El Ford Edge llega por fin a Europa

Por fin, el Ford Edge ha llegado a Europa. Y digo “por fin” pues visto lo visto –o mejor dicho, lo no visto- uno hubiese podido pensar que tal vez se estaría replanteando dar el salto desde los Estados Unidos. De hecho, y emulando de alguna manera lo sucedido anteriormente con el Mondeo, han debido transcurrir casi dos años desde la presentación estática del Edge con especificaciones europeas para que la prensa especializada haya podido conducirlo por primera vez.

Su tardío desembarco en el Viejo Continente tampoco tiene por qué acarrear grandes riesgos para la compañía; al menos no en nuestro país, dado que el segmento en el que entra a competir, el de los SUV generalistas de tamaño medio-grande, apenas supone un 0,4% del total del mercado español. De todas maneras, Ford tenía que estar ahí, en primer lugar para dar competencia a los modelos ya establecidos (Kia Sorento, Hyundai Grand Santa Fe, Mitsubishi Outlander y Nissan X-Trail entre otros, si bien Ford espera robar ventas incluso a modelos premium ya veteranos como el Audi Q5 y el Volvo XC60), y en segundo porque al gran público parece gustarle todo lo que (las ventas de estos modelos en 2015 han supuesto un crecimiento del 43% en España).

En cualquier caso, mejor es tarde que nunca, así que demos un repaso a lo que nos ofrece este nuevo modelo que viene a completar por arriba la gama SUV de Ford, compuesta hasta la fecha por otros dos modelos de alcance global: el compacto y recién actualizado Kuga y el urbano EcoSport, también puesto al día este año.

El Ford Edge que ahora sale a la venta en España realiza la adaptación a la normativa europea, así como a los gustos y exigencias de nuestro mercado, del modelo que ya estaba a la venta en América; si bien al otro lado del Atlántico el nuevo Edge supone la segunda generación de este SUV de tamaño medio al que allí consideran más bien pequeño.

Este nuevo modelo saca partido de la plataforma CD empleada actualmente por el Mondeo y el S-Max. Cuenta con unas dimensiones exteriores de 4,81 m de largo por 1,93 de ancho y 1,69 de alto, ofreciendo una capacidad de carga de 602 litros que puede llegar a los 1.847 litros con los asientos traseros abatidos. Para que os hagáis una idea, todas estas medidas se aproximan bastante a las de un Kia Sorento.

Su diseño exterior tiene un cierto . El frontal impone desde el primer vistazo, cegando nuestros ojos con el brillo de su enorme rejilla presidida por un no menos enorme logotipo azul. El cuerpo del vehículo sí responde algo más al gusto de la vieja Europa, aunque al llegar a la zaga vuelve a intimidarnos su notable sensación de anchura, acentuada por la unión de las ópticas traseras. La vista de perfil muestra unas ruedas de gran diámetro, con llantas de 19 o 20 pulgadas según versiones; con 20,3 cm, la altura libre al suelo es generosa, aunque no lo son tanto sus ángulos específicos: 18,8º de ataque, 22,4º de salida y 17,1º ventral.

La apariencia externa puede modificar su personalidad en función del nivel de acabado que nos interese. Dejando atrás el más sencillo, llamado Trend (que no estuvo presente en la presentación internaciones), podremos elegir entre el más elegante Titanium y el más dinámico Sport. Y aunque no va a estar disponible al inicio de la comercialización del Edge, más adelante llegará una lujosa edición Vignale -aquí, a propósito, nuestra comparativa en vídeo del Ford Mondeo Vignale y el Skoda Superb Laurin&Klement-. Al final de este artículo os hablo sobre precios y equipamiento.

Al acceder al vehículo, se hace claro que Ford pretende destacar frente a sus rivales en cuanto a calidad de acabados. Tanto por diseño como por materiales (mejores que los de la versión americana) como por el cuidado puesto en su terminación, el habitáculo del Edge es a mi parecer el que cuenta con el interior mejor rematado del segmento generalista; si bien, como podréis comprobar en la tarifa oficial, la calidad hay que pagarla.

Salvo por la posición elevada del asiento, el puesto de conducción recuerda al del Mondeo. Nos encontramos con un volante similar -y su ejército de botones y cursores-, el mismo cuadro de instrumentos digital, el mismo sistema multimedia SYNC 2 y, en general, la misma sensación de confort aunque con más espacio si cabe. También hay suficientes huecos portaobjetos, destacando sobremanera el profundo cofre situado bajo el reposabrazos.

En las plazas posteriores no tendremos problemas de espacio mientras nuestra estatura no se salga de lo normal. El techo de cristal obliga a rebajar un poco la altura libre, aunque sin llegar a molestar; tampoco falta anchura para los hombros, y me parece improbable que alguien llegue a tocar con las rodillas el respaldo del asiento delantero. La plaza central no se ve tan perjudicada como en otros automóviles; y aun viéndose en desventaja frente al resto, al menos parece utilizable. Lo que me recuerda que el Ford Edge no ofrece ni en principio ofrecerá siete plazas, lo que obligará a mirar para otro lado si estamos buscando un coche de de esas características.

Como dije antes, el maletero ofrece 602 litros de capacidad, especialmente aprovechables porque tanto la forma del portón como las del espacio de carga son muy rectas. Además contamos con suficientes ganchos y argollas para sujetar la carga, además de unos prácticos botones para abatir los respaldos de las plazas traseras (en 60:40). Bajo el doble fondo se ubica una rueda de emergencia, lo que sin ser la solución ideal para un SUV siempre es preferible a un kit antipinchazos, sobre todo si reventamos un neumático en mitad del campo.

Hablemos un poco de mecánica. El Ford Edge sólo está a la venta con motores diésel; y si os preguntáis por qué, la razón expuesta con honestidad por parte de la propia marca es que venderían pocas unidades de gasolina, por no decir casi ninguna. Dispondremos de dos opciones mecánicas desarrolladas sobre el mismo bloque 2.0 TDCi: una más sencilla de 180 CV -como la que ya probamos en el Mondeo- y otra más potente, en esta ocasión bi-turbo, de 210 CV. La primera de ellas sólo podrá verse acompañada de una caja de cambios manual de 6 velocidades, mientras que la segunda se asocia exclusivamente a la caja automática de doble embrague PowerShift con igual número de relaciones. Sin reductora en ningún caso, por cierto.

Podemos afirmar que el Ford Edge es un vehículo 4x4 porque, de hecho, lo es en todas sus variantes. Si os interesaba alguna versión de acceso con tracción delantera, mala suerte; pero si valoráis las ventajas de un esquema de tracción total, enhorabuena. Cabe indicar, eso sí, que su gestión es totalmente automática, con lo que tendremos que delegar en el sistema de Tracción Total Inteligente para que él se encargue de transmitir el par motor entre cada eje según sea necesario.

Por lo demás, el Edge cuenta con suspensiones independientes en ambos ejes, y refuerza sus cualidades dinámicas un sistema opcional de desmultiplicación variable de la dirección capaz de modificar el ángulo de giro en función de la velocidad del vehículo, incrementando así la sensación de agilidad y control.

El equipamiento de seguridad activa y de confort puede ser muy rico, incluyendo tecnologías como Active City Stop, control de crucero adaptativo, limitador de velocidad adaptativo con reconocimiento de señales de tráfico, asistente de cambio y mantenimiento de carril, alerta de tráfico cruzado, asistente de aparcamiento y cámaras de visión delantera y posterior, sin olvidar los cinturones traseros hinchables “marca de la casa”.

A lo largo de la presentación internacional celebrada en Múnich, tuve la suerte de conducir por las bonitas carreteras de la campiña bávara el nuevo Ford Edge en sus dos opciones mecánicas (basadas, como dije, sobre un mismo bloque diésel de dos litros y siempre con tracción a las cuatro ruedas).

Desde los primeros kilómetros, la versión de 180 CV con cambio manual me pareció perfectamente válida para un coche de estas dimensiones. La cilindrada de su motor basta para entregar una notable cifra de par: 400 Nm que servirán para mover el conjunto con soltura incluso con el vehículo cargado. La única pega de este motor de cuatro cilindros es que el rango de par máximo se encuentra entre las 2.000 y 2.500 rpm, pero francamente tampoco me he visto en la necesidad de recurrir al cambio para obtener recuperaciones decentes.

Aparte de, claro está, su mayor potencia, la variante de 210 CV presenta una arquitectura biturbo que le concede mayor estirada. También contamos con 50 Nm más de par, aunque con el valor máximo algo más acotado (450 Nm entre 2.000 y 2.250 rpm). Aquí es donde sacaremos ventaja del cambio automático, que se ocupa de que el régimen de giro permanezca en la zona de máximo par siempre que sea posible.

Me ha gustado este PowerShift de doble embrague y seis relaciones. Estaría aún mejor con una séptima, pero lo cierto es que responde con buena rapidez y con poca brusquedad. Además –algo que nos vendrá bien si nos atrevemos a salir del asfalto- cuando usemos el modo manual la caja no subirá de marcha por su cuenta a menos que pisemos el acelerador a fondo, concediéndonos así mayor control sobre el vehículo.

Si me preguntáis qué mecánica recomiendo, mi respuesta es que todo dependerá de si podéis permitiros pagar los como mínimo 4.000 euros que exige la variante de 210 CV con cambio PowerShift. La opción manual de 180 CV me ha parecido adecuada y más que suficiente, mientras que la de 210 CV ofrece una respuesta algo más llena junto con la conveniencia de uso de un buen cambio automático. Si el precio es un factor decisivo, pensad que el acabado básico Trend sólo ofrece el 180 CV manual, y os ahorraréis 3.000 € (junto el equipamiento que conlleva) frente al acabado Titanium. Podéis consultar la lista de precios al final de este artículo.

Aunque no albergo la menor duda en cuanto a la calidad de la plataforma y el chasis –tanto el Mondeo como el S-Max están bien considerados en sus respectivas categorías-, el Edge es un vehículo hecho para circular de manera suave. Siempre otorga al conductor una amplia sensación de seguridad, pero ciertamente viajaremos más cómodos cuanto más recta sea la carretera. Si el trazado se revira, lo ideal es contener el ritmo para contener igualmente el movimiento de la carrocería. Su elevado peso -tan elevado como su centro de masas- y el ajuste intermedio de las suspensiones así lo aconsejan, algo que podremos comprobar empíricamente si tratamos de insertar el vehículo en una curva a mayor velocidad de la que corresponde. En autopista sí disfrutaremos de un elevado confort de marcha, precisamente por la relativa suavidad de la amortiguación (algo más firme en la versión Sport) y por el aplomo que le concede su gran distancia entre ejes. Sólo se echa en falta una mejor insonorización del motor, siendo bastante buena la del ruido aerodinámico por mucho que la carrocería se empeñe en ofrecer resistencia al viento.

También tuvimos ocasión de realizar un breve recorrido off-road con pocas complicaciones. Sobre pistas de tierra, el Edge circula de manera muy suave incluso a cierta velocidad, y afronta pequeños baches sin despeinarse. Superamos tramos embarrados muy fácilmente a pesar de que los neumáticos eran de carretera, gracias al buen hacer del sistema de tracción integral. La distancia libre al suelo y el largo recorrido de las suspensiones ayudan a superar obstáculos algo más difíciles, pero no olvidemos que el Ford Edge no está pensado para mayores retos: no tenemos reductora, ni control manual sobre el sistema de tracción ni los neumáticos adecuados; ni tampoco estamos conduciendo un verdadero todoterreno.

En su conjunto, y a falta de conocerlo más a fondo, el Ford Edge ofrece argumentos sólidos para situarse como mínimo en el podio de los mejores SUV medios del mercado. Por calidad de construcción, por acabados, por espacio y también por determinadas cualidades dinámicas, iguala e incluso supera a la mayoría de sus rivales de las marcas generalistas. Pero tal vez estas mismas virtudes formen parte del problema: al contar de serie con motores potentes, tracción a las cuatro ruedas y un completo equipamiento, los precios del Ford Edge se acercan peligrosamente a los del segmento premium. Y aquí es donde los clientes tendrán la última palabra…

El nuevo Ford Edge ya está a la venta con los niveles de acabado Trend, Titanium y Sport. El nivel de equipamiento Trend ya incluye de serie llantas de aleación de 19", luces traseras LED, sensores de lluvia y luces, control de crucero, limirador de velocidad, cámara de visión trasera, retrovisor fotosensible, arranque sin llave, volante de cuero, climatizador automático y el sistema de infoentretenimiento SYNC 2 con pantalla táctil de 8", USB y Bluetooth.

El acabado Titanium añade sensores de aparcamiento, portón manos libres, apertura sin llave, raíles de techo cromados, cuadro de instrumentos digital, volante calefactado, asientos deportivos calefactados y sistema de navegación.

Por último, el nivel Sport aporta un kit exterior deportivo además de llantas de 20" con neumáticos de mayor anchura, suspensión deportiva, dirección adaptativa y un sistema de audio Sony con 12 altavoces.

Precios

Ford Edge 2.0 TDCi 180 CV Manual 4x4 Trend 43.425 € Ford Edge 2.0 TDCi 180 CV Manual 4x4 Titanium 46.425 € Ford Edge 2.0 TDCi 180 CV Manual 4x4 Sport 47.925 € Ford Edge 2.0 TDCi 210 CV PowerShift 4x4 Titanium 50.425 € Ford Edge 2.0 TDCi 210 CV PowerShift 4x4 Sport 51.925 €