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Actualización.- Incorporamos a este artículo el vídeo que realizamos durante nuestro viaje a Marruecos.
17/04/2017.- Nada se parece más a la nada que el desierto. El desierto es un lugar bellísimo. A los que lo visitamos de vez en cuando, nos sorprende, nos fascina, nos magnetiza, nos atrapa. Pero lo disfrutamos siempre desde nuestra zona de confort, desde nuestra perspectiva de individuos nacidos en otras latitudes que tenemos la facilidad para llegar a él y el poder para abandonarlo a voluntad.
No todo el mundo puede enfrentarse al desierto como lo hacemos nosotros, ávidos de nuevas experiencias, rápidas e intensas. Cuando dejamos atrás las dunas anaranjadas por el sol poniente, cuando abandonamos las rocas que casi se funden bajo un calor infernal, cuando salimos de las hammadas infinitas sin una sombra en la que cobijarse y nos alejamos de los ríos de arena que hemos convertido en un reto para nuestra pericia al volante de nuestros tecnológicos 4x4, tendemos a olvidar el desierto. Nos lo llevamos en las memorias; la nuestra y la de nuestras cámaras digitales, pero nuestra rutina de atascos y de mesas con ordenadores lo va difuminando.
El desierto bellísimo e inhóspito del sur marroquí, que se extiende desde el Anti-Atlas hasta los confines del Sahara, no es sólo una postal visitable. Allí, en unas condiciones difíciles de imaginar, vive gente, la que vimos hace unos días cuando llegamos allí con la decimotercera expedición del Desierto de los Niños. La misma que seguirá allí el año próximo, cuando Nacho, Fede y su equipo, monten otra expedición al gran sur marroquí. Gente que sufre, que disfruta, que rie y que llora como nosotros. Con otras costumbres, con otra filosofía, con otra cultura y con una vida definida por un entorno hostil.
En ese mundo, tan cercano y a la vez tan alejado, nacen niños de eterna sonrisa, niños que saludan a los coches que levantan polvo en las pistas con la esperanza de que esa sonrisa, su única pertenencia valiosa, pueda cambiarse por un bolígrafo, una gorra, una camiseta o un puñado de galletas. Niños que son como el paisaje que uno ve desde el tren. Niños que pasan y a los que sustituyen otros niños. Niños que salen de casas de barro, casas que serían idénticas a las que se construían allí mimso hace diez siglos si no tuvieran una antena parabólica en el tejado y una placa solar frente a la puerta, testigos mudos de que incluso aquí han llegado la globalización y la solidaridad.
Solidaridad. Esa es la palabra que inspira este viaje, un viaje que nació hace trece años como una invitación a la aventura en familia. Nacho Salvador, que entonces organizaba un viaje a Marruecos con lectores de la revista Auto Verde 4x4, comentó con su socio, Fede Granda, que podría ser una buena idea organizar un viaje al Marruecos más virgen para familias con niños.
La idea era una media locura. Eran tiempos en los que el 4x4 se había convertido en un boom (había muchos coches en oferta, dinero que gastar en ellos, accesoristas importando de todo, ganas de descubrir nuevas latitudes y cinco revistas especializadas en los quioscos), los viajes a Marruecos florecían y las dunas del Erg Chebbi se habían convertido en algo parecido a la operación salida de Semana Santa. Pero la gente colocaba a los niños con los abuelos. Viajar a lo desconocido siempre es más fácil sin los retoños quejándose del traqueteo.
Nacho y Fede decidieron que no. Que valía la pena cambiar lo establecido. Y montaron un viaje para familias con niños. Y luego se dieron cuenta que no bastaba con eso. Que dar un baño de realidad a los menores españoles llevándoles a ver cómo vivían los niños marroquís de su misma edad no era suficiente. Empujados por la realidad de los viajes y por las aportaciones de las familias que, en las primeras ediciones, llenaban sus maleteros con bolsas de ropa y cuadernos para la escuela, crearon la Asociación Desierto Niños. Ésta que encontraréis clicando en este link.
Desde entonces, el viaje no ha dejado de organizarse, cada vez con más coches, cada vez con más gente, cada vez con más niños, hasta los 61 coches y 209 personas de este año donde las familias con dos y tres hijos han sido mayoría absoluta.
Apoyo de Hyundai
Desde la primera edición, Hyundai apoyó la iniciativa. La marca coreana no se limita a poner coches para los organizadores y a invitar a periodistas para que demos fe de todo lo que conlleva esta aventura. También apoya económicamente el viaje y a la Asociación. Ésta, por su parte, aporta dinero, recogido entre socios y patrocinadores, a proyectos concretos en la zona de Erfoud y Merzouga, cerca de la frontera con Argelia, un lugar donde cualquier cosa linda con el desierto.
Y el viaje es notario de la solidaridad. Año a año, los participantes ven como sus aportaciones se convierten en solidaridad palpable. El dinero no se transforma en promesas o en campañas de marketing. Aquí, cada euro se transforma en un ladrillo de adobe, una mano de pintura, un pupitre o parte del sueldo de un profesor de guardería. La Asociación ha financiado en los últimos años diferentes proyectos de construcción y adecuación de escuelas y guarderías en la zona, entre ellas una escuela para niños deficientes en Erfoud. Además de las aportaciones económicas, reparte también todo tipo de material educativo, ropa y zapatos que llegan cada año en un camión históricamente patrocinado por Aquarius gracias a las buenas gestiones de Juan Carlos del Pozo, antiguo director de marketing de Coca Cola España y participante asiduo en la expedición que falleció hace unos meses.
En los últimos años, además, la Fundación Alain Afflelou y Kumho se han sumado a la solidaridad con diferentes iniciativas. La Fundación de la cadena de ópticas organiza cada año un concurso entre sus franquiciados a los que ofrece la posibilidad de participar en el viaje y trabajar, durante los cuatro días en que el grupo permanece en la zona del sur marroquí, en la graduación de la vista de personas, niños y mayores, que jamás han tenido la oportunidad de hacerlo antes.
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Visitar a los "ópticos" mientras trabajan es una de las actividades más impactantes del viaje. El Hyundai H100 aparcado en la puerta de una escuela y una mesa con un señor sentado, armado con un bolígrafo y una libreta es señal de que los ópticos de la fundación están manos a la obra. Verónica, Raquel, Luisa, María, Juanjo y Joan revisaron este año la vista a más de 750 personas en cuatro agotadoras sesiones.
El resultado: numerosas personas, niños y adultos, que en unos meses, cuando Alain Afflelou produzca los pares de gafas con las graduaciones correspondientes, tendrán una calidad de vida mucho mayor producto de un simple objeto que para nosotros es muchas veces un complemento a nuestro atuendo y que en Hassilabiad, Merzouga o Rissani constituye, por ejemplo, la fina línea que separa abandonar la escuela o seguir en ella por el simple motivo de ver bien o no una pizarra. Tratad de imaginar lo que siente una persona que no se ha graduado jamás la vista cuando se pone por primera vez unas gafas tras un diagnóstico de 25 dioptrias. Pues eso es lo que permiten los chicos de la fundación Afflelou.
Lo de Khumo también es muy interesante. El año pasado, llevaron a la zona paneles reflectantes para colocar en la parte trasera de los carros tirados por burros, muy habituales en la zona y que son víctimas de accidentes nocturnos al ser alcanzados por vehículos que no les ven hasta que los tienen encima. Este año, se repartieron más de 2.000 cintas reflectantes para peatones y ciclistas con el objetivo, una vez más, de reducir la elevada tasa de siniestralidad por atropellos nocturnos en la zona. Huelga decir que la marca coreana calza todos los Hyundai utilizados en la aventura.
Solidaridad y aventura
Por supuesto, el viaje es algo más que la solidaridad. Los niños quedan impactados por el paisaje, por la comida, por las costumbres y, sobre todo, por los niños marroquies pero no dejan de ser niños de manera que les apetece también divertirse. La organización prevé una serie de actividades dirigidas por monitores que les entretienen al llegar a los hoteles elegidos a media tarde y hasta la hora de la cena. Desde dibujar una camiseta a coleccionar cromos del viaje pasando por disfrutar de juegos o de un paseo en camello por las dunas del Erg Chebbi, todo es nuevo y apasionante para ellos.
El viaje incluye también una parte de turismo. Este año, tras entrar a Marruecos por el nuevo y enorme puerto de Tanger Med, desde donde salen los Dacia fabricados en suelo marroquí, nos dirigimos hacia Fez. En la ciudad imperial descubrimos su increíble medina, con más de 16 kilómetros cuadrados de estrechas callejuelas, la multicolor zona de los tintes y la universidad más antigua del mundo, situada dentro de la gran mezquita de la ciudad. En el laberinto de la medina, donde conviven mil sonidos y mil olores, viven 400.000 personas dedicadas esencialmente al comercio y a guiar a los turistas por los centenares de callejuelas.
Posteriormente, visitamos Volúbilis, la ciudad romana mejor conservada del norte de África, con numerosos vestigios del que fue un importante centro comercial en la época, y la ciudad de Ifrane, desde donde partía una pista de montaña que nos permitió atravesar el Atlas hasta Midelt, considerada la puerta del desierto. Desde allí bajamos hacia Erfoud y Merzouga donde visitamos diferentes localidades donde Desierto Niños realiza sus actividades solidarias así como el fuerte natural de la llamada Cárcel Portuguesa, en las afueras de Rissani, una mole de rocas en forma de U donde alguien construyó un muro y una puerta que ya no existe y de la que se dice que fue una cárcel. Hoy permite ver espectaculares vistas del desierto y buscar fósiles de trilobites entre sus piedras.
Todo el recorrido lo efectuamos con la gama SUV de Hyundai, en mi caso con un Santa Fe. Estos coches llevan ya unos cuantos años demostrando su valía como vehículos polivalentes capaces de hacer cosas sorprendentes como, por ejemplo, navegar por las dunas (para ello basta con desinchar las ruedas, desconectar los controles electrónicos, conectar el bloqueo de diferencial y demostrar una cierta pericia al volante) o superar los ríos de arena como el que nos llevó hasta un lugar en la hammana detrás del Erg Chebbi donde una chica donostiarra llamada Cristina Montero ha montado una escuela que sufraga con el dinero que consigue trabajando parte del año como asistente social en Navarra.
Su escuela Aisha Alma (en este enlace encontraréis su página de facebook) escolariza a los niños de unas 20 familias nómadas que viven en la hammada y, junto a la propia escuela, ha creado un comedor con cocina y una sala para mujeres que todavía no tiene techo pero que lo tendrá muy pronto gracias a la ayuda de la Asociación Desierto Niños. Cristina nos contó que con 400 euros al mes paga al maestro de los niños y la comida de todos ellos tres veces por semana pero que cuando se le acaba el dinero, se ve obligada a cerrar la escuela. Ahora, busca los apoyos necesarios para dar continuidad al proyecto y mejorar las instalaciones del centro.
Además del grupo de Hyundai Tucson y Santafe, conducidos por periodistas, en esta aventura participan otros muchos coches, desde SUV 4x4 hasta todoterrenos preparados pero con el común denominador de llevar niños a bordo. Los organizadores dividen a los participantes en grupos en función del tipo de coche que llevan y organizan rutas y sesiones de dunas adecuadas a cada grupo de manera que los que llevan TT más preparados, llegan a los hoteles por pistas más complicadas que aquellas empleadas por los SUV y en las dunas, se aventuran más hacia el centro del Erg Chebbi.
En definitiva, una experiencia apasionante. No sólo por descubrir un paisaje maravilloso y recorrer un país tan cercano como desconocido que puede explorarse fácilmente en coche (incluso sin que sea todoterreno) o por poder participar en actividades solidarias de las que uno, efectivamente, llega a ver su efectividad sino además, porque estos viajes unen a la familia y permiten vivir una experiencia colectiva inolvidable. Los niños recordarán siempre que la primera vez que visitaron Marruecos descubrieron un mundo muy distinto al suyo pero, sobre todo, recordarán que lo hicieron con sus padres y hermanos. Y esta es la filosofía de este viaje ejemplar.
Una aventura solidaria maravillosa.