Mucha personalidad
Si hay algo que no se le puede negar al Mini es personalidad. La ha tenido desde su nacimiento a principios de los años sesenta de la mano de BMC (British Motor Company), y la sigue teniendo hoy en día, 55 años después bajo la influencia de los alemanes de BMW.
Es difícil encontrar un modelo en el mundo del automóvil que sea comparable al Mini. Ha sido uno de los coches más originales e influyentes de la historia, y hoy en día sigue siéndolo, como demuestra el éxito de ventas que tiene en todo el mundo.
Si Alec Issigonis, creador del primer Mini, levantase la cabeza, no daría crédito a lo que ven sus ojos. El paso del tiempo es implacable, y la evolución de este modelo responde a lo que se espera en un coche de 2014, absolutamente nada que ver con lo que ofrecía en la década en la que triunfaban los Beatles. Pero seguro que Sir Issigonis reconocería rápidamente en el actual modelo muchos detalles estéticos y funcionales inspirados en el coche que creó básicamente para servir de utilitario al público británico.
Esos detalles estéticos y las adecuadas proporciones de la carrocería que Mini supo introducir en el Mini del Siglo XXI, apenas han variado desde que la marca presentó el modelo en el año 2000. Tampoco hubo cambios destacados en la segunda generación, presentada seis años después, ni en ésta, 14 años después de la primera. Ha ido cambiando exteriormente tan poco que muchas personas no serán capaces de identificar las distintas generaciones de este modelo. Es un Mini, y punto.
Menos Mini
Diferencias las hay, y muchas. De entrada, el nuevo Mini estrena carrocería, un poco más grande que la anterior. Cree casi 10 centímetros en longitud, casi 3 centímetros en anchura y apenas en altura (7 milímetros). Y cambia algunos detalles del exterior. Por ejemplo, son nuevas las luces diurnas LED con forma de anillo. Apenas se percibe una reinterpretación de la típica parrilla Mini, que en el Cooper S que veis en las fotos presenta las formas de tipo “nido de abeja” y el logo S, que lo identifican como una versión más deportiva. Se ha modificado la grafía de los pilotos traseros, al montar ahora luces LED (opcionales), y poco más. Sin duda, los diseñadores de Mini han preferido mantener intactas el máximo de características estéticas del anterior modelo antes que hacer algún cambio arriesgado .
El restyling no se ve, y nunca dirías que se ha hecho sobre un chasis diferente. Porque una de las características más destacadas de la nueva generación es el aumento en 28 milímetros de la distancia entre ejes. Este es un claro ejemplo de que el Mini es cada vez menos mini y más un coche compacto.
Este aumento de batalla ha conllevado un incremento del espacio interior, perceptible sobre todo en las plazas delanteras y el maletero, que pasa a tener ahora 211 litros en lugar de los 160 del Mini anterior. Es una mejora notable, pero todavía insuficiente si comparamos esta capacidad con la que ofrecen un Audi A1, un Citroën DS3 o un Alfa Romeo MiTo, entre otros competidores, algo superior.
Las plazas traseras siguen siendo estrechas y de difícil acceso. Caben dos adultos que, si son de tamaño medio, pueden viajar con un nivel de comodidad suficiente. De la misma manera, caben las sillitas de los niños, aunque justas. Tarea más complicada es colocar el carrito en el corto maletero.
Distribución de mandos mejorada
En el interior vemos rápidamente algunos cambios respecto al Mini del año pasado. El velocímetro ya no está en el centro del salpicadero y pasa a situarse en el cuadro de instrumentos, una posición más lógica. Nunca me gustó el velocímetro anterior, era incómodo de leer y siempre optabas por la lectura del velocímetro digital, por lo que su utilidad era dudosa. Ahora, la información de la conducción fluye más rápidamente apoyada por otra novedad: el head-up-display, una pequeña lámina situada en la parte superior del salpicadero, a la altura de los ojos del conductor, en la que se proyectan los principales datos del ordenador de a bordo e incluso las instrucciones del navegador.
En el centro se sitúa la pantalla de 8,8 pulgadas (opcional) que visualiza el navegador, el funcionamiento del equipo de música, la información del estado dinámico del coche o, en el caso de venir instalado, el sistema Mini Connect que permite conectarse a Internet. Todo ello se maneja con el mando Mini Controller, un dial situado detrás de la palanca del cambios, muy al estilo BMW.
En el salpicadero domina el negro que contrasta, por un lado, con los cromados de las múltiples palanquitas que sirven, por ejemplo, para accionar el head-up display, el sistema Start&Stop, desconectar el ESP o arrancar el coche (ya no es necesario insertar la llave). Mini también ha reconsiderado, con buen criterio, que el mando de los elevalunas debe estar en la puerta y no en la consola central, como antes. El diseño a veces está reñido con la funcionalidad. En el nuevo Mini, ambos aspectos, a veces contradictorios, llega a su justo equilibrio. El habitáculo es llamativo, original y se percibe muy bien acabado. En el Cooper S hay piel en el volante, la palanca del cambio y los asientos. Estos últimos son de muy buena calidad, cómodos y deportivos (de serie en esta versión S). Sujetan a la perfección, y permiten ajustar la longitud de la banqueta. El aspecto de todo es muy “Premium” y en parte justifica el elevado precio de este modelo, que se sitúa entre los utilitarios mejor terminados.
Motor que pide guerra
192 CV en un coche tan pequeño prometen buenas sensaciones. Y la verdad es que este Mini las transmite rápidamente, ya desde los primeros compases de la ruta. Este motor de gasolina, el único de la gama Mini con cuatro cilindros (el resto son de tres) empuja bien desde abajo (El par motor máximo de 280 Nm ya lo tenemos disponible a 1.250 r.p.m.) y estira con mucha rapidez, suavidad y elasticidad hasta las 6.000 r.p.m. Es un motor con carácter, que pide guerra, y estimula a circular a buen ritmo.
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Al acelerar y entrar en funcionamiento el turbo percibes rápidamente que se trata de un motor bastante “apretado”: son sólo 1.998cc y 192 CV, una cifra excelente que permite dar el carácter deportivo esperado en una versión S del Mini. El cambio automático de seis velocidades también está a la altura, y es el perfecto complemento para un motor así. Podemos cambiar mediante las levas o dejar que el cambio actúe por sí solo. En cualquiera de los dos modos la inserción de las marchas es rápida y se percibe agradable.
El consumo promedio del Cooper S es oficialmente de 5,4 l/100 km. En nuestra prueba registró 8 l/100 km. de media, con un mínimo de 7 y puntas de 14,8 l/100 en conducción deportiva. Los consumos, como veis, son elevados. Pero mejoran si activamos el modo Green, uno de los programas del sistema Mini Driving Mode, que permite adaptar el chasis y la reactividad del motor y del cambio según nuestros gustos.
En modo Green el motor funciona con menos rabia, el cambio avanza las relaciones antes de que el motor se revolucione en exceso y la dirección pierde algo de su dureza para adaptarse a un estilo de conducción más tranquilo. En Green también puede llegar a desconectarse temporalmente el motor de la transmisión para circular en modo “vela”, por ejemplo, cuando vamos a velocidad de crucero por autopista y dejamos de dar gas.
Otro de los programas disponibles es el Mid, que viene a ser el intermedio entre el Green y el Sport, el que muchos usuarios van a tener activado siempre y que justifica las características deportivas del Cooper S.
El modo Sport, además de dar un reglaje deportivo a todos los parámetros del coche antes mencionados, modifica la sonoridad que sale por los escapes, un detalle que genera buenas sensaciones al conducir.
Excelente relación peso/potencia
192 CV y sólo 1.200 kilos de peso dan una relación peso/potencia muy buena, que marca el carácter dinámico de este Mini, en positivo. Es un coche muy ágil, y no sólo en ciudad. En carretera de curvas es excelente, tiene un chasis con muy buenas reacciones, que difícilmente subvira gracias a la acción de la electrónica del sistema Performance Control. El coche hace gala de una gran motricidad, ayudado por un diferencial electrónico de deslizamiento limitado, que también viene de serie en el Cooper S. Fiel a su filosofía “go-Kart”, este Mini demuestra un gran aplomo, vira muy plano y con total precisión gracias a una dirección muy directa, con tacto duro (en modo Sport), incisiva. Es apuntar y entra directamente en la curva. La dirección informa bien sobre como pisa el eje delantero, y permite cambiar de trayectoria con mucha rapidez. No se perciben balanceos ni inercias que ralenticen el tránsito entre un viraje y el otro. Todo ello contribuye a hacer muy divertida y segura la conducción en montaña.
Las suspensiones son muy rígidas. En esta nueva generación se ha reducido el peso de los basculantes del eje delantero y se ha montado un nuevo eje posterior multibrazo, más compacto y ligero. Equipa un sistema de control dinámico de la suspensión (DDC), que es el encargado de modificar el reglaje de los amortiguadores en función del programa elegido en el Mini Driving Mode. Es una suspensión ideal para un utilitario con unas pretensiones deportivas como el Cooper S y en buen parte responsable de que el coche vaya sobre raíles en las curvas. También ayuda, como no, el buen calzado: llantas de 17 pulgadas con neumáticos runflat o antipinchazo, también bastante rígidos. Por el contrario, es una suspensión muy dura para un uso general del coche, especialmente en ciudad. Tiene una respuesta muy seca, y filtra poco las irregularidades, que se transmiten a la espalda. En trayectos cortos, es cuestión de acostumbrarse, pero para desplazamientos largos el coche se nota incómodo. Es el precio que hay que pagar para poder gozar del carácter “kart” que Mini quiere dar a esta versión.
El precio básico de este Cooper S con cambio automático es de 27.700 euros. Con algunas opciones, rápidamente pasa de los 30.000, y si se trata de una versión bastante equipada como la que hemos probado, con techo panorámico, navegador, y pack Chili (tapicería de cuero, llantas 17”, ordenador de a bordo, volante multifunción, climatizador y Mini Driving Mode, entre otros ) llega a los 34.499 euros. No es un coche barato, nunca lo ha sido. Pero a cambio ofrece mucha calidad de construcción, unos acabados excelentes y un aire de exclusividad que es difícil percibir en otros utilitarios.
Coche de pijos, Cayetanos, o niñs con papás adinerados.
O de giliprogres hipócritas