De Barcelona a San Sebastián en un Seiscientos
El Seíta. El Seílla. El Pelotilla. ¿Quién no guarda recuerdos, propios o ajenos, sobre el utilitario que marcó la vida de nuestros padres y nuestros abuelos? Porque no hace falta ser un experto en coches clásicos para saber lo que es un SEAT 600: seguro muchos de vosotros, sobre todo los no tan jóvenes, habéis viajado alguna vez en uno de ellos. Yo lo hacía de niño, sentado en el asiento de atrás; y ahora, por primera vez en mi vida, he tenido la suerte de poder conducirlo.
Esta oportunidad surgió gracias a la feliz suma de dos circunstancias. La primera de ellas fue, obviamente, la organización de la Travesía 2 Mares por parte de TraveSEAT600; y la segunda, la destacada participación de SEAT Coches Históricos, quienes tuvieron la amabilidad de invitarnos a participar en esta expedición.
La Travesía 2 Mares nos prometía un bonito viaje de cuatro jornadas de duración, que nos iba a llevar desde Barcelona hasta San Sebastián, pasando por Andorra, Huesca y Navarra. En total, casi 800 km de ruta por carreteras secundarias a lo largo de cinco provincias, tres comunidades autónomas y dos países para completar un “costa a costa” a la española, con espíritu nostálgico y sin embargo desenfadado.
Diseñada desde un principio como una ruta eminentemente lúdica y sin espíritu de competición, la Travesía 2 Mares no era ni más ni menos que una bonita excusa para disfrutar de un viaje a la antigua usanza, compartiendo experiencias y acumulando recuerdos que traer de vuelta a casa. Se trataba, por tanto, de una aventura abierta a todo aquel que desease inscribirse, con una lista de requisitos básica y sencilla: disponer de un SEAT 600 que funcione, traer buena compañía y aportar muchas ganas de pasarlo bien.
TraveSEAT 600: pasión, esfuerzo y diversión a partes iguales
Pero las cosas como son. Reunir medio centenar largo de unidades del SEAT 600 no era cosa fácil, dado que tampoco hay tantos usuarios que los conserven en condiciones de afrontar un viaje de semejantes proporciones. La tarea de captar, validar y reunir a los participantes, además de preparar y coordinar la propia expedición, recaía sobre TraveSEAT600.
Como nos explicaba su co-fundador Jordi Marqués, “no somos ni un club ni una organización: básicamente somos un grupo de amigos con ganas de salir a la carretera con nuestros 600”. Preguntado sobre la proeza de juntar tantísimos vehículos históricos en una misma ruta, Marqués apuntó: “pensamos que lo mejor era hacer extensible nuestra pasión a todo el mundo que quisiera participar; y el resultado ha sido asombroso, porque pensábamos que sólo asistiríamos unos diez coches pero al final hemos sido cincuenta y cuatro”. TraveSEAT600 es una organización sin ánimo de lucro, que con más ilusión que medios fue capaz de poner en marcha esta iniciativa gracias a “internet, redes sociales, foros, y el apoyo de diferentes clubes de España y de nuestros patrocinadores”.
SEAT Coches Históricos lleva sus clásicos a la aventura
SEAT Coches Históricos, por su parte, quiso sumarse a esta aventura aportando tres unidades de SEAT 600 pertenecientes a su colección, en perfecto estado de revista y funcionamiento para que las condujésemos los seis periodistas a quienes la marca española tuvo a bien invitar. El equipo de SEAT Coches Históricos es liderado por Isidre López, auténtico artífice de la gran labor realizada para reunir y mantener la colección de clásicos que SEAT conserva celosamente en sus instalaciones; más concretamente en la ya mítica nave A112 de Zona Franca que os mostramos en este vídeo-reportaje.
López nos explicó que dos de los coches presentes en la Travesía 2 Mares eran 600 D, posteriores por tanto al modelo inicial conocido como 600 N; el que conducirían Jesús Bonilla (Motor Clásico) e Iván Vicario (Coches Clásicos) contaba con carrocería estándar, quedando destinado a Juan Echeverría (fotógrafo freelance) y Andrés Más (Motor16) un precioso descapotable. La unidad que yo iba a compartir con Eduard Pujol, director de la radio catalana RAC1, era un 600 E matriculado en junio de 1971. En el vídeo que acompaña a este artículo, Isidre López y quien escribe os explicamos las principales características de cada una de estas bellezas. Me refiero a los coches, que conste.
Pero más importante aún para los integrantes de la expedición iba a ser la asistencia técnica que el equipo de SEAT Coches Históricos, presente durante todo el recorrido, prestaría a cualquiera que pudiese necesitarla. Para transportar el material y los recambios, SEAT quiso traer a esta Travesía un fantástico 1400 Furgoneta decorado tal y como lo estuvo cuando daba servicio en la antigua factoría de Zona Franca.
El coche que abrió las puertas (de la vida moderna)
Precisamente, la salida de la Travesía 2 Mares tuvo lugar muy cerca de donde hace casi 60 años salió el primer SEAT 600; un coche que no sólo es un símbolo automovilístico en España, sino que en su momento provocó una auténtica revolución en el estilo de vida de un país que todavía se recuperaba de las heridas de la guerra. Pues el SEAT 600 fue, nunca mejor dicho, un vehículo de cambio que permitió a las familias españolas trabajar y divertirse lejos del hogar, disfrutando de nuevos niveles de independencia en todos los sentidos. Además de ser un eficaz medio de transporte personal y familiar, el 600 se convirtió en símbolo de estatus de la nueva clase media, dio origen a la figura del “dominguero” y sirvió de punto de encuentro (llamémoslo así) para los jóvenes y las jóvenes. Pero esa ya es otra historia...
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Desde Barcelona partimos todos los integrantes de la caravana con destino hacia Andorra, donde haríamos noche para afrontar un segundo día de calor extremo hasta encontrar refugio en la comarca del Sobrarbe (Huesca). Haciendo kilómetros bajo un sol de justicia, trataba de comprender cómo era posible que millares y millares de familias hubiesen viajado sin rechistar en unos coches tan pequeños como lentos, sencillos, delicados, con poca capacidad de carga y sin apenas ventilación. De hecho, me costaba asimilar que yo mismo hubiese sobrevivido a mi infancia en el asiento de atrás del SEAT 127 de mis padres, el Renault Siete de mi abuelo y los SEAT 600 de sus amigos. Pero la ilusión de conducir esta joya, sumada a la agradable compañía, la crema solar y, todo hay que decirlo, la buena comida, nos animaba a seguir adelante sin dudarlo.
El tercer día, cuyo objetivo era llegar hasta la coqueta localidad de Olite (Navarra) trajo consigo un cambio de clima. Primero llegó el fresquito, luego el vendaval y después la tormenta. Qué digo tormenta… todo un tormentón que puso a prueba la –imperfecta- estanqueidad de los vehículos y la capacidad de los –derrotados- limpiaparabrisas, pero que una vez alcanzado nuestro destino sanos y salvos incrementó nuestra percepción de estar viviendo una auténtica aventura.
Porque sí, conducir el SEAT 600 es algo muy especial. Como os explico en el vídeo, es un coche que lógicamente presenta grandes limitaciones en cuando seguridad activa, confort, aceleración, frenada, dirección… (maldita sea, si es incluso más antiguo que yo); pero todas sus carencias quedan compensadas por el encanto que emana cada uno de sus poros y por la experiencia de estar sentados un pedacito de historia con ruedas. Y ahí está el detalle: si de algo nos damos cuenta al conducir un 600 es de cuánto ha cambiado la vida en estos años. Lo que no se hacía tan evidente es si la manera de viajar en esta época en la que hemos convertido los viajes en desplazamientos, es preferible a aquella en la que cada desplazamiento se convertía en un viaje.
Aunque claro: en una ruta de larga duración como la que estábamos realizando, teníamos a nuestro favor la gran ventaja de conducir un automóvil restaurado y mantenido por los especialistas de SEAT; de manera nos podíamos ahorrar la faceta de mecánico que todo conductor debía poseer en otros tiempos. Tal vez por eso, me sorprendí al comprobar el magnífico estado de conservación de casi todos los coches particulares, reflejo de la pasión y el mimo que sus dueños les han dedicado.
Mantener un 600 es cuestión de cariño
Probablemente, el ejemplo más destacable de entre todos ellos sea el del impoluto 600 D que D. Albert Llacha adquirió hace más de medio siglo. Por aquel entonces, comprar un seiscientos no era tarea fácil, ya además de tener que esperar hasta dos años para la entrega, se exigía entregar una buena suma de dinero por adelantado: “En el año 1963 hicimos una solicitud en SEAT y al cabo de un año nos dieron la autorización. Dimos una paga y señal de 500 pesetas en el banco y pasados doce o trece meses nos llamaron del concesionario”, me contaba D. Albert.
Por si fuese poco, cuando se pedía un 600 ni siquiera se daba la opción de elegir el color de la carrocería: “Cuando salió de fábrica me lo entregaron en blanco, y los amigos me hacían la bromita de que sólo le faltaba una cruz roja para que pareciese una ambulancia… así que decidimos repintarlo y cambiar el tapizado”. Pero por lo demás, el coche permanece como el primer día y en perfecto estado de conservación: “Lo único que lleva nuevo es la bomba de agua y la culata. Nunca he tenido que pararme en la carretera; el coche tiene 133.000 km, y hasta la fecha va como una joya”, explicaba con orgullo el Sr. Llacha en compañía de su señora, doña Rosa, con quien conforman una pareja tan entrañable como lo es su 600.
Logro desbloqueado. ¿Listos para el siguiente?
Y así fueron pasando los cuatro días de viaje. Afrontábamos la última jornada dejando atrás el sofocante calor de Cataluña, el obstinado viento de Aragón y las truenos amenazantes de Navarra. Dijimos adiós a nuestras noches en el invierno latente de Andorra, el silencio del monasterio de Boltaña y la solemnidad del palacio de Olite. La “serpiente multicolor”, como se dice en argot ciclista, afrontaba sus últimos kilómetros por tierras vascas hacia el destino final de San Sebastián. Y lo hacía sin sufrir ninguna baja, gracias tanto a la buena fortuna como al trabajo infatigable del equipo de SEAT. Llegábamos a la capital guipuzcoana como lo habíamos hecho al paso por cada calle de cada pueblo: atrapando las miradas de todos los transeúntes, a quienes robábamos una sonrisa y, si los veíamos mayores, les regalábamos una memoria.
Cumplíamos pues nuestra "misión" completando una ruta que nos cautivó por la belleza de sus paisajes y carreteras, por habernos permitido conocer a gente estupenda y por enseñarnos una vez más que la suma de trabajo e ilusión hacen que cualquier meta sea posible. Ojalá el año que viene tengamos ocasión de participar de nuevo con SEAT Coches Históricos en otra aventura organizada por TraveSEAT600. Porque he de confesar, ahora que nadie nos oye, que a mi Seíta ya lo echo de menos.
yo tuve uno y fue la mayor mierda de coche que tuve inseguro se calentaba y avía que parar ruidoso inestable vamos el reflejo del país miseria pura, solo avía que mirar los coches que avía en esa época en USA para darte cuenta de que éramos tercermundistas
#133 y algunos seguimos con una escritura de las que creía que sólo AVÍA en países tercermundistas
#133. Se creerá algún día algo de lo que dices cuando sepas hescrivir...