El Mini Countryman ha cambiado mucho más de lo que parece. Tanto ha cambiado que no sólo estamos ante una nueva generación del coche sino ante un coche distinto, que ataca un segmento superior. Si hasta ahora el Countryman era un SUV del segmento B destinado, esencialmente, a ser un segundo coche familiar y de público mayoritariamente femenino, el nuevo, más grande y más amplio, entra de lleno a competir en el segmento C, el de los SUV compactos y, por lo tanto, se posiciona como un modelo premium entre los modelos del segmento orientados claramente a un uso familiar.
El Countryman anterior medía 4,09 metros de largo y el nuevo mide 4,29, es decir, un palmo más. A título comparativo, un Nissan Juke mide 4,13 metros y un Nissan Qashqai 4,37. Si hasta ahora el Countryman era de los pequeños del segmento B, ahora es de los pequeños del segmento C. Y el resto de cotas así lo confirman. Su anchura ahora es de 1,82 metros (3 centímetros más) y su distancia entre ejes ha pasado de 2,59 metros a 2,67. Todo ello se nota, y mucho, tanto en el habitáculo como en el maletero.
Un auténtico Mini, al menos estéticamente
Este nuevo Mini mantiene la estética Mini. Es decir, parrilla con la forma típica de todos los Mini, faros redondeados, que no redondos, separados de la parrilla y que se mantienen en su sitio cuando se abre el capó que les rodea, techo plano y pilotos traseros rectangulares y verticales. Todo ello modernizado, crossoverizado y con ese aire de falso todoterreno ineludible en un coche del segmento con los pasos de ruedas remarcados con plástico negro.
Hay que decir que Mini ofrece un kit "off-road" estético para que el coche parezca más todoterreno. Este kit es incompatible con el que llevaba la unidad que hemos probado y que estaba profusamente decorada con, entre otras cosas, el kit estético del paquete John Cooper Works.
Este kit aerodinámico incluye, además de los estéticos, numerosos elementos de equipamiento como el climatizador o el acceso sin llave y aumenta el precio en 4.000 euros. Además, las carcasas de los retrovisores, las inserciones laterales e incluso los seguros interiores ajedrezados o las llantas blancas, que parecen las OZ de los Lancia Delta Integrale de rallys de finales de los 80, pertenecen a la larga lista de accesorios que permiten personalizar a tope cualquier Mini con cientos de ideas a cual más divertida, atractiva o… estrafalaria.
Mini es una marca que condiciona extraordinariamente a los diseñadores. El parecido imprescindible de todos sus modelos con el Mini original de los años 60 implica que deban mantenerse elementos icónicos como los citados en el exterior pero también en el habitáculo donde es obligatorio mantener en el centro del salpicadero un gran elemento redondo que recuerde el velocímetro del Mini original, situado precisamente allí.
En el habitáculo también se nota que el Countryman pertenece ahora a un segmento superior. La pantalla central está en el mismo sitio pero la consola es más ancha, la instrumentación más completa ya que el velocímetro ha pasado del instrumento central a detrás del volante, la calidad de materiales y de acabado ha aumentado y hay elementos como la puesta en marcha por botón, el freno de mano eléctrico o el mando para los menús de la pantalla que antes no estaban y aque ahora sí aparecen en el habitáculo.
La pantalla central, que se maneja mediante un mando entre los asientos (situado un poco bajo para mi gusto), ofrece la posibilidad de gestionar el equipo de audio (radio y dispositivos externos), el teléfono, el navegador y los servicios conectados. Cabe destacar que el coche puede tener acceso on-line y wifi interior y que la llamada de emergencia en caso de accidente es de serie.
También los asientos, de corte deportivo, son más grandes que los del modelo anterior (tienen además regulación de la banqueta en longitud) y en la base del cambio aparece el selector de los modos de conducción, una opción incluida en el mencionado paquete John Cooper Works de nuestra unidad pero que también puede montarse como una opción aparte. Esta opción permite elegir entre el modo normal, que es el que se activa por defecto, el modo Sport o el Modo Eco. Todos afectan a la respuesta del motor y del cambio y a la asistencia de dirección.
Más habitable y con más maletero
Donde se demuestra que el coche es ahora un SUV compacto de carácter familiar es de medio coche hacia atrás. Las plazas traseras son más amplias y tienen una buena distancia entre filas (comparada con el tamaño exterior) pero, sobre todo, una buena cota de anchura. Este Mini, junto al Clubman, son los primeros de la gama en ofrecer tres plazas reales detrás, incluso para tres adultos en viajes cortos o para un adulto entre dos sillitas infantiles si estas no son muy anchas (con nuestras sillitas Jané, que son bastante anchas y llevan anclajes Isofix, lo que obliga a centrarlas en las plazas exteriores, no cabía un adulto en medio).
Por un módico suplemento de 300 euros, Mini ofrece la posibilidad de montar una banqueta trasera deslizante. Los 15 cm de recorrido tienen muchas ventajas. Por ejemplo, permiten adelantar los asientos cuando llevamos un niño en su sillita en la parte trasera para acercarlo a los asientos delanteros y que el acompañante lo tenga más a mano para tranquilizarle en un momento dado. Y también sirve para el caso en que necesitemos algo más de maletero y conservar las plazas traseras sin plegarlas.
El maletero, por su parte, ha ganado 100 litros de capacidad y ahora ofrece 450 litros que es el mínimo imprescindible en el segmento de los SUV compactos. Al maletero se accede por un portón que, por primera vez en un Mini, puede ser de accionamiento eléctrico (450 euros). Con los asientos abatidos, la capacidad de carga aumenta hasta los 1.390 euros. El plano de carga no es del todo plano pero resulta práctico y queda enrasado con la posición elevada del doble fondo, distinto a lo habitual. Normalmente, el falso piso puede situarse en dos posiciones (en el piso del maletero o en una posición más elevada, enrasada con el umbral de carga). En el Countryman no. O se sitúa en su posición elevada normal o se pliega contra el respaldo del asiento trasero.
Un motor anti-downsizing
Vamos ahora con la parte mecánica. Hemos probado un Countryman Cooper S Automático ALL4 y eso significa que este coche es de gasolina, con una caja de cambios de ocho velocidades automática y tracción a las cuatro ruedas. Este Countryman monta un motor dos litros turbo que contradice la actual tendencia al downsizing.
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El antiguo motor 1.6 de origen PSA de 190 CV ha dejado su puesto a un motor de dos litros y 192 CV. Con ello, se ganan 40 Nm de par (de 240 a 280) y casi un segundo en el 0 a 100 km/h. Y eso pese a que el nuevo modelo es casi 200 kilos más pesado producto de ese incremento de tamaño. Ya lo dicen los americanos "there's no replacement for displacement" o lo que es lo mismo: nada puede sustituir a una buena cilindrada.
El motor es mejor que el anterior. Eso se nota en seguida. Responde desde más abajo, matiza el efecto turbo, notorio, no obstante, a partir de 2.000 vueltas y se muestra muy lleno hasta casi el corte de inyección gracias, entre otras cosas, a un cambio de ocho marchas que encaja muy bien con el motor. Este cambio automático puede manejarse tanto con la palanca de cambios, desplazándola hacia un lado, como a través de las levas tras el volante, demasiado pequeñas para mi gusto.
Además de rápido, el cambio tiene una virtud notable y es su número de relaciones. Al disponer de ocho velocidades, los saltos entre una y otra son muy pequeños de manera que, en conducción deportiva, puede mantenerse en todo momento el motor en su punto justo de par para aprovechar al máximo su potencial, que es muy elevado.
Por lo que al consumo respecta, Mini anuncia 6,4 litros de media que son 0,7 litros menos que en el modelo sustituido. Sobre el papel, la ganancia es notable teniendo en cuenta que pesa más y tiene más cilindrada pero la realidad desmienta a la homologación. Que nadie, en un uso habitual de este coche en ciudad y carretera cuente con bajar de 9 litros y si se carga el coche o se busca sacar un buen partido al conjunto motor-chasis, aparecerán cifras con dos dígitos antes de la coma con relativa facilidad.
Deportividad en los genes
En el apartado de chasis, este Mini no es tan ágil como sus hermanos pequeños pero no puede esconder que es un Mini. Muy reactivo y con una suspensión muy firme, ofrece un comportamiento en carretera muy deportivo que, eso sí, perjudica al confort de marcha.
El Countryman es un Mini grandote y pesado (1.605 kilos en esta versión con tracción integral) así que es difícil que se comporte como un Cooper S de tres puertas. Y más teniendo en cuenta su filosofía más familiar. El chasis responde perfectamente, con unos buenos frenos, unos movimientos de carrocería casi imperceptibles y una agilidad al volante estupenda gracias a una dirección rápida y directa que mete el coche en la curva con precisión. Luego, la electrónica ayuda a cerrar la curva eliminando el subviraje a base de freno. Todo perfecto para divertirse al volante con el pequeño matiz de que el único que se divierte es el conductor. Y eso, que en un Mini de 3 puertas es una virtud, en el Countryman ya no lo es tanto.
El problema aquí es que, tal como hemos avanzado, el que se resiente es el confort. Los baches se notan y llegan al interior con muy poco filtro y la suspensión tiene poco recorrido de manera que el coche copia con fidelidad las irregularidades del asfalto. Para disfrutar al volante está muy bien pero para salir de finde con la familia es un coche excesivamente radical.
Y, por supuesto, el tema de agudiza cuando abandonamos el asfalto. Con ruedas de 19 pulgadas, una altura al suelo de sólo 16,5 centímetros y una suspensión dura y con poco recorrido, el Countryman parece un coche de rallys si nos metemos en una pista en buen estado. Ahí, la tracción integral demuestra que está muy bien hecha y el coche se comporta de maravilla pero si el firme se degrada hay que bajar el ritmo y afrontar los cortaaguas y las ondulaciones del terreno con cierto celo.
El Countryman puede circular por pistas en buen estado pero sus aptitudes off-road terminan ahí. Mal protegido en sus bajos, con la carrocería muy cerca del suelo y con unas suspensiones de recorrido muy escaso, "levanta pata" a la mínima que encontramos un cruce de puentes y obliga a circular despacio sobre mal firme ante el riesgo de golpear los bajos o de transferir en exceso los baches al habitáculo.
Y me queda hablar del precio. El Countryman Cooper S automático y con tracción a las cuatro ruedas cuesta 35.360 euros, un dineral teniendo en cuenta el coche que es y que estaría justificado si llevara un equipamiento a tope pero cuando te dicen que el climatizador hay que pagarlo aparte (lleva sólo aire acondicionado) y que también son extras la cámara de marcha atrás, los sensores de aparcamiento, las ayudas a la conducción, el control de crucero con Stop and Go, el reposabrazos central o el navegador, el tema se complica.
Claro que, con una economía saneada podemos permitirnos un Countryman tan vistoso como el que hemos probado, en color rojo con el techo blanco (que menos en un Mini), conectividad a tope, navegador profesional, cargador inalámbrico, barras de techo, techo de cristal, cristales oscurecidos, el banco para la parte trasera, el doble fondo del maletero, el portón automático o el equipo harman and kardon por la nada despreciable cifra de 52.391 euros que es lo que vale nuestra unidad de pruebas.
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