Profunda renovación
Hace unos meses que Mercedes inició la comercialización del sustituto del Sportcoupé, denominación que ahora destierra a un segundo plano para adoptar en primer término las siglas CLC. Y aunque, después de ocho años en el mercado, sería, quizá, más propio estar hablando de la segunda generación de este modelo, el fabricante alemán ha preferido someterlo a una profunda renovación, que siempre es menos costoso y también alarga su vida comercial. Pero eso sí, la revisión la han hecho a conciencia. No en vano, según afirman en la marca, para el CLC se han evolucionado o desarrollado por completo 1.100 componentes. Algo que se aprecia en una estética más depurada y actual, una mejor dotación de equipamiento y unas mecánicas que afinan el consumo. El comportamiento sigue siendo el característico de un Mercedes: gran precisión en el guiado y elevado confort de marcha.
El precio del CLC 220 CDI parte de 33.600 euros, claro que sumando opciones llega a sobrepasar los 40.000 euros.
El nuevo Mercedes CLC mantiene la línea del anterior Sportcoupé pero con unos rasgos más suavizados. El frontal adopta una nueva parrilla con tres lamas cromadas horizontales y el logotipo de la estrella más grande. Los grupos ópticos muestran una forma más almendrada en lugar del doble faro redondeado y los indicadores de dirección también se integran en los espejos retrovisores exteriores con un original estilo bidente. La parte trasera abandona el alerón, de modo que el cristal del portón ya no aparece dividido en dos. El alerón que se ha sustituido por un discreto pliegue que prácticamente es recorrido en su totalidad por la fina tira de diodos que conforma la tercera luz de freno.
Los 4,45 metros de longitud que mide el CLC dan bastante de si en lo que a espacio del habitáculo se refiere. Para tratarse de un coupé, la habitabilidad es bastante buena. Las plazas delanteras disponen de la amplitud propia de una berlina de su categoría y las traseras, aunque no ofrecen ningún inconveniente para colocar las piernas con comodidad, la altura disponible para sentarse con la cabeza erguida empieza a ser un problema para los que midan más de 1,75 m. El acceso a estas plazas no es especialmente fácil pese a que los asientos delanteros abaten en dos etapas: primero desplaza el respaldo y luego levanta la banqueta. La gran luminosidad que aporta el techo acristalado crea una atmósfera interior de gran calidez. Los asientos delanteros, de corte deportivo, tienen una banqueta notablemente dura y carecen de regulación eléctrica. Ahora el volante es de tres radios y el cuadro de instrumentos también ha variado su diseño. Los relojes presentan un fondo de cuadros negros y grises que le otorga un toque muy sport. El resto del interior permanece prácticamente inalterado.
La variante 220 CDi es la más potente de las dos posibles en ciclo diesel. Es un motor que rinde 150 caballos a 4.200 revoluciones por minuto y que, en este caso, va asociado a una transmisión automática de cinco velocidades, aunque de serie monta el cambio manual de seis marchas. Ofrece un par máximo de 340 newton metro a 2.000 revoluciones por minuto y una velocidad máxima de 224 kilómetros por hora, con una aceleración de 0 a 100 km/h en 9,7 segundos. Es un motor que, al menos en el CLC, se muestra rumoroso, sobretodo en parado y al iniciar la marcha. Una vez alcanzada una velocidad constante y dentro de los límites legales establecidos, el sonido del motor que llega al habitáculo pasa mucho más desapercibido. En cuanto al consumo, nuestra media ha sido de 6,9 litros a los 100 kilómetros.
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El CLC mantiene la plataforma y el mismo esquema de suspensión del modelo que sustituye pero revisado. Además, con el "paquete deportivo" la suspensión es todavía más firme y se rebaja la altura del chasis respecto al suelo. El confort de rodadura es bueno teniendo en cuenta las llantas de 18 pulgadas y los neumáticos de perfil bajo. Un confort que se mantiene incluso cuando el asfalto no está en perfectas condiciones. El CLC no es un modelo especialmente ágil pero sí proporciona la sensación de ir literalmente pegado al asfalto. La dirección transmite un tacto agradable y una elevada precisión en el guiado. El cambio automático de cinco marchas no es muy rápido de respuesta si se quiere adoptar un ritmo de conducción "alegre", pero resulta más cómodo que el cambio manual. Y en cualquier caso, el conductor también puede seleccionar la marcha manualmente bien a través de la palanca o de las levas situadas en el volante.
De todo el equipamiento de serie que ofrece el CLC la lista más completa es, sin duda la correspondiente al apartado de seguridad. En ella se incluye ABS, ESP, servofreno de emergencia, tracción antideslizante, cinturones delanteros con sistema PRE-SAFE, airbags delanteros frontales y laterales, airbags de cabeza, indicador de desgaste de las pastillas de freno, control de crucero y limitador de velocidad, entre otros. Sin embargo, deja como opción los airbags laterales traseros (474,55 euros) y un paquete de faros bixenon con regulación automática de alcance, lavafaros, luz de curvas y avisador del nivel de líquido del limpiaparabrisas (1.150,75 euros).
El Mercedes CLC no es un coupé barato, pero dentro de las marcas Premium y partiendo del nivel de acceso, es más asequible que un Audi A5 o que un BMW Serie 3 Coupé. Claro que el CLC es más pequeño y equipa un motor menos potente. En comportamiento dinámico el modelo de la estrella es noble, estable y predecible en sus reacciones y aunque el motor CDi que equipa no es brillante tampoco defrauda. El cambio automático es una opción que se agradece, sobretodo, si se circula mucho por ciudad. Otra opción recomendable son los faros bixenon.
Lindo