Una convocatoria en pleno mes de agosto, con las vacaciones al caer. Y en fin de semana. No es de aquellas que a uno le apetezcan: aeropuertos saturados, calor agobiante... pero en la convocatoria había una palabra mágica: Nürburgring. La idea era conocer cómo funciona la escuela de conducción que Jaguar-Land Rover tiene en el "infierno verde", los cursos que clientes de la marca siguen para disfrutar de sus coches o mejorar su nivel de conducción.
Hemos ido a muchas de estas convocatorias. Nuestra experiencia con "escuelas de conducción" es más que elevada. Hemos participado en multitud de cursillos, desde los de conducción segura hasta los de conducción deportiva. No están mal para el usuario medio pero, sin querer parecer pedante, a los que llevamos años en este negocio, es difícil sorprendernos y la mayoría tienen un cierto halo de "déjà vu".
Entenderéis que pensara que bueno, que vale, que lo de Nürburgring puede estar bien pero será lo de siempre; una prueba de conducción con la típica teoría de cómo hay que trazar las curvas y luego una "caravana de amigos" detrás de un coche nodriza a una velocidad razonable. Cuando al llegar, me comentaron que los coches a utilizar eran el Jaguar F-Type SVR y el Range Rover Sport SRV, ambos con el V8 a compresor de 575 CV, mis dudas aumentaron: ¿Nürburgring en un todoterreno de más de dos toneladas?
Lo cierto es que, al llegar antes que el resto del grupo, me dediqué a dar una vuelta por la zona. Nürburgring huele a gasolina desde lejos. Y en verano más. El Nordschleife es un circuito pero no funciona como tal. Su calificación es de carretera de peaje con velocidad libre y, tal como nos explicaron Gerard Farré y Néstor Abarca en el capítulo 10 de este German Job en video, está abierto a todos aquellos que quieran dar vueltas a una pista de leyenda.
En Nürburgring hay dos circuitos. El de gran premio, un trazado moderno donde ese fin de semana había carreras de la Copa Porsche y del espectacular certamen alemán TCR series donde hay chapa a cascoporro y el viejo Nordschleife, un circuito de 26 kilómetros con 90 curvas y una diferencia de altura de 300 metros, lo que significa que hay subidas y bajadas por doquier. Es, además, una pista estrecha, bordeada de vallas dobles, sin escapatorias, sin apenas arcenes, bacheado y, sobre todo, extraordinariamente rápido. Un paraíso para los que amamos la conducción a condición de poderlo disfrutar a fondo. Algo poco habitual, dicho sea de paso, en una academia de conducción.
Primer día de paseo
El primer día los responsables de la Jaguar-Land Rover Driving Academy nos pasearon por el circuito en los Range Sport para que conociéramos la pista. A 60 por hora, con paradas en algunos puntos como la curva donde Niki Lauda sufrió su pavoroso accidente en 1976 o el famoso "carrousel" una curva peraltada que conserva aún el "asfalto" original, como más que cemento. Compartimos pista con dos autocares que llevaban a los clientes que habían pagado su cursillo del día siguiente. Insisto, muy bien no pintaba la cosa.
Al día siguiente, briefing, sorprendentemente corto, organización de grupos y entrega de coches y a la pista. Ese día, Nürburgring estaba cerrado al público y abierto solo para la escuela de conducción del propio circuito y de otras escuelas que están en los alrededores, entre ellas la de Jaguar-Land Rover. Por la mañana, los coches participantes se detienen en la recta, se les da salida por turnos y "descubren" el circuito siguiendo a un coche nodriza que les guía. Eso hicimos nosotros, seguir a un coche pilotado por uno de los monitores.
Los dos monitores del grupo eran tipos con experiencia: veréis. Uno de ellos era Ralf Kelleners, hijo de Helmut Kelleners. El padre ganó las 24 Horas de Spa y las del propio Nürburgring en la época en que se corrían con turismos y Ralf fue piloto de Toyota con los GT One a principios de este siglo y tiene una larga carrera en resistencia tanto en Europa como en Estados Unidos. El otro, el que me tocó a mi era Marc Basseng, un tipo que ha ganado 25 carreras en el Nordschleife, entre ellas las 24 Horas de 2012 con un Audi R8 LMS Ultra.
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Por la mañana hicimos cuatro vueltas con el Jaguar y otras cuatro con el Range, parando cada vez en la recta principal para seguir la rutina obligatoria y a una velocidad más que interesante. Con el Jaguar me lo pasé francamente bien. Ocho vueltas a Nürburgring son más de 200 kilómetros pero no dan para aprenderse el circuito. Eso es imposible a menos que pases meses aquí. El circuito es larguísimo y sí, memorizas algunos puntos, ordenas zonas, que no curvas, y cuando estás en ellas recuerdas que sí, que son de una determinada manera, pero es imposible memorizarlo entero.
Debo decir que el Range me sorprendió. Esperaba que se comportara más o menos como un armario empotrado y aunque evidentemente no es el Jaguar, tiene un alma de coche de pista más que notable. Acelera mucho, muchísimo, corre mucho para ser un SUV y aunque las inercias son grandes, tiene un agarre espectacular. La tracción integral y las enormes gomas que lleva le ayudan y aunque no es el coche ideal para rodar en el "infierno verde", la verdad es que sorprende. Y los frenos responden.
Bueno, tras las ocho vueltas, que no son pocas, a comer. Pensé: esto está listo. No ha estado mal pero me quedé con ganas de más. Lo inesperado es que hubo más. Yo era el primero en salir hacia el aeropuerto así que después de comer, Basseng me devolvió mi casco y me dijo, vámonos. Y nos fuimos. Él en un XJ SVR, una enorme berlina deportiva con ese mismo motor V8 a compresor, yo con un F-Type Coupé SVR. "Te he visto bien esta mañana, muy rápido para no haber rodado nunca aquí así que vamos a salir a fondo" ¿Cómo? "Sí, a fondo, si veo que te pierdo bajaré el ritmo pero tienes un coche más ligero que el mío así que deberías poder seguirme".
Y pude. Por supuesto que pude. Seguir a alguien como Basseng es Nürburgring es fundamental para disfrutar de la pista. El piloto conoce todos los puntos de frenada, donde el asfalto agarra y donde no, donde hay que sacrificar las curvas, donde hay que acelerar tarde, donde hay que mantener el vértice... todo. Y todo eso nos lo contó por la mañana. Los apuntes mentales funcionaron y esas cinco vueltas a fondo por la tarde fueron una de las experiencias más impresionantes de vi vida como profesional del motor.
Fundimos el depósito del F-Type, por supuesto. El motor de ese coche es realmente impresionante. La aceleración desde bajas vueltas es increíble y en una pista como esta, se le saca todo el partido posible ya que las aceleraciones y las recuperaciones son constantes. Mi unidad, con cambio automático mediante levas que complementa perfectamente al motor, facilitó la conducción. Los cambios son rápidos y se suceden de manera constante, con muchas segundas y terceras en las zonas más lentas y sextas y séptimas en la recta, donde raspamos los 300 km/h.
La experiencia acabó siendo increíble. Cinco vueltas a fondo, siguiendo a la mejor liebre posible -sin ella habría hecho dos minutos más por vuelta sin duda alguna- con un coche del que ya conocía sus virtudes pero que esta vez, llevado al límite de dus prestaciones, demostró ser un auténtico GT deportivo. Cuando terminamos, Basseng me dijo "hemos adelantado a un 911 GT3, a cinco R8, a tres de los grupos de Jaguar y a un montón de coches más y no nos ha adelantado nadie. Para una primera vez en Nürburgring, no ha estado nada mal. ¿Nada Mal? ¡Cielo santo!
Que envidia