Probamos el nuevo Mitsubishi Eclipse Cross en su versión tope de gama, 150 T con cambio automático CVT de 8 velocidades y acabado Kaiteki.
Si hay alguna marca que tenga justificada su participación en el mercado de los SUVs y todocaminos, ésta es Mitsubishi. Esta firma japonesa lleva más de 40 años en el mercado europeo vendiendo todoterrenos y vehículos con tracción 4x4, fiel a sus principios.
Desde los tiempos del Mitsubishi Montero (denominado Pajero en otros mercados) a principios de los años ochenta, Mitsubishi ha centrado su gama en vehículos con ADN off-road. Cierto es que en las últimas décadas el mercado del 4x4 ha ido menguando, y la marca ha pasado por momentos de crisis. Pero recientemente ha sabido dar un giro a su oferta, más enfocada hacia la versatilidad de los todocaminos o SUV, no sólo a los todoterrenos. La nueva generación del Outlander, el rediseño del ASX y sobre todo, el lanzamiento del nuevo Mitsubishi Eclipse Cross, son una clara muestra de ello.
El Mitsubishi Eclipse Cross es un nuevo SUV que lleva gestándose hace años. En Octubre de 2013 Mitsubishi presentó en el Salón de Tokio el XR-PHEV Concept. En Marzo de 2015 mostró en Ginebra la segunda evolución de este prototipo, que ha sido la base del actual Eclipse Cross. Si hacéis una comparativa, veréis que su estética apenas difiere exteriormente de ese concept de salón. El interior sí, no obstante.
Esto demuestra que la marca japonesa ha arriesgado bastante en el diseño de este nuevo modelo. No es del todo convencional, sobre todo su parte trasera, y el resto de la carrocería se desvincula bastante de los visto en el segmento, que suele ser demasiado repetitivo en los diseños.
El Mitsubishi Eclipse Cross se percibe, en mi opinión, original y vanguardista, y esto lo hace bastante diferente sus rivales, entre los que se encuentran el Nissan Qashqai, Peugeot 3008, Seat Ateca, Hyundai Tucson, Kia Sportage, Renault Kadjar, Suzuki S-Cross, etc.
Compacto
Mide 4,40 metros de largo, 1,80 de ancho, 1,68 de alto y tiene una distancia entre ejes de 2,67 metros. Por lo tanto, tiene un tamaño bastante compacto, aunque a simple vista aparente ser más grande. Es 6 centímetros más largo que un Mitsubishi ASX y 28 centímetros más corto que un Mitsubishi Outlander. Se coloca entre estos dos, con el objetivo de conquistar a un público que desee un SUV más equipado, mejor acabado y ligeramente más habitable que el ASX.
Su estética es bastante contundente, y viene marcada por un frontal con una gran parrilla de doble lama, con el logo de Mitsubishi en el centro, que enlaza con unos faros muy estilizados y con tecnología LED. El paragolpes delantero tiene un diseño deportivo, con grandes elementos cromados y un juego de antinieblas para nada disimulados.
Visto de perfil, se caracteriza por tener una línea de cintura muy alta, techo ligeramente en caída hacia atrás y un pilar C grueso e inclinado hacia delante. Esto le da una imagen muy cupé y deportiva. Las llantas son de aleación de 18 pulgadas. Pero donde más llama la atención es visto por detrás. El gran portón se acompaña de unas ópticas que están enlazadas y lo cruzan a modo de alerón, incorporando la luz de freno. Más arriba encontramos otro spoiler, de forma que la luneta queda “dividida” en dos. El aspecto es muy deportivo, y gustará o no, pero lo que está claro es que no deja indiferente.
Bien diseñado y acabado
El Mitsubishi Eclipse Cross no tiene nada que ver con el resto de la gama, y marca un antes y un después en el lenguaje de diseño de la marca, según señalan.
Ese cierto vanguardismo exterior también tiene su traducción en el interior. En las plazas delanteras se sitúa un salpicadero de formas complejas, muy orientado hacia el conductor. El volante, de generoso diámetro y con mandos multifunción, tiene una tecla que permite activar las cámaras de visión trasera y lateral que facilitan las maniobras en ciudad o en off-road. La imagen se proyecta en la pantalla digital de 7 pulgadas del sistema de info-entretenimiento SDA (Smartphone link Display Audio), colocada en una posición superior, poco integrada, pero sin molestar la visibilidad frontal.
A través de esta pantalla podemos acceder de forma táctil a diversos menús, que permiten, entre otras cosas, acceder a la radio, el teléfono o la información proporcionada por Siri o mediante la compatibilidad con Smartphones con Android Auto, entre otros. Como novedad en la marca, estos menús también se pueden manejar mediante un touchpad o panel de control, situado en la consola central. Simplemente con los dedos podemos movernos por los menús y hacer click, aunque no nos permite escribir caracteres, como sí encontramos en otros touchpad, por ejemplo, de Audi.
Tener toda la información a disposición del conductor, y de forma segura, es algo que Mitsubishi ha estudiado mucho en este SUV. De ahí que por primera vez se monte un Head-up Display, que proyecta en el campo de visión del conductor los datos de la conducción, y evita que aparte la vista de la carretera.
Hay buenos huecos en la consola para depositar el móvil, por ejemplo, bebidas o elementos más grandes en la guantera central. En las puertas también hay un buen espacio para colocar botellas de litro, entre otras cosas.
La sensación de calidad percibida y atención al detalle es alta, y en ello también influyen los materiales utilizados para la confección de este salpicadero. Se combinan plásticos blandos y de buen aspecto con molduras de aspecto aluminio y carbono. Los remates son buenos, y todo aparenta robustez.
En las plazas traseras caben tres adultos sin problemas de espacio. Hay buena distancia entre filas, anchura y altura al techo, e incluso el pasajero del asiento central puede viajar con un buen nivel de confort. Los asientos son ergonómicos, con respaldo reclinable y banqueta desplazable 20 centímetros. De esta manera, podemos ajustar el espacio del maletero a las necesidades puntuales de transporte. Esta solución no es muy habitual en el segmento, y demuestra el carácter familiar, práctico y versátil que Mitsubishi ha dado a este SUV.
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El maletero ofrece 359 litros en su posición estándar y alcanza los 466 litros si avanzamos las banquetas de la segunda fila esos 20 centímetros antes comentados. Si abatimos los respaldos la capacidad máxima de carga es de 1.103 litros. Las cifras indican que es un maletero pequeño en comparación con sus rivales, que se mueven en torno a los 500 litros. Peca, sobre todo, de escasa altura al techo, aunque tiene buenos detalles, como el doble fondo o la posibilidad de guardar la bandeja cubremaletero en el mismo.
Potente motor de gasolina, con turbo
El sistema de entrada y arranque sin llave, de serie en este acabado tope de gama, es recomendable para los que vaís muy ajetreados en el día a día. Es muy cómodo abrir sin buscar la llave y darle al botón. El motor de gasolina cobra vida de forma rápida, sin estridencias, y augura una conducción plácida.
Esta versión con cambio automático de tipo variador tiene en general un rodar muy suave, sin brusquedades en la transición entre marchas, porque de hecho, no existen. Las ocho velocidades que dice tener este cambio automático CVT son “virtuales”, no son consecuencia de un cambio de engranajes, ya que éstos no existen. La sensación de cambio de marchas se genera mediante una sutil modificación en la fuerza motriz.
Este motor sorprende por su entrega de par máximo para tratarse de un gasolina: ofrece 250 Nm a 1.800 vueltas, que mantiene hasta las 4.500 vueltas, una cifra excelente. No obstante, la primera respuesta al acelerador es un tanto brusca en ocasiones, y se llega a notar incluso la entrada en funcionamiento del turbo. Esta sensación ocurre con el modo “Auto” de funcionamiento. El coche ofrece otro modo, “Eco”, que suaviza esta respuesta pero a cambio “capa” la entrega de potencia, todo para rebajar el consumo de combustible.
Ambos modos se activan mediante un pulsador en la consola central.
La asociación motor-cambio no me convenció. Conduciendo con suavidad y tomándose las cosas con calma, no hay reproche. La primera respuesta al acelerador es instantánea. Pero en cuanto aceleramos con decisión para adelantar o recuperar velocidad, el resbalamiento del cambio es evidente. Se produce el típico efecto en los cambios de tipo variador, en el que las revoluciones que alcanza el motor no se corresponden con la velocidad y el impulso recibidos. Además, aumenta la sonoridad, con lo que la sensación no es del todo agradable.
Esa instantaneidad en la respuesta es la que permite que esta versión con cambio automático acelere mejor que la versión con cambio manual de seis velocidades (9,8 segundos en el 0 a 100km/h frente a 10,3 segundos). Pero desde el punto de vista de las sensaciones de conducción, la versión manual es más recomendable.
Este comportamiento del CVT también puede influir en los consumos, que son un poco elevados. Oficialmente la media de consumo es de 7 litros a los 100 km. , aunque en nuestra prueba la media registrada fue de 8,6 litros.
Es un SUV que se mueve bien en ciudad, gracias a su buena visibilidad frontal, buen radio de giro y tamaño compacto. La visibilidad atrás no es buena, ya que hay poca superficie acristalada y además la visión está “partida” por el alerón. Pero la disponibilidad de cámaras de visión trasera compensa este defecto, común en el segmento de los SUVs compactos.
Perezoso, pero noble
La primera sensación al ponerte al volante de este Mitsubishi es que estás conduciendo un SUV más grande y pesado de lo que realmente es. Este efecto lo provoca la elevada posición de conducción, la posición baja del salpicadero y el buen espacio en las plazas delanteras; pero también las reacciones de un chasis, que siendo muy noble, no evita que la carrocería balancee un poco en las curvas. Creo que una dirección un poco más incisiva y unas suspensiones algo más rígidas mejorarían el comportamiento, sobre todo en carretera de montaña, donde se nota algo perezoso en los cambios de apoyo.
A pesar de ello, el guiado es muy bueno, el coche no se sale de sus casillas (gracias en buena parte a la acción de los controles de tracción y estabilidad, en ocasiones algo intrusivos) y hace gala de una excelente motricidad, incluso en asfalto en precarias condiciones. La transmisión integral es muy efectiva, y da confianza.
Este SUV prioriza el confort frente a las prestaciones puras, con el objetivo de agradar a la mayoría de clientes. Su funcionamiento en autopista, a velocidad de crucero y bajas r.p.m. no difiere del de una berlina. Está bien insonorizado, tiene buena aerodinámica y demuestra un buen rodar.
En largos desplazamientos es interesante aprovechar el grupo de sistemas de asistencia que Mitsubishi incluye de serie en todas las versiones: sistema de mitigación de colisión frontal, de alerta de salida de carril, de arranque en cuesta, de monitorización de la presión de los neumáticos, sistema automático de activación de luces de carretera, limitador de velocidad y cruise control, entre otros. La versión más completa, Kaiteki, equipa además faros delanteros LED, control de velocidad de crucero adaptativo, detector de ángulo muerto y sistema de alerta de tráfico trasero.
Esta versión Kaiteki cuesta 36.000 euros de tarifa, que se quedan en 31.500 con descuentos y promociones incluidas. No obstante, tenéis un Eclipse Cross a partir de 26.300 euros, 21.800 euros con promociones.
Bueno, leyendo estos comentarios de particulares, aquí en la página, y, sobre todo, escuchando al especialista en su análisis, creo que este Mitsubishi se merece una prueba.