Mediados de septiembre. Salón de Frankfurt. Stand de Seat. Hablando de lo divino y de lo humano con Fernando Salvador y Pablo Cofán, responsables de comunicación y prensa respectivamente de Seat España, me proponen correr el Rally Classic de Andorra, una de las pruebas más importantes del calendario de clásicos que se disputa en formato de regularidad pero en carreteras cerradas al tráfico. La propuesta incluye correr con el Seat 124 Sport 1600 del equipo de Coches Históricos de Seat y con el propio Fernando Salvador de copiloto. Es un planazo de manera que, como os podéis imaginar, respondí que sí, que claro, que por supuesto, que "pallá que vamos". Y fuimos.
Llegué a Andorra y me encontré envuelto en un auténtico equipo oficial de competición. No me sorprendió porque ya sabía cómo hace las cosas el equipo que lidera Isidre López. Les conocía de numerosos otros eventos pero, especialmente de haber participado con ellos en la exhibición de coches de rally históricos del pasado Catalunya-Costa Daurada con el Seat Panda de Grupo 2 que fuera de Carlos Sainz y que ahora está en la colección de Coches Históricos de Seat. En los siguientes enlaces os dejo el artículo referido a esa experiencia con el Panda, el vídeo de ese mismo tema y el reportaje en vídeo que realizamos sobre la colección de Coches Históricos.
El equipo de Seat está integrado por una quincena de personas que transportan, mantienen y miman los coches de competición puestos a punto en la nave A122 de la zona franca, la misma que acoge la colección completa. Seat ha restaurado numerosos modelos de su época primera, cuando tenía acuerdos de producción bajo licencia con Fiat que, además, se dar lustre a la colección de la marca, están preparados para competir en pruebas de regularidad. Además del 124 Sport 1600 que conduje en este rally, el equipo cuenta, entre otros, con un Seat Fura Crono, que en Andorra pilotaron Juan Manuel García, de la revista AutoHebdo y Pablo Cofán, un Seat 127, un Seat 1200 Sport y un Seat 124 FL 2000 entre otros. Todos ellos están equipados con ordenadores Blunik para disputar rallys de regularidad y cuentan con una puesta a punto fantástica.
"Mi" Seat 124 Sport 1600 es una unidad fabricada en 1973. Cuenta con el motor biárbol de origen Fiat de 1.600 c.c. y 110 CV de potencia (el mismo que montaba el Fiat 125 italiano con dos carburadores dobles), un cambio de cinco velocidades sincronizadas, suspensión trasera de cuatro brazos que nada tenía que ver con el puente rígido de los 124 berlina y propulsión a las ruedas traseras. El coche se lanzó en España en 1971 y era el modelo más rápido de la producción nacional de la época, el coche que conducían todos los famosos de esa España del tardofranquismo ya fueran actores, cantantes, futbolistas o toreros. Este modelo fue sustituido en 1975 por una versión restilizada y dotada del motor de 1.800 c.c. del Seat 132.
De silueta espléndida, el 124 es un coche perfecto para rallys de clásicos. Un motor que empuja francamente bien desde abajo -y que tiene un sonido embriagador- un cambio rápido y sorprendentemente preciso, buenos frenos, unos neumáticos perfectos, con un tremendo agarre, una suspensión perfectamente puesta a punto (lleva amortiguadores regulables pero no hubo que tocarlos durante la carrera) y, eso sí, una dirección durísima, casi imposible de mover en parado y que se convirtió en un aparato de gimnasio móvil en las múltiples horquillas y paellas que me esperaban en el recorrido.
Una prueba de prestigio
El Rally Classic de Andorra es una carrera de unos 400 kilómetros que se ha consolidado cómo una de las grandes citas del calendario de pruebas de regularidad. Tal es el éxito de la prueba que las inscripciones para esta edición se cerraron ¡a las dos horas de abrirse!. El grueso de la participación lo componen pilotos andorranes, españoles y franceses y la carrera se disputa en carreteras cerradas. Como os podéis imaginar y teniendo en cuenta la orografía de Andorra, los doce tramos de la prueba se caracterizaban por su constantes sube-baja con muy pocos respiros en forma de recta y las medias impuestas por los organizadores eran bastante elevadas, incluso en el apartado de regularidad normal en que competíamos nosotros -ya no hablo de la regularidad sport con medias superiores-.
Para que os hagáis una idea de lo complicada que era la carrera, había un tramo de los de la segunda etapa, el que discurría por el puerto de la Gallina -sí, sí, ese casi inhumano que debieron superar los ciclistas de la pasada Vuelta a España en la etapa reina disputada íntegramente en territorio andorrano- en el que la media era de 60 km/h. En la salida había una horquilla que obligaba a salir relativamente despacio y luego se alternaban cortas rampas con horquillas de primera y casi de maniobra. En esas condiciones y hasta que no pasaron los primeros tres kilómetros, nuestro Blunik no dejó de marcar retraso pese a que tanto el 124 como yo dimos el máximo de nuestras posibilidades. Al comentar en un receso con Juanma y Pablo que llegamos a ver durante la subida retrasos de hasta 200 metros en el Blunik y que nos costó mucho alcanzar la media, ambos comentaron: ¿sólo 200? Con el Fura llegamos a 500 o 600 metros de retraso. Y es que el Fura, pobrecito, tiene sólo 70 caballitos.
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La organización andorrana fue perfecta salvo en un matiz. El rutómetro, que no estaba mal y era fácil de seguir, tenía errores de bulto en la localización de los puntos de seguridad y los puntos de radio a lo largo del tramo, lo que nos despistó al pensar que estábamos haciendo más o menos metros, según el tramo. Por lo demás, y salvo que la carrera obligaba a atravesar una y otra vez Andorra casi de norte a sur y de sur a norte -podía haberse compactado más, sobre todo la segunda etapa-, el recorrido era una gozada, con tramos rápidos como el del Coll d'Ordino o la Massana y otros de media casi imposible -aptos para los Porsche y poco más- como el citado del Coll de la Gallina.
Enfundados en un mono, con el casco y los guantes a punto, salimos al primer tramo, el del Ordino y, oh, sorpresa, conseguimos el mejor tiempo con una penalización de apenas 0.7 puntos. Sí, no miento. Fuimos los mejores de los 100 coches inscritos. No está mal para una primera toma de contacto -yo no conduje el 124 hasta que lo cogí para ir al tramo de calibración, casi al lado del parque cerrado- aunque visto lo visto, tal vez quepa atribuirlo a la suerte del debutante. De todas maneras, no lo hicimos nada mal y tras el segundo tramo íbamos segundos del rally. La tercera especial se neutralizó y tras la cuarta marchábamos cuartos. En el quinto tramo, desastre. Los errores de localización del road book, que dimos por buenos, nos llevaron a tomar la decisión de compensar metros en el Blunik de acuerdo con el road book. No debimos hacerlo porque eso nos llevó a caer a la posición 21 al término de la primera etapa.
En el descanso nos dimos cuenta de que el error no estaba en nuestro ordenador sino en el rutómetro -otros participantes también sufrieron el mismo problema- así que enfrentamos la segunda etapa con la idea de no modificar nada. Y no nos salió mal. Sin más errores que los propios de seguir un ritmo infernal en algunos tramos con un 124 Sport que se portó de maravilla en las horquillas saliendo en primera con fuerza, remontamos hasta la 16ª posición final y la décima entre los coches que seguían la regularidad ordinaria. Un resultado más que decente en una carrera muy exigente en la que, sin el error de compensación en el quinto tramo, hubiéramos acabado entre los diez primeros.
La carrera la ganaron unas chicas andorranas, Tere Armadans y Anna Vives, con un Porsche 911 Carrera por delante de Vilatarsana-Vilatarsana, con un Renault 5 Copa Turbo y Renú-Vergel con un BMW 325i. El cuarto clasificado, el Volkswagen Golf GTi de POveda-Carrascosa, se impuso en la modalidad de regularidad Sport. Nuestros compis Juanma García y Pablo Cofán llevaron el Fura a una dignísima 34ª posición en un rally para nada favorable a la poca potencia de su pequeño vehículo.
La verdad es que la experiencia fue muy gratificante. Conducir un clásico en carretera cerrada buscando medias elevadas es una excelente manera de matar el gusanillo de la competición pero si el coche es uno de los de la colección de históricos de Seat, con una puesta a punto impecable, un equipo volcado y un copiloto de primera -gracias Fernando Salvador por tus conocimientos, tus ánimos y tu profesionalidad- entonces la experiencia se convierte en un auténtico lujo. La verdad es que el trabajo de la gente de Seat con estos coches es digna de elogio ya que mantienen el patrimonio de la marca de la mejor manera: exhibiéndolo para que todo el mundo pueda disfrutarlo, tanto los que acuden a ver los rallys -me sorprendió muy gratamente la cantidad de público en las cunetas andorranas- como, muy especialmente, los que tenemos el inmenso privilegio, de vez en cuando, de conducir alguno.
Nosotros estuvimos en el rally con un golf GTI y sin aparatos. Un rally muy duro, con tramos muy estrechos y medias altas, muchas horas y poco descanso. Pero volveremos seguro! Lo que no acabo de entender es que los coches son del siglo pasado y la tecnología que llevan la mayoría de equipos para las medicines es del siglo XXI (Terratrips, gps, blunik, tablets...)