Probamos la sexta generación del Mitsubishi L200, un pick-up de estructura clásica que se renueva exteriormente y cambia varios elementos de su equipamiento, además de incorporar un nuevo motor diésel 2.2 DI-D con 150 CV.
Uno de los primeros pick-up que se desmarcó del concepto de vehículo industrial para potenciar las posibilidades de un pick-up como vehículo de ocio, fue el Mitsubishi L200. Este pick-up siempre ha hecho gala de una calidad de rodadura en carretera muy buena, y de unas aptitudes para el off-road de verdadero todoterreno. Esto es lo que le ha llevado siempre a ser uno de los pick-up más vendidos en España. Ahora, con la renovación estética, de equipamiento, y en parte mecánica que llega en esta sexta generación, su competitividad gana varios enteros.
Mitsubishi Dynamic Shield
Lo primero que llama la atención es el cambio estético experimentado, especialmente en el frontal. Pocas veces un cambio de frontal ha dado tan buenos resultados. Visto de frente, el Mitsubishi L200 parece un pick-up totalmente nuevo. Se ve más grande, más poderoso, con mayor empaque. Y todo por tener un capó 4 centímetros más alto y haber dado más protagonismo al paragolpes delantero, que tiene una posición más vertical y unas líneas más rectas, contundentes. Este paragolpes se acompaña de una parrilla de una sola lama y unos faros LED más estrechos y en una posición 10 centímetros más alta. También enlaza con unos pasos de rueda más cuadrados, que sobresalen hasta el punto que parecen proteger a los antinieblas. También cambian los retrovisores, ahora con intermitentes integrados.
En la trasera encontramos unas ópticas diferentes, con tecnología LED, y un nuevo paragolpes con mayor superficie de apoyo.
Todo en conjunto hace que el L200 tenga un aspecto más moderno, robusto y agresivo, más espectacular y llamativo a la vista.
Aunque en realidad estamos hablando del mismo modelo que Mitsubishi lanzó en el año 2006. Un pick-up de estructura clásica, con chasis de largueros y travesaños, suspensión independiente delante y de eje rígido con ballestas detrás.
Mide prácticamente lo mismo: 5 metros y 22 centímetros de largo, 1. 81 de ancho y 1,78 de alto, en esta configuración Doble Cabina que he probado. Es apenas dos centímetros más largo y ancho que el anterior L200.
Bajo el capó hay, eso sí, un nuevo motor: el mismo que se monta en el Mitsubishi Eclipse Cross. Se trata de un cuatro cilindros turbodiésel con 2.268 centímetros cúbicos, que da 150 CV. Cumple la norma Euro 6d, y permite que el L200 tenga distintivo medioambiental C.
La unidad que probé venía equipada con algunos accesorios extras: estribos laterales, el Roll Bar, una tapa para cubrir la caja o una barra para protegerla. Con estos elementos, el precio de la unidad que he probado llega a los 47.815 euros. Aunque esta versión Kaiteki tiene un precio de partida de 44.988 euros.
Nuevo volante y más funcionalidad
Si volvemos a hablar del L200 es porque ha cambiado en parte el diseño de su interior. Aunque las formas del salpicadero son las mismas que las que utilizaba la anterior generación, se incorporan nuevos elementos. El más destacado es el volante, idéntico al que se monta en el Mitsubishi Outlander, con un aro más agradable de sujetar y con nuevos mandos multifunción. Tambien cambia el cuadro de instrumentos, que incorpora una nueva pantalla TFT a color entre los relojes, que son analógicos. La tecnología digital siempre llega más tarde a este tipo de vehículos. Se mantienen la pantalla central digital, con buenos gráficos y unos menús en forma de aplicaciones, intuitivos y fáciles de utilizar. Todo se maneja de forma táctil. No hay teclas de acceso directo.
La consola central cambia sus formas, y tiene acabados en aluminio que mejoran la sensación de calidad percibida, que es buena. Se ve menos plástico y menos piano black, y eso es positivo.
Ahora hay nuevos huecos para colocar objetos, de forma que se gana en funcionalidad.
Como detalle, se mantienen las dos agarraderas superiores, ideales para sujetar el cuerpo en las curvas o durante las excursiones al campo.
En las plazas traseras no hay cambios destacados. Hay una buena butaca, cómoda y en este acabado Kaiteki forrada en cuero. Sí que se incoporan, como novedad, un hueco para colocar un Smartphone, por ejemplo, y dos tomas USB.
La caja de carga no cambia. Es pequeña en comparación con la de sus principales rivales, Ford Ranger, Toyota Hilux, Nissan Navara (en este enlace tenéis una prueba en vídeo del Nissan Navara Off-Roader AT 32), Mercedes-Benz Clase X (en este enlace accedéis a la videoprueba del Mercedes-Benz Clase X) o Volkswagen Amarok. Todos ellos ofrecen una caja, sobretodo, más ancha. Aunque en la caja del Mitsubishi podemos cargar más de una tonelada de peso y ahí se equipara a su competencia. Ahora el portón incorpora unos amortiguadores, buen detalle de acabado.
Un Mitsubishi L200 más rígido
Esta sexta generación del L200 tiene una carrocería más reforzada, con más rigidez torsional. Los muelles de la suspensión delantera son más grandes y los amortiguadores más rígidos. En el eje trasero se ha añadido una ballesta más. Ahora son seis en lugar de cinco. Estos cambios dan más robustez al chasis, y hacen que el comportamiento sea más preciso. Las versiones con las llantas de 18 pulgadas también tienen discos de freno delanteros más grandes, con pinzas de dos pistones.
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El comportamiento en carretera ha mejorado, aunque en el anterior L200 ya era de por sí bueno. No obstante, no evita que al volante se perciban los típicos rebotes del eje trasero (sobretodo con la caja vacía) o las vibraciones del motor diésel, que es un tanto tosco y ruidoso. Falta algo de insonorización y de refinamiento, pero se acepta en un coche que deriva de un vehículo industrial. La dirección está muy desmultiplicada, sería deseable que fuese algo más directa, aunque se guía de forma precisa.
El motor parece tener más potencia de la que registra. Es un poco perezoso en los arranques, quizás debido al efecto del cambio, un convertidor de par de seis relaciones (antes era de cinco). Pero estira con contundencia a medio y alto régimen.
El consumo de combustible es un poco alto: el consumo medio, según ciclo WLTP, es de 9,6 litros a los 100. En nuestra prueba llegamos a un mínimo de 7 litros y medio en carretera y un máximo de 10 litros y medio en ciudad. En general, gasta casi 2 litros más que la versión con cambio manual, algo que debéis tener en cuenta.
No es un coche para circular por la ciudad, está claro. No sólo por lo que gasta, sino por su tamaño. Encontrar un hueco para aparcar puede ser un suplicio. Las maniobras, eso sí, son fáciles con la cámara de visión trasera.
Otros sistemas de ayuda a la conducción son el de frenado automático anticolisión, eso sí, a veces demasiado sensible, te avisa innecesariamente. Sistema de deteción de ángulo muerto, de salida de carril y de alerta de tráfico trasero, entre otros.
Pick-up con reductora, buen TT
A la hora de salir del asfalto y pisar el campo, es una buena garantía contar con la transmisión de Mitsubishi Super Select II, que permite rodar en 4x2, 4x4, 4x4 con bloqueo del diferencial central, y 4x4 con reductora y bloqueo. Son transmisiones de auténtico todoterreno.
Los ángulos característicos son buenos: sobretodo el de ataque: 30 grados, suficiente para poder remontar un paso un poco complicado sin golpear el paragolpes delantero. Pero el resto de ángulos son algo justos : El de salida, debido al voladizo trasero, se queda en 22 grados. Por eso es fácil golpear con la caja. Una barra de protección siempre evita males mayores.
El ángulo ventral es de 24 grados. Bastante corto, como en todos los pick-up. Pensad que la altura libre es de 20 centímetros y tiene tres metros de batalla.
Por eso también hay que ir con cuidado en el paso de crestas para no enganchar los bajos o las estriberas.
Si sois conscientes de estas limitaciones, el L200 puede daros muchas satisfacciones fuera de carretera, porque el resto de aptitudes son las de un verdadero TT. Tiene, como novedad, un sistema de modo Off-road, con programas para circular sobre gravilla, sobre barro y nieve, sobre arena y en zonas de rocas. Cada programa adecua de forma automática la respuesta de la transmisión, la del motor o la del control de estabilidad y tracción para garantizar el avance
Con el programa rocas es fácil circular por terreno duro y escarpado. Con la reductora insertada, trepa de forma muy fácil, con muy buena motricidad. Es difícil que alguna rueda pierda contacto con el terreno, ya que tiene un buen recorrido de suspensión.
La electrónica también ayuda a bajar pendientes a una velocidad constante, gracias al control de descensos.
Sólo eché en falta un bloqueo para el diferencial trasero, que no montaba esta unidad de prensa. Es muy recomendable si vais a hacer TT con intensidad, algo que puede hacerse con este pick-up con un mínimo de preparación.
En definitiva, el nuevo L200 mantiene las buenas aptitudes del anterior, debido a que no cambia en lo básico, pero mejora en algunos aspectos para hacerse más competitivo y sobre todo, atractivo exteriormente. Es algo más que un restyling, que ha llevado a Mitsubishi a hablar de una nueva generación, convencida de que las modificaciones han valido la pena.
Lo suyo sería hacer una video-comparativa entre las diferentes pick-ups del mercado, no?