La edad dorada de los Muscle Cars americanos podríamos situarla a grandes rasgos en las décadas de los 60 y los 70. El coche del que os voy a hablar, el Pontiac Firebird, es uno de los grandes exponentes de esta familia de coches, donde las elevadas prestaciones y el precio contenido eran a grandes rasgos sus principales características.
El modelo sobre el que se basa esta prueba es el Firebird de 1979 que por otro lado fue un gran año para Pontiac y más concretamente para el Pajaro de Fuego, ya que se vendieron 211.454 unidades, siendo el año de mayor éxito de este modelo. Este éxito se explica en parte porque dos años antes, en 1977 se estrenó en cines la película Smokey and the Bandit, protagonizada por Burt Reynolds, que conducía a lo largo del film un Pontiac Firebird Trans-Am, la versión más famosa de este modelo. La cinta fué todo un éxito, y en la segunda parte estrenada en 1980, el modelo que conduce Reynolds es la versión Trans-Am del que pudimos probar en las cercanías de Caves Vilarnau.
Historia del Pontiac Firebird 1979
El Pontiac Firebird nació en 1967. Su nombre evocaba a un dios indio que representaba la belleza, la juventud y el poder. Este primer proyecto se lo debemos a John DeLorean, (si, quien posteriormente crearía un coche con su propio nombre que viajaba en el tiempo), quien sobre la misma base del Chevrolet Camaro consiguió implementar al Firebird un carácter más deportivo, mejorando la ingeniería, ubicando el motor en una posición más centrada y añadiéndole barras de torsión en el eje trasero para mejorar el comportamiento dinámico claramente enfocado a la deportividad. También debemos a DeLorean la idea de montar los motores más potentes de la firma en los coches más económicos, de manera que la juventud americana de la época pudiera disfrutar de elevadas prestaciones sin arruinarse. Tal fué el éxito adquirido por DeLorean con el Firebird que rápidamente fue ascendido dentro de General Motors a puestos ejecutivos.
En 1970 llegó la segunda versión del modelo que nuevamente se desarrolló paralelamente al Chevrolet Camaro. En este caso aunque Jack Humbert, se encargara de realizar los primeros bocetos, debemos esta obra maestra del diseño automovilístico a Bill Porter, quien sobre la base sentada por Humbert, se inspiró en los grandes diseñadores italianos, así como en las formas curvilíneas de los Jaguar e-type y Lotus 11 y 16 para acabar dando a luz este diseño absolutamente atemporal, de líneas sencillas pero al mismo tiempo musculosas. El Firebird comparte la plataforma F con su primo hermano, el Chevrolet Camaro. Se trata de un conjunto de carrocería de técnica mixta, donde un semi-monocasco se combinaba con un subchasis que soporta el motor, el puente delantero y la transmisión.
Diseño del "Pájaro de Fuego"
Desde la primera versión de 1970 su frontal fue mutando año tras año, y no fue hasta 1977 que se introdujo ese frontal tan característico de dos dobles faros cuadrados llamado Batman, obra de Jack Folden, que derivó en el que nos ocupa, donde los dos dobles faros cuadrados están separados totalmente y envueltos por la carrocería, y que a la postre sería el último diseño ofrecido por el Firebird antes de que llegara la tercera generación del modelo. La línea lateral es espectacular, con un diseño fastback muy limpio, muy simple, pero al mismo tiempo musculoso. Porter no se andó con barroquismos en este modelo, prueba de ello es que tan solo tiene 4 lunas, parabrisas, luneta trasera y dos ventanas laterales, sin cortes ni ventanas pequeñas posteriores.
En esta vista lateral destacan las llantas tipo Snowflake - copo de nieve en castellano - que se popularizaron con el Trans Am que Burt Raynolds conducía en the Smokey and the Bandit, y que equiparon desde entonces todos los Firebird , aunque en este caso son unas restomod de 17 pulgadas en lugar de las de 15 pulgadas de origen. Esto le da un aspecto más moderno al coche,con un flanco más estrecho pero sin perder la imagen icónica de las Snowflake. Monta neumáticos con medidas 255 /40.
La trasera también fué mutando desde su creación en 1970, y de dos pilotos situados en los laterales, acabamos pasando a una enorme franja roja que acentúa la anchura del Firebird y que alberga los pilotos en sus puntas, mientras que en el centro, esconde una curiosidad, el tapón del depósito de combustible escondido tras una trampilla. La trasera se remata con un prominente alerón que le confiere un aspecto deportivo y radical. Este modelo también cuenta con un extra difícil de ver, y es el techo de vinilo. Se podían elegir 4 opciones para el techo: metálico, del mismo color que la carrocería, T top grande, T top pequeño o este vinilo. Si buscáis en google Pontiac Firebird, difícilmente encontraréis uno con la opción de vinilo en el techo.
A pesar de que este Pontiac Firebird de segunda generación se encuentra a medio camino entre un Muscle Car y un Pony Car, no es para nada un coche pequeño. Mide más de 5 metros de largo concretamente 5,03, su anchura es de 1,85, no demasiado para los estándares americanos de la época, y tiene una altura de 1,25 metros. La distancia entre ejes de 2,75 metros no corresponde para nada con los estándares de hoy en día respecto a la longitud, pero en aquel momento no les importaba demasiado contar con voladizos de media metro por delante y por detrás.
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Interior del Firebird
Tenemos obviamente indicadores analógicos para la velocidad, temperatura del agua y del aceite o nivel de la batería por ejemplo, pero en cambio no tenemos indicador de revoluciones, en su lugar encontramos un reloj. Esto posiblemente se debe a que se trata de una versión automática del modelo, así que los menesteres del cambio iban a cargo del coche, no del conductor. Era más importante y útil saber si llegábamos tarde. Toda la instrumentación se envuelve con un panel símil madera de origen, algo muy difícil de ver, ya que la mayoría de Firebirds han sido modificados y sus nuevos propietarios deciden sustituir esta pieza por una metálica. A juego con este panel de madera así como del color de la carrocería, encontramos todos los tonos del interior, en esta gama marrón, donde incluso los cinturones están a juego.
El volante por su parte muestra unas dimensiones más contenidas de las que podíamos ver en modelos americanos de los años 60, donde las ayudas a la dirección eran nulas, y toda la fuerza se debía ejercer sobre el volante, el tamaño en ese sentido, ayudaba a maniobrar, en los 70 empezaron las direcciones “asistidas” y el diámetro pudo disminuirse. El puesto de conducción goza de una buena visibilidad hacia adelante, a pesar de contar con 2 metros de capó por delante. Además su asiento es muy cómodo en cuanto al mullido, no cuenta con demasiada sujeción lateral, pero a pesar de no contar con reposacabezas destaca por su confort.
No podemos decir lo mismo de las dos plazas traseras, perjudicadas principalmente por dos factores, el primero la distancia respecto a la fila delantera, que hace que debamos llevar las piernas por los laterales del respaldo delantero, y la segunda la distancia al techo, el diseño cupé tiene este inconveniente. Además estas dos plazas traseras no contaban con reposacabezas.
Macánica y motorizaciones
Bajo el gigantesco capó del Pontiac Firebird que nos ocupa encontramos este motor Chevrolet Small Block 350 de 5.7 litros, pero este no era el único motor que podía montar el Pontiac Firebird Se podía montar desde un bloque Buick V6 de 3.8 litros, los V8 Small Block de 5.0 y el que nos ocupa de 5.7 litros, un Oldsmobile V8 de 6.6 litros o los Pontiac V8 de 4.3 , 4.9 con o sin turbo, 5.7 , 6.6 y 7.5 litros, el llamado 455, el más prestacional de todos, que montaba la versión más salvaje del Firebird, el Super Duty. Como veis las opciones en motorizaciones eran prácticamente infinitas, pero esque además estamos hablando de modelos 100% customizables, es decir, podías pedir un Firebird Base como este, y equipar el motor 455, el más potente de todos o a la inversa, tener un Trans Am con un Buick de 3.8 litros. Al gusto del consumidor.
Al volante del Pontiac Firebird Base 1979
La prueba de este clásico americano no consistió en exprimir la potencia de su mecánica al límite, ni de buscarle los límites al chasis, y esque con los clásicos lo que hay que hacer es cuidarlos y respetarlos, como a la gente mayor, y en este caso disfrutar del viaje, saborear la conducción, la mecánica de la época, y el sonido de esos V8 americanos que tanto nos gustan… aunque claro, el veneno es el veneno, y no pude evitar comprobar que su V8 goza de un estado de salud excepcional al acelerar a fondo y escuchar su mecánica trabajar al límite, y mostrando un empuje espectacular para tratarse de un coche de 44 años de edad. El motor se muestra lleno en todo el régimen, y da igual el momento elegido para pisar el acelerador, siempre hay respuesta, nunca te deja a la espera. En este caso este motor Chevrolet Small Block de 5.7 litros entrega 255 caballos y está asociado a una caja de cambios automática de 3 velocidades.
Como todo buen muscle car la tracción obviamente es al eje trasero, un eje trasero en el que se montan ballestas como sistema de suspensión, algo muy común en la época en los Estados Unidos, y debo decir que siendo el primer coche que conduzco con este sistema de suspensiones me resultó muy cómodo, sorprendentemente cómodo de hecho. Lo que quizá ha envejecido peor en este coche es la dirección, con una holgura tremenda, aunque una vez la entiendes no cuesta nada maniobrar con este transatlántico, cosa que por otro lado requiere de tiempo, ya que el radio de giro de 12,60 metros así como los voladizos, añaden un plus de dificultad.
Pero sin lugar a dudas, y por encima de absolutamente todo, lo mejor de la prueba de este Pontiac Firebird Base de 1979 fue poder escuchar en primera fila el concierto ofrecido por su V8, el sonido de esos bloques de los 70 te ofrecen tantas sensaciones y te hacen disfrutar tanto de cada metro que recorres con el coche, que simplemente se puede catalogar de maravilloso. Larga vida a los V8.
Historia del automóvil. Muy bonito pero una castaña para Europa. Consumo desmesurado, velocidad justa...