Cuando repasamos mentalmente la lista de los compactos más habituales resulta fácil acordarse de los nombres de siempre: Renault Mégane, Seat León, Ford Focus, Volkswagen Golf, Peugeot 308, Honda Civic… Pero por alguna razón, los modelos procedentes de Corea del Sur suelen quedarse injustamente en un segundo plano. Tal es el caso del Hyundai i30 pero aún más si cabe el del Kia cee’d, un auténtico “tapado” que a la hora de la verdad poco tiene que envidiar resto de competidores... o directamente nada.
Durante los últimos años, el compacto coreano ha demostrado ser una de las mejores opciones del segmento por su relación precio/producto, versatilidad, calidad de fabricación, fiabilidad y, especialmente tras el último restyling, también por diseño.
Por otra parte, el mercado actual nos ofrece una amplia oferta de variantes de apariencia deportiva pero con motores razonables y escasas -o nulas- modificaciones en el chasis respecto al modelo base, con idea de satisfacer a un público joven que busca acceder a un automóvil con cierto estilo y personalidad pero sin dejarse medio sueldo en el camino. Tenemos como ejemplos a los Seat León FR, Ford Focus ST-Line, Volkswagen Golf R-Line, Peugeot 308 GT Line y Renault Mégane GT-Line; a los que cabe sumar el modelo al que dedicamos esta prueba y cuya denominación no os pillará por sorpresa, visto lo anterior... Veamos qué tal es y qué tal va el Kia cee’d GT Line.
Las apariencias importan
El cee’d GT Line comparte con el pro_cee’d GT (el verdadero “pata negra” de la familia) muchas de las claves estéticas que lo distinguen del cee’d estándar. Tal vez su mayor rasgo diferenciador sea el de esas llamativas luces diurnas LED, con una disposición que recuerda a la de los actuales Porsche aunque en este caso se sitúan en los paragolpes. Estos últimos cuentan con un estilo propio, más voluminoso; y en especial, el trasero presenta unas líneas muy marcadas además de un falso difusor flanqueado por dos colas de escape de forma ovalada. También son de serie en esta versión los estribos laterales, las llantas de aleación bitono de 17” y las ópticas traseras LED.
Esta imagen tan dinámica se traslada al habitáculo, aunque con un estilo más sobrio y calmado. El salpicadero, de formas suaves -y sin embargo intrincadas- se orienta hacia el conductor, al que sitúa como protagonista absoluto. El volante deportivo con levas de cambio y los pedales de aluminio invitan a la acción, como también lo hacen sus los asientos de diseño envolvente. Lástima que su ancho respaldo limite la sujeción lateral, pero son muy cómodos y se complementan con un reposabrazos central regulable en longitud.
La calidad de acabado está por encima de la media, con materiales de buen tacto, ajuste y remate. Y si bien la ergonomía es correcta en general, hay algunos detalles que no acaban de convencerme, como que la pantalla del navegador quede por debajo de los aireadores, que el volante esté plagado de botones y que la instrumentación se reparta entre el habitual cuadro tras el volante y una pequeña pantalla digital situada en lo alto del salpicadero. La visibilidad es buena en líneas generales, aunque el marco del parabrisas tiende a entrometerse y la visión en tres cuartos hacia atrás es mejorable. Por lo demás, hay diferentes huecos donde dejar objetos y bebidas, y sólo falla el escaso volumen de la guantera -que por otra parte cuenta con refrigeración; punto para Kia-.
El acceso a la fila posterior es lo bastante amplio como para no dar con el marco de las puertas. Las dos plazas laterales son amplias y cómodas, con bastante longitud para las rodillas y suficiente altura para la cabeza pese a que el techo de cristal reduce el espacio disponible. Aparte de esto, sólo se echa en falta una mejor visibilidad lateral. La plaza del centro no es mala en sí, pero el asiento queda más alto, tiene un mullido más duro y el túnel central obliga a separar los pies. Su respaldo plegable permite usarlo como reposabrazos y permite dejar dos bebidas.
Con sus 380 litros de capacidad, el maletero del cee’d se encuadra en la media del segmento. Como suele suceder en los compactos de cinco puertas, el umbral de carga queda un poco alto, pero la boca presenta formas rectangulares. Las paredes del interior no ofrecen huecos separados, pero sí hay ganchos y argollas para sujetar la carga. Un detalle interesante es que el piso es plegable a ambos lados para dar acceso a dos amplios huecos de forma rectangular. Entre ellos se sitúa una caja con otros tres espacios que permiten organizar objetos, y bajo aquella encontraremos una rueda de repuesto de tipo “galleta”. Los respaldos son abatibles y los asientos plegables hacia delante; de manera que podemos alcanzar una capacidad máxima de 1.318 litros sobre un fondo bastante plano.
Suscríbete a la newsletter
Si quieres estar al día de nuestras noticias, tienes que tener una cuenta en coches.net.
Deportivo por aspecto y confortable por carácter
Una vez en marcha, el Kia cee’d es ante todo un coche agradable de conducir, bien ajustado para el uso diario y sin ningún aspecto que evite recomendarlo como único automóvil de la familia (dentro de las limitaciones de espacio de un compacto, por supuesto). Su destacable silencio y confort de marcha no están reñidos con un interesante nivel de dinamismo: sin ser el más efectivo de su segmento, sólo el Seat León y el Ford Focus me parecen decididamente superiores en cuanto a agilidad. En carreteras reviradas, sólo puedo criticarle una cierta tendencia al subviraje (parcialmente mitigada por el sistema electrónico de “vectorización de par”); y en cambio, cuando rodamos por vías rápidas, el coreano se revela como uno de los mejores compactos de la actualidad gracias a la nobleza y aplomo de sus reacciones.
Las suspensiones presentan un tarado medio-firme, con algo de rebote en extensión, pero sin llegar a ser incómodas, ni mucho menos. La dirección no transmite grandes sensaciones, pero sí se muestra precisa; podemos ajustar su dureza en tres niveles distintos, aunque para mi gusto, el mejor de todos es el curiosamente el más firme. La frenada me ha parecido algo esponjosa y exige un tiempo para que nos acostumbremos a su tacto, lo que no significa que le falte mordiente para detener el vehículo con total seguridad.
Nuestra unidad de pruebas montaba el motor diésel 1.6 CRDi, actualizado sobre la base de la generación anterior con el objetivo de mejorar su rendimiento y eficiencia. La potencia máxima crece hasta los 136 CV y el par ha subido hasta los 285 Nm, disponibles desde sólo 1.500 rpm (antes entregaba 128 CV, con 265 Nm desde 1.900 CV). Esta mejoría se deja notar con claridad, especialmente en la zona media, donde ahora sí contamos con una buena capacidad de empuje; pero todavía le falta una mejor respuesta en bajos (cosas de los motores pequeños) y la sensación de potencia tampoco se ajusta a los valores que indica la ficha técnica.
Este propulsor puede acompañarse de una caja manual de 6 marchas o, como era nuestro caso, de una caja automática de doble embrague y 7 relaciones desarrollada por el grupo Hyundai. En esencia, es igual a la que probamos en el Kia Optima; y según lo esperado, ofrece un rendimiento muy adecuado para el uso habitual. No es la más rápida del mundo, pero a cambio nos complace con un funcionamiento suave y una actitud adecuada, sin dedicarse a llevar al motor por debajo de su régimen ideal (aunque en cualquier caso, las relaciones de marcha son bastante largas). Además, tenemos la posibilidad de controlar el cambio manualmente de manera secuencial, ya sea mediante la propia palanca o haciendo uso de las pequeñas levas situadas tras el volante. Pese a todo, os aconsejo cuando menos valorar la opción manual de 6 velocidades, considerando los 3.500 euros de sobrecoste del automático.
Con esta combinación de motor diésel y cambio automático, el Kia cee’d homologa un consumo mixto de 4,4 litros por cada 100 km; pero una vez completado nuestro recorrido habitual por carretera, autovía y ciudad, el resultado obtenido fue de 6,1 l/100 km. Podemos encontrar motores diésel más eficientes incluso con cilindradas superiores, pero el cambio automático suele penalizar los consumos como bien sabemos; y al fin y al cabo, el promedio que arrojó nuestra unidad tampoco se escapa de los parámetros aceptables. La buena noticia es que las emisiones se quedan en 115 g CO2/km, lo que permite esquivar el impuesto de matriculación.
Muy bien equipado y con apetecibles descuentos
El acabado GT Line se corresponde con el nivel más alto de equipamiento que puede traer el cee’d; y por lo tanto, su dotación de serie es bastante completa. Sin coste añadido, incluye luces diurnas y ópticas traseras LED, faros antiniebla, retrovisores calefactables y plegables, techo solar panorámico, llantas de aleación de 17”, volante y cambio en piel, retrovisor interior fotosensible, climatizador bizona, sensores de aparcamiento trasero, dirección asistida variable, sensores de lluvia y luces, control de crucero, limitador de velocidad y sistema de infoentretenimiento con pantalla de 7”, manos libres y navegador. Hasta aquí, el Kia cee’d 1.6 CRDI GT Line automático tiene un precio de partida de 28.475 euros.
El cee’d GT Line sólo ofrece como opciones la pintura metalizada (que cuesta 451 euros, y a la que no recurre nuestro coche de pruebas) y el Pack Luxury, sólo disponible para esta motorización y que por 1.900 euros nos ofrece faros de xenón, arranque sin llave, freno de estacionamiento eléctrico, asistente de mantenimiento de carril y reconocimiento de señales de velocidad. Así pues, el precio total de nuestra unidad sube hasta los 30.375 euros. Sobre esta cantidad, la marca está aplicando un jugoso descuento de 5.559,95 euros, de manera que el precio final se reduce hasta los 24.185 euros. Tal y como yo lo veo, no está nada mal para tratarse de la edición más equipada de uno de los mejores compactos generalistas que tenemos a la venta en España.
Este comentario ha sido eliminado.