Si tuviéramos que responder rápidamente a la pregunta ¨Dime un coche estadounidense”, seguramente el noventa por ciento contestaría Ford Mustang, y es que el Pony Car de Ford es uno de los coches más famosos de todos los tiempos a nivel mundial.
Pero el reportaje de hoy no va de un simple Ford Mustang, va de una de las versiones más míticas de una de las sagas más longevas en la industria de la automoción, el Ford Mustang Shelby GT500 de 1967. Un auténtico monumento. Pero vayamos por partes y retrocedamos hasta el inicio.
A dia de hoy nos da la sensación que desde el principio el Mustang había sido el rival a batir, pero en realidad el que acabó siendo superventas de Ford, nació para terminar con la hegemonía de otro de los grandes mitos de la automoción norteamericana, el Chevrolet Corvette, estandarte de la deportividad durante la primera mitad de los años 60.
Lee Lacocca, vicepresidente de la Ford Motor Company fue el impulsor del proyecto Mustang, se trataba de poner en el mercado un coche “pequeño” (para los standards americanos) muy usable y con un aire deportivo, a un precio al que cualquier estadounidense de la época pudiera aspirar. El nuevo modelo de Ford se presentó al gran público el 17 de abril de 1964 en el Salón de Nueva York. Había nacido el Mustang, un coche que sobrepasó absolutamente las expectativas que se habían puesto en él. Las previsiones de venta eran de unas 100.000 unidades, y durante su primer año se realizaron 400.000, llegando al millón en tan solo 2 años de producción, una auténtica locura.
Pero uno de los puntos fuertes del Corvette, y que en parte explicaba sus ventas fue su éxito en competición, y Laccoca sabía que debía cubrir también este flanco desde el principio, fue por ello que se asoció con Carroll Shelby para desarrollar sobre la base del Mustang, un coche deportivo que diera que hablar en las competiciones del Sports Car Club of America.
Ford desarrolló de esta manera en 1965 una tercera carrocería, la tipo fastback, que suministraba al creador del ‘AC Cobra’, para realizar las adaptaciones mecánicas y de chasis para crear el Ford Mustang Shelby GT350, del que fabricó en sus instalaciones 562 unidades.
Y aunque tuvo bastante éxito en competición, era un coche excesivamente radical, el chasis aguantaba a duras penas los 306 CV de su V8 de 4.7 litros, y era un auténtico potro salvaje en su versión de calle.
Mustang Shelby GT500 en detalle
Por eso en 1967 se lanza una nueva versión del Shelby con un chasis reforzado y mejoras a nivel dinámico, como suspensiones Koni y barras estabilizadoras de mayor diámetro, y además el catálogo de Ford contemplaba dos versiones del Shelby, el GT350 con el mismo V8 de 4.7 litros y un GT500 con un motor V8 de 7 litros que generaba 360 caballos de potencia, con colector con doble carburador y culatas código k conocido como Police Interceptor.
De este Ford Mustang Shelby GT500 de 1967 se fabricaron 2.048 unidades, aunque la que tuvimos el privilegio de probar no era ninguna de ellas, ya que en este caso estamos delante de una réplica, una réplica cuya única diferencia respecto al genuino es el número de chasis, ya que su propietario ha cuidado absolutamente cada detalle, y no solamente a nivel estético, sinó a nivel mecánico y de chasis para que fuera exactamente como el original. Para ello se trabajó duro y desde la base en una restauración exhaustiva donde se tuvieron en cuenta todos y cada uno de los detalles de este coche, por ejemplo este descuadre de medio centímetro de la tapa del maletero era así en el original, y no se ha cambiado. Las entradas de aire, el capó, llantas, todos los logos,... prácticamente todo Shelby original, y el espectacular resultado salta a la vista.
Diseño del Mustang Shelby GT500
En 1967, la línea del Shelby además cambia significativamente, con un carácter más musculoso y menos amable. Se situaron dos luces en el centro de la parrilla delantera y se añaden tomas de aire funcionales sobre el capot, delante de las ruedas traseras y en la parte trasera del techo. Todos estos elementos y el capot estaban hechos de fibra de vidrio, para aligerar el peso del conjunto, que se situaba en 1.491 kg.
Se veía a simple vista que este Mustang era un coche de alto rendimiento, el pony había tomado esteroides.
La decoración también es muy importante en este caso, ya que a 3 kilómetros de distancia ya sabemos de qué coche se trata, gracias en gran medida a las Le Mans Stripes, dos líneas paralelas que atraviesan por completo la carrocería de punta a punta. La combinación de colores Wimbledon White con rayas azules en Guardsman Blue son los colores de la escudería Shelby. El color de estas líneas es el mismo que encontramos en el lateral, donde podemos leer además el nombre del modelo, GT 500.
Pero la simbología del modelo no acaba aquí, ya que toda la carrocería está rebozada de detalles que nos recuerdan que es un GT500, o un Shelby, o ambas, con un sinfín de logotipos de distintos tamaños y formas, incluso en el centro de las llantas de 15 pulgadas Ten Spok originales en este caso.
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En la parte trasera tenemos este spoiler tipo cola de pato, dos salidas de escape, las luces de marcha atrás, el parachoques cromado y las luces traseras, que dibujan dos franjas de luces horizontales y que sustituyen a unas más pequeñas situadas en los laterales que describian tres líneas verticales que lucía el Mustang del 65 . El caso es que en las versiones posteriores al modelo del 67 se volvió a las tres tiras verticales en cada uno de los extremos de la parte trasera, por tanto esta ha sido la única vez que el Mustang ha mostrado esta configuración de luces traseras.
El interior no tiene demasiadas florituras, y de hecho es prácticamente igual que el de un Mustang standard, salvo por un logotipo en la parte derecha del salpicadero, el volante, que era muy distinto al del standard, con el aro en madera, tres brazos y la chapa Shelby en el centro y el arco de seguridad, un elemento indispensable, ya que este coche se pensó para competir. Otro elemento que también nos recuerda que esto es un coche de carreras son los cinturones de seguridad de tres puntos.
Acción
Recordemos que el motor que monta esta unidad es un V8 de 7 litros Big Block que desarrolla 355 caballos de potencia a 5.400 revoluciones por minuto, y con un par motor de 569 Nm a 3.200 revoluciones por minuto, una auténtica salvajada.
La velocidad máxima declarada para este modelo se situaba en 215 kilómetros por hora, con una aceleración de 0 a 100 km/h en tan solo 4,8 segundos.
En el caso de la unidad que pudimos conducir, montaba cambio de marchas manual de 4 velocidades Top Loader, y el placer que supone cada cambio de relación es inexplicable.
Al tratarse de un atmosférico de tan alta cilindrada, el motor nos está pidiendo constantemente que lo llevemos alto de vueltas, ahí es donde suena bonito, y ahí es donde nos ofrece su mejor versión, y lo más sorprendente es cambiar a altas vueltas a una relación superior, pisar a fondo y notar el empuje. Es una auténtica barbaridad.
En cuanto a los frenos, monta discos en el eje delantero y tambor en el trasero, y debo decir que tiene un tacto al que hay que acostumbrarse, ya que el feeling con el pedal es prácticamente inexistente en un principio, y lo que hay que hacer es pisar fuerte y a partir del punto que notamos la deceleración aplicar más o menos fuerza.
También hay que acostumbrarse al tacto del volante, ya que el aro es muy fino y tiene cierta holgura en la dirección que precisa de unos kilómetros hasta hacerte a él.
En cuanto a la postura de conducción, en un principio cuesta acostumbrarse, ya qu
e el propio capó nos despista al principio con unas formas preciosas, pero que hacen que en un primer momento estemos más pendientes de él que de la carretera, en cuanto le tomamos las medidas ya no hay problemas y podemos disfrutar de la experiéncia de llevar un coche tan especial.
En resumidas cuentas
Este coche ha sido tan importante en la historia… no solo en la historia del automóvil, sinó en la historia reciente de la humanidad. De la misma manera que en Papúa Nueva Guinea saben quién es Maradona, también saben lo que es un Mustang. Este coche es un icono estadounidense, y haberlo podido probar, y además en esta versión tan especial, no tiene precio. En fin, esperemos que por muchos años podamos seguir viendo cabalgar a estos Mustangs.
Claro… mucho mejor un seat 127 del 68, o un E10 del mismo año donde vas a parar… en fín para gustos colores pero los coches americanos no estarán tan mal cuando un GT 40 pulverizó a Ferrari en Le Mans