La Sierra del Maestrazgo
La Comarca del Maestrazgo está situada en el sector oriental de la provincia de Teruel y norte de la provincia de Castellón. Su baja densidad de población contrasta con la pujanza económica que tuvo la comarca en tiempos de los Templarios.
En el agreste paisaje de estas tierras encontramos un gran patrimonio natural, donde barrancos, pequeños ríos, ramblas, bosques de encinas, robles y pinos, alternan con los campos de cereales, almendros, olivos, vides y avellanos.
La Sierra del Maestrazgo debe su nombre al término “maestre”, autoridad máxima en las órdenes militares del Temple, San Juan y Montesa, quienes administraron durante siglos esta comarca.
Es una sierra montañosa que, por lo abrupto de su geografía y su clima riguroso, nunca estuvo muy poblada en época del Cid. Sin embargo, su situación geográfica, entre los reinos islámicos de Lérida y de Zaragoza y el condado de Barcelona, propició que algunos pasos fueran estratégicamente decisivos y se erigieran fortines y castillos en enclaves de importancia.
El Cid está muy vinculado al Maestrazgo, ya que sabemos que estuvo en la zona de Morella en varias ocasiones, en defensa de los intereses de la taifa de Zaragoza y con posterioridad del suyo propio, pero no sabemos con seguridad cuáles fueron sus itinerarios ni en que localidades estuvo, aunque presumiblemente pudo estar en Culla, que era una importante punta de lanza del incipiente Reino de Aragón, un puesto militar en mitad de la nada, y también (da cuenta de ello el historiador Escolano sin aportar documentación), en Montanejos y Puebla de Arenoso, siguiendo el curso del río Mijares, a cuyos castillos sometió al pago de tributos.
En todo caso, si se sabe que estuvo en Onda, cuyo castillo conquistó el Cid, según el Cantar, después de ganar al Conde de Barcelona y al Rey de Lérida en una gran batalla, en Tévar.
Caminos del Cid, caballeros de la Orden del Temple y abruptos y solitarios paisajes serán pues, los que nos acompañen en esta ruta que, si bien comienza en Puertomingalvo, en la provincia de Teruel, se desarrolla prácticamente en su totalidad por el sur del Maestrazgo castellonense.
Como hiciéramos en la ruta por Teruel, nuestro centro de operaciones y lugar de pernocta lo situamos en la Masía Pelarda, lugar ideal para cualquier amante de la naturaleza y el off road y desde donde partiríamos, en esta ocasión acompañados por el hermano mayor de los Nadal (Antonio), hacia Puertomingalvo, donde comenzaríamos a grabar nuestro track y realizaríamos las primeras fotos de la D-Max.
Enclavado en pleno Parque Cultural del Maestrazgo al noreste de la comarca de Gúdar-Javalambre, Puertomingalvo está rodeada por un increíble entorno natural.
Su historia se remonta a tiempos de los íberos. Una necrópolis ubicada en el “Montañés” nos habla del paso del imperio romano por la zona. El poderío musulmán también estuvo presente como muestran las primeras referencias escritas que especulan con su inicio histórico. Fue en 1181 cuando se afirma que Puertomingalvo fue reconquistado, y en 1202 se establece el acta fundacional de la Villa.
El núcleo urbano es un conjunto formado por una complicada red de calles estrechas en las que se levantan buenos ejemplos de arquitectura popular, y se asienta sobre un promontorio rocoso presidido por el castillo.
Se tienen noticias de él en 1202 con el nombre árabe de Avingalbón. Pedro II lo donó al Obispo de Zaragoza. Es una de las fortificaciones mejor conservadas de toda el área del Maestrazgo, configurándose como un espléndido mirador panorámico de la zona.
Compitiendo por resaltar ante los ojos del visitante nos encontramos con la Iglesia Parroquial de la Asunción y San Blas, construcción barroca del siglo XVIII, cuya torre del campanario es su día, actuó como fortaleza.
Las edificaciones de la Casa “Lloveros” y la “Alta”, pertenecientes al gótico levantino; el antiguo hospital de Santa María de Gracia, obra del siglo XV; o los peirones (como se denominan a las cruces de término en Aragón), de San Bernabé, del Dornajo, de la Pilarica y el de Santa Bárbara contribuyen a que la totalidad del núcleo poblacional sea considerado Conjunto Monumental y declarado de Interés Turístico.
Nada más salir del pueblo nos introducimos por una pista que poco después nos ofrecerá una estupenda vista panorámica de Puertomingalvo. Poco a poco, las pistas se van haciendo cada vez más estrechas mientras rodamos por los bosques que nos terminarán llevando hasta el Monasterio de San Juan de Peñagolosa, situado en el término municipal de Vistabella del Maestrazgo a los pies del Macizo del Peñagolosa.
El Santuario está formado por un conjunto de edificaciones en torno a una plaza general, y un pequeño patio interior alrededor del cual se articulan las diferentes dependencias que son las más antiguas, incluido el muro lateral de acceso al templo por el interior. En éste han aparecido pinturas murales de 1592.
La portada principal de la iglesia, a los pies, está labrada en piedra y consta la fecha de 1706, que indica el año de su finalización, aunque fue rehecha a finales del siglo XVIII.
Los comienzos del culto a San Juan deben ser posteriores a la conquista de Jaime I. Es habitual citar el santuario como Cenobio, ya que probablemente fue construido en forma de "u" sobre el cenobio del siglo XVI. Parece indudable la existencia de ermita y hospedería o casa del ermitaño en el período gótico, desaparecidas por las transformaciones que sufre por el auge del santuario en la segunda mitad del siglo XVI.
Preciosas pistas, vistas y paisajes nos siguen acompañando hasta que llegamos a la CV-190, que cogeremos a la izquierda para llegar a Lucena del Cid.
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En medio de este ambiente mediterráneo montano, los prados mantienen el verdor casi todo el verano y abundan frondosos bosques de pinar de montaña, así como algunas espesuras de hoja caduca, que en otoño resaltan con sus tonos rojos y amarillos.
Aquí, la cabra montés, aunque escasa a mediados del siglo pasado, logró sobrevivir a la persecución humana y ahora forma abundantes rebaños en los extensos roquedales de la comarca, como pudimos comprobar en diversas ocasiones y en una incluso llegar a "cazarlas" con la cámara.
Finalmente, Lucena del Cid, también conocida como "La perla de la montaña" se nos presenta en la distancia. El añadido "del Cid" en su nombre se remonta a 1863, pero el Ayuntamiento no lo utilizó hasta 1925. Antes, Lucena tuvo otros tres "apellidos": "de Aranda", en el siglo XVIII; "de Valencia", a mitad del siglo XIX; y poco después, por las mismas fechas, "de Castellón".
La población se sitúa en una loma no muy alta entre el Barranco de la Pedreñera y el río Lucena; presenta la típica estampa montañosa con calles torcidas y empinadas, elevada sobre el cerro con el río a sus pies.
Entre su patrimonio destaca la Iglesia de Nuestra Señora de la Ascensión del siglo XVIII, de estilo neoclásico con reminiscencias barrocas, y en ella, el retablo, la fachada, la cripta y el magnífico Museo de Orfebrería con valiosas piezas de arte sacro y pinturas de diferentes épocas.
También la Ermita de San Antonio, edificada en 1785 sobre una anterior, del siglo XIII, se alza sobre un impresionante espolón rocoso que domina el Barranco de la Pedreñera; la Plaza Mayor, porticada con arcos góticos conocidos como Els Perxes; el Castillo-Palacio de los Ximénez de Urrea, de origen árabe; la Torre de L'Oró (Torre del Oro), musulmana, conocida como el Fuerte; o La Torre de Foyos, Monumento Nacional desde 1931.
De Lucena salimos dirección sur por pistas que cada vez se van volviendo más pedregosas y estrechas, nada en cualquier caso que ponga en apuros a la D-Max, que mantuvimos durante toda la ruta en tracción trasera y cuyo sistema de tracción y estabilidad apenas actuó en un par de ocasiones, para avisarnos de que la pista estaba más resbaladiza de lo que parecía.
Poco después llegaríamos a Araia, conjunto diseminado de masías situadas al oeste del término municipal de l’Alcora, en un precioso entorno natural. El núcleo principal es la Ermita, y en él se encuentra el templo dedicado a San Joaquín y Santa Ana, construida en 1873.
Por su singular ubicación, en Araia confluyen numerosas rutas naturales que discurren por el término de l’Alcora, otras poblaciones de l’Alcalatén e incluso por las comarcas vecinas de la Plana Alta y el Alto Mijares, y que conectan con lugares como Torremundo (el techo del término municipal de l’Alcora), la Cova de l’Ocre, el Salto del Caballo o el Más de Marco.
Los sedimentos arcillosos de la cuenca del barranco de Araia son ricos en yacimientos paleontológicos, destacando el reciente hallazgo de fósiles de marsupiales de 16 millones de años de antigüedad.
Finalmente, alcanzaríamos Ribesalbes, cuyo núcleo urbano se ubica en una ladera de montaña deslizándose hacia el cauce del río Mijares.
Ribesalbes tiene una clara vocación industrial, en la que su tierra, la arcilla, ha sido el elemento que dio lugar al resurgimiento económico del municipio; la arcilla y el esmalte, unidos en un azulejo y pavimento de calidad, fabricado con moderna tecnología, y una cerámica artística que mantiene el rigor artesanal pero busca también nuevo horizontes, seguirán siendo el elemento que identifique a Ribesalbes.
La falta de suelo industrial para la ampliación de las industrias azulejeras hace que muchas industrias hayan creado nuevas naves en los próximos términos de Onda o Alcora.
El edificio de mayor interés es la Iglesia Parroquial de San Cristóbal, del siglo XVIII y estilo neoclásico. También destacan el Acueducto, del siglo XIX y el Mirador de Miramar, lugar idóneo para contemplar excelentes vistas panorámicas de la localidad y el cauce del río Mijares.
Tanto Onda como Ribesalbes eran excelentes sitios para terminar nuestra ruta de hoy, y como la hora de dar calma y sosiego a nuestras rugientes tripas nos sorprende en Ribesalbes, decidimos que era un excelente sitio para hacer lo propio.
La gastronomía típica de Ribesalbes sigue las directrices de la cocina mediterránea, en este caso platos basados en productos naturales, donde las carnes y verduras tienen especial relevancia.
Sobre su comida tradicional destaca en la época de caza los tordos con cebolla, bañados en aceite de oliva o platos como la olla de penques y los bollos de tomate y verdura. Los dulces también son deliciosos y variados, como el dulce de boniato y cabello de ángel con los que se elaboran los típicos “pastissets”. El rollo de San Antonio, los buñuelos con higos o manzanas, la mona de Pascua o la torta de almendra de Ribesalbes, también son parte de su gastronomía.
Una vez más, la satisfacción acompañó nuestro regreso, tanto por la belleza de la ruta que habíamos realizado, como por escapar esta del tan manido sol y playa, en el que habitualmente encasillamos cualquier actividad turística que tenga que ver con nuestras provincias levantinas. Maravillosos sol y playa sin duda, pero solo una parte de la belleza que estas provincias pueden ofrecer.
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