron. ¿Y para qué? Según nos contó la policía cuando lo recuperaron… ¡para robar jamones de un almacén! jajaja. Os cuento también, que este coche lo heredé durante un año más o menos, así que también ¡fue mi coche!.
Y ya el último que llegó a la familia y que aún se mantiene vivito y coleando con casi 23 años que va a cumplir: el Audi A4, el primer diésel de la familia, con motor 1.9 TDI con 110 CV, el no va más y súper equipado para la época en materia de seguridad, con control de estabilidad (ESP), airbags… Una compra que mi padre pudo permitirse gracias a su gran esfuerzo trabajando y que fue un fiel reflejo de la evolución económica en España de la clase media. Desde 1999 entre nosotros, es el primer coche que mis padres han compartido con sus cuatro nietos.
Gerard
El primer coche que compró mi padre fue un Seat 600 preparado por Corver. Mi madre siempre dice que lo escuchaba llegar desde muy lejos de lo que sonaba su escape modificado. Después pasó a un Seat 127 del que nunca guardó buen recuerdo. El siguiente, el primero que recuerdo yo, fue un Citroën GS X2 naranja. A este le siguió otro Citroën, esta vez un BX 16 TRS rojo. Una década después lo cambió por un Renault R21 Nevada GTS. El último coche que tuvo mi padre fue un Alfa Romeo 156 2.0 T.S. que estrenó co la mayor ilusión del mundo.
De todos ellos mi primer recuerdo dentro de un coche fue en el Citroën GS X2. Me encantaban los faros antiniebla amarillos del frontal y la rejilla negra opcional que cubría la luneta trasera. Para mi era como un coche de rally. Lo más divertido es que cuando lo aparcaba lo dejaba siempre a ras de suelo gracias a la suspensión hidráulica. Si íbamos a la montaña podía subirlo casi como un Land Rover. Era como un transformer.
También tengo muy buen recuerdo de aquel Renault R21 Nevada dorado. Para adelantar tenía que quitar el aire acondicionado y vamos si se notaba los caballos que perdía al abrir gas. Además de ir como en un sofá detrás, el maletero hacía que si quería me pudiera llevar el Scalextric de fin de semana siempre. Lo mejor era la bocina de aire comprimido de dos trompetas que montó. Sonaba como un trailer!
Javi
Buff, hablar de los coches de mis padres me trae recuerdos muy bonitos y otros no tanto… Si me memoria no falla, cuando nací mis padres tenían un Seat 127 de color granate. Luego compraron un Seat 1430, después llegó un Renault 12, más tarde un Renault 5, un Ford Escort 1.3 L y un Ford Escort XR3. La historia continuó con un Renault 25 GTX, un Audi 90 2.2E y un Volkswagen Rallye Golf G60. Además pasaron por la familia un Fiat Uno 70 SX, un BMW 316i y el último, un Volvo V40 2.0T…
Si me tuviera que quedar con uno diferente y extraño sería el Renault 25… Le costó unos 2.270.000 pesetas, tenía 123 CV y lo mejor es que aquel coche ¡hablaba!. Sí, tenía un sintetizador de voz con acento francés que aún a día de hoy sigo imitando. Aquel gigante era la estrella de mi colegio y mis compañeros hacían cola a la salida para montarse un rato y escuchar la retahíla en forma de demo que el robot francés era capaz de reproducir. Mi madre se sacó el carnet poco después y aún recuerdo lo difícil que le resultaba poder engranar las relaciones de cambio… La palanca era más larga que un día sin pan y el embrague hidráulico hacía muy complicadas todas las maniobras. Eso sí, era un coche súper cómodo, con unos asientos que te absorbían y con un maletero que, abatiendo los asientos traseros, nos permitía ir durmiendo a mi hermana y a mí en los viajes más largos.
Jaume
El primer coche que recuerdo con mi padre al volante es un Citroën 2CV furgoneta, que tuve oportunidad de “conducir” con cinco años. Todavía recuerdo la experiencia. Años más tarde compró un Austin 1100, en color blanco, que tuvo hasta principios de los años ochenta, cuando decidió buscar un vehículo más práctico y optó por una Sava J4, fabricada en Valladolid bajo licencia de Morris Motor Company. Ya veis, de alguna manera la firma británica siempre estuvo presente en los vehículos de mi infancia, probablemente porque debieron salir del mismo concesionario. Con esa Sava me estrené al volante, recién sacado el carnet, y aunque no tenía ningún glamour, está claro, me divertí mucho con ella llevando a los amigos a hacer “trompos” a las afueras del pueblo. Pero eso ya forma parte de la adolescencia.
El Austin 1100, que creo que mi padre compró en 1972, lo estrenamos en uno de esos típicos viajes “al pueblo”, concretamente a Porcuna (Jaen). En aquella época se tardaba todo un día en hacer el recorrido desde Barcelona a Andalucía, por carreteras que hoy en día tacharíamos de comarcales. Pero el coche era suficientemente cómodo y espacioso (fue diseñado por Alec Issigonis, el mismo que diseñó el Mini) y cumplía perfectamente como vehículo familiar, por lo que podías aventurarte a esos viajes de largo recorrido.
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Recuerdo que el regreso a Barcelona fue accidentado, ya que un camión nos arrolló por detrás, junto con otros vehículos que estábamos parados haciendo cola en la carretera. Afortunadamente, la dura chapa del Austin aguantó el golpe, aunque a veces pienso que estoy vivo de milagro. Siempre viajaba, junto con mi hermano, en los asientos traseros sin cinturones, ni sillitas, e ¡incluso de pie!
El pobre Austin quedó con el chasis doblado (no acabó de ajustarse nunca a las medidas originales) y nos dio posteriormente un sinfín de problemas mecánicos. Le hicimos muchísimos kilómetros, por lo que mi infancia va ligada en buena parte al recuerdo de aquel coche.
Néstor
El primer coche de mis padres fue un Renault 8. Después se compraron un Seat 131 1600 de segunda mano cuando yo nací, pero del primer coche del que yo tengo constancia fue el siguiente en llegar: un Talbot Horizon en color crema heredado de mi abuelo. Años más tarde se compraron un Nissan Terrano II, el corto, que nos duró 15 años antes de venderlo (aún sigue en vida). Lo reemplazaron por aquella novedad en el nuevo sector de los SUV llamada Nissan Qashqai. Ese coche también duró un buen puñado de años, hasta que lo vendieron para comprar un Kia Niro. El coche que conducen actualmente.
Aquél Talbot Horizon era indestructible. Nos íbamos de vacaciones a cualquier sitio, al pueblo, a Maluenda, a 400 km de Barcelona, con bolsas y maletas estratégicamente distribuidas por todo el habitáculo, y nunca nos dio ningún tipo de problema. Tenía un motorcillo de 1.442 cc con 83 CV de potencia y era más que suficiente. Aunque los adelantamientos a camiones en carretera se convertían en una odisea. Estoy seguro que hoy en día, con algo de mimo en su mecánica, aún seguiría rodando.
Yo jugaba en el Joventut de Badalona y mi padre me llevaba en coche a entrenar dos tardes a la semana. Una de ellas, mientras estábamos en el antiguo pabellón de Ausias March, donde entonces jugaba la Penya, nos robaron el coche. Días más tarde, la policía lo encontró abandonado y destrozado tirado en un bosque. Lo habían utilizado para realizar un robo con alunizaje y después lo destruyeron. De esta forma, un coche que para mí era “indestructible”, pasó a ser “destructible”.
Juan Carlos
Dado que nací después de los dolores allá por los primeros setenta, no creo que os sorprenda si os digo que el coche de mis padres era un Seat 127. Sí, un 127 de primera generación y de los más normalitos, con su carrocería de dos puertas y su motor de 900 cc con 47 caballazos de potencia. Se lo compraron en octubre de 1973, con matrícula SE-D -sí, de cuando las matrículas llevaban delante el nombre de la provincia-. Recuerdo que en familia lo llamábamos “la burra”, y que con ella nos atrevíamos a realizar toda clase de escapadas y viajes largos (entendiéndose entonces como viaje largo cualquier clase de trayecto más arriba de Despeñaperros y, por supuesto, sin autovías que recorrer).
El problema es que el coche no paraba de dar problemas de encendido, y era habitual ver a mi padre con las manos llenas de grasa después de haber desmontado por enésima vez alguna bujía rebelde. De hecho, por culpa de una bujía nos perdimos la primera parte de un Betis-Cádiz de la época de Gordillo y Cardeñosa… Aun así, “la burra” siempre será “la burra”. Descanse en paz.
El otro automóvil que mis padres tuvieron antes de mi emancipación familiar fue el fantástico Opel Corsa TR del que también os hablé en este artículo sobre los coches de nuestra adolescencia. Y como allí os conté, además del coche de mi adolescencia fue el primero que conduje, con el impagable asesoramiento de mi padre en los remotos descampados de la isla de La Cartuja (después ya vino la autoescuela, por supuesto).
En concreto, aquel Corsa con matrícula SE-AH comprado en 1983 era un Corsa TR; es decir: un Corsa “con culo”. Y además, en nuestro caso, ofrecía el lujo de contar con cuatro puertas para que así pudiésemos entrar a las plazas traseras sin necesidad de hacer cabriolas. Su motor era un 1.2 atmosférico de gasolina con la locura de 55 CV de potencia y un “reprís” inexistente. Pero al ser un coche tan ligero y con esas ruedas tan finas, resultaba fácil buscarle las cosquillas y dejar salir la irreverencia de la juventud -aunque, no creáis: la mayoría del tiempo fui un niño bastante bueno-. En cualquier caso, una cosa está clara: ya no se hacen coches como los de antes. Y los que vienen… ni os cuento.
Telva
Hablar de coches en mi familia es hacerlo de la época dorada de mis padres, además de nuestra historia como núcleo dado que hemos disfrutado de una vida plena gracias al espíritu de trabajo y éxito del taller de mi padre. La crisis, sin embargo, llegó acompañada de un cambio inesperado del paradigma de los servicios de barrio y, poco a poco, los grandes establecimientos oficiales y las normativas del consistorio han complicado las cosas a los oficios de toda la vida. Sin embargo, les tengo una envidia muy sana: pudieron disfrutar de las décadas doradas de la automoción.
Empezaron su historia como pareja al volante de un 600, la pelotilla española para cambiarlo por un Seat 124. Con este viajaron como locos por la España más rural, volviendo a su Galicia natal en verano e incluso en frío invierno. Pronto el esfuerzo surtió efecto y los contactos permitieron a mi padre hacerse con un Golf MKII GTI con el bloque ocho válvulas. Lo tenían en el icónico color rojo que más adelante buscaría mi hermano como un homenaje que, finalmente, no llegó. Con este compacto deportivo fueron hasta Suiza, Verbier, con la intención de esquiar en Semana Santa pero la nieve no hizo acto de presencia.
Tal como os hablé, al nacer mi hermano y yo (mellizos) tuvieron que hacer algunos reajustes en su flota y apostaron por un curioso Nissan Patrol de batalla corta, tracción 4x4 de las de antes y 116 CV. Con él podían tirar sin problemas de la caravana con la que acampábamos en temporada alta pero también en invierno. Casualidades de la vida laboral a los mandos de un taller, les llegó siniestrado el que sería nuestro primer Audi A6, que les animó a seguir en esa familia con otro A6 2.8 quattro de casi 200 CV. Todavía recuerdo cuando, de camino a Andorra, nos paró un coche de incógnito y de forma graciosa comentaron los agentes: “Es que con un coche de este estilo es muy fácil correr”. La multa, por supuesto, llegó a casa.
Adrián
El primer coche que tuvieron mis padres, al igual que los de Néstor, fue el Renault 8. Según he hablado con ellos, ese coche les dio bastantes problemas y tuvieron que cambiar el motor por otro que encontraron en un desguace después de mucho tiempo de búsqueda.
Después tuvieron un Ford Fiesta, que seguramente sea el coche que más cariño le tengan. Ya que fue el coche con el que hicieron su viaje de novios viajando por casi toda España. El único defecto que tuvieron con él era que tenía una bobina que cuando llovía y se mojaba, el coche no funcionaba.
Por último antes de tenerme a mí, el coche que tuvieron fue el Opel Kadett con 5 puertas. Desgraciadamente, con este coche, más que tener problemas, los problemas los tenía quien lo veía aparcado en la calle. Más de 3 veces intentaron robarlo forzándolo, hasta que a la tercera lo consiguieron y tuvieron que ir a buscarlo al depósito de Barcelona.
Mi padre tenia un R11 txe fase 2. En blanco. Recuerdo esos viajes con mis abuelos todos allí metidos , con la radio puesta por mi padre Pionner, el encenderlo en frio con el ??starter? y las llantas que para su época eran muy molonas Aun me dan ganas de pillarme uno de segunda mano? Sus 90 cv en los 90 era buen aparato?