Ford Focus 2.0 TDCI Powershift

El lavado de cara experimentado por el Focus a principios de año ha traído consigo otras novedades a la gama, como es la incorporación del cambio de doble embrague al que Ford ha denominado Powershift.

Un cambio que, de momento, solo está disponible con la mecánica diesel 2.0 TDCi en cualquiera de sus dos variantes de potencia: 110 ó 136 caballos. Nosotros lo hemos probado asociado a la versión más potente y con carrocería coupé, la de tres puertas, que sólo se ofrece en acabado Trend. Así que, al margen de las opciones que se quieran añadir, tiene un precio de 22.085 euros. 1.500 euros más que el mismo modelo con cambio manual de seis marchas.

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El compacto de Ford renovó su imagen a principios de año coincidiendo con el ecuador de su vida comercial. Los cambios afectaron, sobre todo, a su frontal. Nueva parrilla, con una toma de refrigeración inferior de mayor tamaño, mientras que la superior añade una tira cromada. También los grupos ópticos varían su diseño, tanto en la parte delantera como en la trasera. Y los faros antiniebla que se enmarcan con una nueva forma. Los espejos retrovisores exteriores crecen en tamaño e integran los intermitentes. Por la zaga luce un portón remodelado y un nuevo faldón pintado en el color de la carrocería.

El interior del Focus es cómodo y también se ha beneficiado de mejoras en los acabados y los materiales empleados. El acceso a las plazas traseras lo facilitan unas puertas de gran tamaño y que los tiradores para desplazar los asientos del conductor y acompañante están en la parte superior del respaldo. El puesto de conducción goza de una buena ergonomía, con mandos funcionales y bien dispuestos. El reposabrazos central permite un desplazamiento longitudinal de 8 centímetros, aunque llevarlo bajado puede resultar molesto si se utiliza el cambio en función secuencial pues es fácil darse con el codo. El maletero dispone de 396 litros de capacidad de carga con el kit de reparación de pinchazos que equipa de serie.

El motor que equipa esta versión del Focus es el sobradamente conocido 2 litros turbodiesel de 136 caballos y tecnología de raíl común, al que se le han realizado una serie de mejoras para reducir ruidos, vibraciones y asperezas. Este motor ofrece un par máximo de 320 newton metro a 2.000 revoluciones por minuto y asociado a la caja de cambios Powershift consigue una velocidad punta de 200 kilómetros por hora con una aceleración 0 a 100 km/h en 9,6 segundos. El consumo medio registrado fue de 6,8 litros por cada 100 kilómetros recorridos, mientras que las emisiones de CO 2 que acredita su ficha técnica son de 154 gr/km.

Al excelente comportamiento dinámico del Focus hay que sumar la comodidad y la eficacia que aporta el cambio Powershift. Esta transmisión basa su funcionamiento en la tecnología de doble embrague, lo que permite tener engranada con antelación la velocidad que será requerida conforme a las necesidades de la conducción. De forma se evitan las pérdidas de par y se consigue una marcha progresiva y sin tirones. Sin embargo, nos ha parecido que en maniobras a escasa velocidad hay que tener bastante tacto para dosificar bien el pedal del acelerador. Por otro lado, si el conductor quiere elegir directamente la marcha basta con situar la palanca en la posición de cambio manual secuencial y moverla hacia arriba o hacia abajo para subir o bajar de velocidad.

Toda la gama Focus ofrece de serie el control electrónico de estabilidad, ESP, y el control de tracción, además, del ABS, la asistencia al frenado de emergencia y un mínimo de seis airbags.

Opcionalmente está disponible el sistema de iluminación adaptativo, los faros HID Bi-xenón, que ofrecen casi el doble de intesidad de luz que los faros convencionales, y el sistema de detección de presión de neumáticos.

Es tan fácil habituarse al confort, a la suavidad y a la rapidez de los cambios de doble embrague que lo difícil es volver al cambio manual.

Bien es cierto que este tipo de transmisiones son más caras que la manuales, en el caso del Focus el sobreprecio es de 1.500 euros, pero es una diferencia que, en la mayoría de los casos, merece la pena asumir.