Suzuki ofrece una versión deportiva del Swift dotada con un motor de 1,4 litros turboalimentado de 140 CV. Se trata de un coche rápido y muy divertido de conducir pero que conserva una notable usabilidad en el día a día dado que no es un GTI extremo orientado sólo a las prestaciones. Con un completo equipamiento de serie, tiene un precio inferior a 20.000 euros.
Pocos coches hay como este Swift en el mercado. El Fiesta ST Line con 140 CV, el Ibiza FR con el nuevo motor 1.5 de 150 CV o el nuevo Opel Corsa GSi, también de 150 CV militan junto a él en esta categoría de deportivos asequibles, pintones por fuera, bien equipados y capaces de ofrecer buenas sensaciones al volante sin olvidar que se trata de coches que deben usarse todos los días y que para ello ofrecen funcionalidad y un cierto confort.
El Swift es uno de los coches más pequeños del segmento B. Mide 3,89 metros de largo por 1,73 de ancho y 1,49 de alto y tiene una distancia entre ejes de 2,45 metros que, en un principio, no parecería augurar una gran habitabilidad. No obstante, y como veremos más adelante, esto no es exactamente así.
¿Cómo distinguir un Swift Sport de sus hermanos de gama? Exteriormente, la parrilla, más grande y totalmente negra, es diferente igual que los parachoques, exclusivos de esta versión, el difusor trasero y las dos salidas de escape. Las llantas de 17 pulgadas, negras y plateadas, son también específicas para esta versión. Por lo demás, es un Swift al uso, coqueto, simpático, atrevido pintado en ese color amarillo, y con detalles a revisar como esa absurda manía de esconder la manecilla de la puerta trasera convirtiéndola en una trampa para niños.
En el habitáculo, pocos cambios respecto a un Swift normal. La instrumentación es específica, con un fondo rojo en el cuentarrevoluciones, el volante y el pomo del cambio están forrados en cuero y los asientos son más deportivos que los del resto de la gama, con una buena sujeción lateral, algo imprescindible en un coche como este. Las inserciones interiores son de color rojo oscuro, con un tramado estilo fibra de carbono que no nos acabó de convencer.
Los asientos son calefactables de serie y es que este Swift ofrece un buen equipamiento. Lleva de serie navegador, cámara de marcha atrás, un equipo multimedia compatible con los dos tipos habituales de smartphones y un buen equipo de seguridad con alerta de cambio de carril, aviso de colisión frontal, detector de fatiga y control de crucero adaptativo, entre otros. El aviso de colisión, con frenada de emergencia me pareció bastante errático, sinceramente, y me llevé un par o tres de sustos por frenadas inesperadas sin motivo aparente. Hay que decir que motivo siempre hay, pero la interpretación del mismo ya es otro cantar.
La instrumentación tiene en el centro una pantallita digital de 4,5 pulgadas que nos ofrece numerosa información añadida, desde las fuerzas G que actúan sobre el vehículo hasta el porcentaje de uso de motor y freno o la presión del turbo, entre otros. Está bien disponer de esta información pero resulta muy difícil consultarla cuando se conduce y despista más de la cuenta.
En las plazas traseras el espacio es correcto. Las pequeñas dimensiones exteriores no condicionan en exceso el espacio para las piernas, correcto en un coche de su talla y la altura libre al techo también está bien. No así la anchura pese a que este Swift está homologado para cinco plazas y no para cuatro como su antecesor. El acceso es holgado y fácil salvo por el hecho, ya comentado, de los tiradores escondidos que complican que los niños abran la puerta con facilidad.
El maletero ofrece 285 litros, que son pocos comparados con lo habitual en el segmento (de 300 litros hacia arriba). Además, tiene la boca de carga bastante alta, de manera que no resulta fácil de cargar. Tiene una bandeja rígida que se desengancha con facilidad de los soportes laterales y la posibilidad de abatir los respaldos por partes asimétricas. El resultado una vez abatidos se acerca a los 1.000 litros.
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Cuando una marca hace un coche deportivo sobre la base de un utilitario, suele meterle un motor potente bajo el capó y adaptar el chasis en consecuencia. En este caso, el motor es un 1.4 turbo multiválvula que rinde 140 CV a 5.500 vueltas y 230 Nm de par entre 2.500 y 3.500 vueltas. Es un motor alegre y juguetón, elástico hasta llegar a esas 5.500 vueltas de potencia máxima y que resulta muy adecuado para mover de manera eficaz un vehículo que no llega a la tonelada de peso.
Si el motor es bueno, el cambio acompaña bastante. Es manual de seis marchas y no hay otra opción y aunque a los que nos gustan este tipo de coches nos convencen cada vez más los cambios de doble embrague con levas, hay que reconocer que este cambio, con su palanquita rápida y precisa, está francamente bien logrado. Tiene unas relaciones primeras cortitas, que permiten saltar de segunda a tercera y a cuarta con agilidad y sin dejar caer en exceso el motor de vueltas. La quinta y la sexta, por el contrario, son largas, útiles para rebajar el consumo.
Gasta muy poquito
Y es que el consumo es una de las grandes virtudes de este coche. El Swift acelera bien (tiene un 0 a 100 homologado de 8,1 segundos), corre bastante, es muy dinámico y su motor se estira sin pereza, pero no gasta. En un uso normal, en ciudad y autopista a la velocidad del tráfico rara vez os pasará de seis litros y si le dais un poco de caña, se os quedará sobre los siete litros y medio como mucho. La ligereza del coche y unos neumáticos de 195, estrechos para lo que se estila hoy pero perfectamente adecuados a la caballería del Swift Sport contribuyen también a ello.
El chasis, por su parte, ha recibido importantes cambios. La suspensión es más firme sin ser muy firme, los frenos son mejores sin ser extraordinarios, la carrocería está 15 mm más cerca del suelo y las vías son 40 mm más anchas. Si a ello añadimos un aumento de la rigidez, tenemos un coche listo para atacar curvas sin cesar pero que no castiga a sus ocupantes con una suspensión durísima.
En autopista es un coche llevable. Hace un poco más de ruido que otro Swift y notaremos más las juntas de dilatación, pero sin que en ningún momento llegue a ser incómodo. En ciudad se mueve de maravilla; acelera bien, cabe en cualquier hueco y “fluye” en el tráfico con facilidad sin, insisto, resultar poco confortable y en carreteras de montaña que es donde realmente se siente a gusto, es donde hay que dejar rienda suelta a su deportividad.
No es un coche tremendamente eficaz, de los que parece que arranque el asfalto bajo las ruedas, pero es muy divertido de conducir porque tiene un chasis pensado justamente para la potencia que ofrece, logrando un equilibrio muy conseguido. Un coche para divertirse conduciendo durante un rato, antes de volver a la realidad del día a día.
Y todo ello, en una versión única con equipamiento cerrado en el que la única opción es la pintura (390 euros en el caso de nuestro amarillo Champion). Cerrado y completo. Y por 19.370 euros con el descuento en vigor, un precio más que interesante teniendo en cuenta lo que ofrece y el equipamiento que lleva de serie. Es cierto que hay otros GTI de bolsillo un poco más grandes y más potentes pero pocos tienen el equilibrio entre usabilidad y deportividad de este pequeño Swift.
