Derivado con carácter propio
Las berlinas derivadas de compactos están despertando un interés creciente en los últimos tiempos. Ello está llevando a los fabricantes a esmerarse más en su diseño y a no limitarse a añadir un tercer volumen, y punto. Con el Mazda3 SportSedan, la marca japonesa ha logrado subir un peldaño en términos de estética, logrando un “look” atractivo y vistoso. Además del ámbito puramente de imagen debemos tener en cuenta que se trata de un modelo muy bien equipado y con un interior sólido y funcional, aunque quizá demasiado sobrio si lo comparamos con su aspecto externo.
La mecánica diésel 2.2 de 150 CV que hemos elegido para esta prueba, trabajando en equipo con una transmisión manual de seis velocidades, ha mostrado una respuesta que llega incluso a sorprender. Y aún mejores son los resultados dinámicos del automóvil nipón, pues por su calidad de rodadura podría pertenecer a un segmento superior. El precio de 27.950 euros de la unidad que hemos probado, con el acabado tope de gama, lo sitúa en una posición intermedia en su categoría. Tiene entre sus competidoras las versiones sedán de modelos como el Opel Astra, el Ford Focus o el Audi A3.
Más presencia visual
El diseño ha sido, sin duda, uno de los ámbitos en los que más ha trabajado Mazda para dar a luz al Mazda3. Ha ganado en atractivo, un aspecto que, si bien es muy personal y depende de los gustos de cada conductor, viene acompañado por una imagen general más dinámica y agresiva. Ello se ha logrado desarrollando una línea que no esconde ciertas inspiraciones de cupé aunque sin perder la naturaleza de berlina compacta de cuatro puertas de esta carrocería SportSedan.
El modelo japonés tiene una longitud de 4,59 metros, lo que supone 13 cm más que su hermano con carrocería de cinco puertas. Ambos comparten proporciones en lo que a altura (1,45 m) y anchura (1,85 m) se refiere. En lo que respecta al frontal del modelo nipón, hay que comentar que no pasa desapercibido. Debemos señalar la forma afilada de las ópticas así como la franja cromada que las une de una manera muy peculiar, bordeando la parrilla por la parte de abajo. Los labios inferiores se encargan de generar más fuerza visual.
Al fijarnos en la vista lateral del Mazda3 SportSedan observamos que la línea de cintura va ganando altura a medida que avanza y provoca que el tamaño de las ventanillas posteriores sea bastante más reducido que el de las delanteras. Por su parte, la zaga se caracteriza por unos faros que mantienen el toque agresivo de las ópticas delanteras, conservando también su naturaleza afilada. Opcionalmente, nuestra unidad dispone de pintura metalizada azul, cuyo precio es de 450 euros.
Sobriedad funcional
Una vez dentro del habitáculo comprobamos que los diseñadores de Mazda han priorizado el sentido práctico y el aspecto sobrio por encima de los alardes estéticos. El puesto de conducción se distingue por una posición más bien baja que refuerza el carácter deportivo con el que el fabricante nipón ha querido dotar al vehículo. Por otra parte, el asiento brinda una muy buena sujeción del cuerpo durante la conducción. En general, se logra una postura cómoda al volante, aunque se agradecería que el reposabrazos estuviera algo más bajo para ganar espacio.
Mazda ha logrado una calidad de acabados muy buena, con superficies agradables al tacto y sólidos ajustes entre los paneles. El panel de instrumentos se encuentra dominado por un tacómetro situado justo en el centro, único punto de información de tipo analógica, si bien integra en sí mismo la información de la velocidad en formato digital. En la parte más alta de la columna central encontramos una pantalla táctil a color de 7 pulgadas, situada a una altura óptima. Integra el navegador opcional, que añade un importe de 400 euros. Entre los asientos delanteros se halla el funcional mando giratorio HMI, desde donde podemos gestionar diferentes sistemas como la comentada navegación o el sistema de sonido así como diferentes parámetros del vehículo.
En la segunda fila pueden acomodarse muy bien dos adultos, que gozarán de un generoso espacio para las rodillas. La tercera plaza es menos cómoda, puesto que la amplitud para las piernas es menor, es más estrecha y cuenta además con un respaldo más firme. Uno de los argumentos que puede llevar a más de un conductor a plantearse la compra de esta carrocería SportSedan es la diferencia de capacidad de maletero con respecto a la variante de cinco puertas. La variación, en este sentido, es más que considerable aunque no extraordinaria, pues en esta variante con tapa pasamos de 364 a 419 litros. A pesar de ello, se encuentra por debajo de la media de sus rivales.
Muy bien equipado
En la terminación Luxury que hemos probado viene de serie el Head-Up Display, un equipamiento muy poco común hasta la fecha en el segmento de los compactos. Se trata de una pantalla transparente que se eleva desde el salpicadero y gracias a la cual podemos saber a qué velocidad circulamos además de visualizar la información del navegador sin tener que desviar la mirada del asfalto.
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La poblada lista de equipamiento de este acabado integra también seis airbags, ordenador de a bordo, volante multifunción y pomo de palanca de cambios de cuero, sistema de arranque sin llave, asistente de arranque en pendiente, asistente de frenada en ciudad, climatizador, faros bi-xenón, llantas de 18 pulgadas, sensor de lluvia, sensor de aparcamiento, asistente de cambio de carril, acceso sin llave, asientos calefactables, radio CD con MP3 y sistema de audio Bose con 9 altavoces. Echamos en falta una lista de opcionales más amplia, ya que nos ofrece muy poco margen de maniobra a la hora de elegir. Diésel de gran respuesta
Para esta prueba nos hemos decantado por la única alternativa diesel disponible en la gama del modelo japonés. Bajo el capó de esta versión se encuentra el motor de cuatro cilindros 2.2 Skyactiv-D de 150 CV. A diferencia del efecto “downsizing” en términos de mecánicas al que nos estamos acostumbrando en los últimos tiempos, Mazda parece ir por libre en este sentido con este bloque 2.2, del que hay que considerar que cuenta con una relación de compresión muy baja. Su entrega de fuerza es buena desde bajas revoluciones, sacando partido a sus 380 Nm a 1.800 rpm de par motor máximo. Ello le permite moverse con mucha soltura en la mayoría de circunstancias.
Una de las mayores virtudes de esta motorización la protagoniza su capacidad para estirar, pues mantiene su nivel de aceleración hasta por encima de las 5.000 vueltas y además recupera de forma satisfactoria. En cuanto al consumo, extrajimos una cifra correcta, sin más, ya que nuestra media una vez finalizada la prueba fue de 5,7 litros cada 100 km. Si bien supera de forma considerable los 3,9 litros homologados por la marca, no hay que pasar por alto que en nuestro recorrido combinamos zonas urbanas con autovía y, sobre todo, carreteras de montaña.
Asociada al propulsor diésel se encuentra la caja de cambios manual de seis velocidades. Esta transmisión se distingue por unos desarrollos que tienden a cortos, aunque no lo son tanto como para que obliguen a realizar una conducción deportiva de forma constante. La sexta marcha es algo más larga con el objetivo de ajustar consumos. Además, el tacto de la palanca destaca por su precisión.
Diversión sin olvidar el confort general
Uno de los apartados en los que más sobresale el Mazda3 es el dinámico. Desde un primer momento, demuestra una calidad de rodadura más propia de vehículos de segmentos superiores. Cuando conducimos por grandes rectas el automóvil japonés pone de manifiesto un gran aplomo, transmitiendo en todo momento una notable sensación de seguridad. A ello no solo contribuye su considerable distancia entre ejes sino también su óptimo sistema de suspensión, que se define por una cierta firmeza que no resta confort cuando conducimos por carreteras reviradas.
Y es que por este tipo de vías, el Mazda3 demuestra un alto grado de estabilidad a la hora de ponerse a enlazar curvas. Su comportamiento en los apoyos es realmente bueno, muy noble, y los balanceos de la carrocería son casi inexistentes incluyo si rodamos a ritmos altos. La precisión de la dirección no se queda atrás y, además de estar dotada de un tacto suave y muy directo, acentúa la sensación de control sobre la conducción. Su rapidez de funcionamiento otorga al vehículo una impecable maniobrabilidad.
En términos generales, se trata de un automóvil cómodo, que puede dejarnos notar algún que otro bache, sobre todo debido a los neumáticos de perfil bajo de nuestra unidad (con llantas de 18 pulgadas) que al tarado de suspensiones. En lo que respecta a la visibilidad general, es bastante buena, aunque debemos comentar que el reducido tamaño de las ventanillas posteriores supone una cierta limitación al dirigir la mirada hacia la zona tres cuartos trasera pero sin llegar a suponer un problema en ningún caso. No hay que olvidar su buena capacidad de frenada, que resiste la fatiga pese a que le exijamos una continuada intensidad. También valoramos su más que destacable insonorización interior.
Conclusión
Queda claro que el Mazda3 en carrocería SportSedan está concebido para aquellos conductores atraídos por un compacto pero que la capacidad de carga se les quede corta y no deseen pasar a una berlina de tamaño medio. En este aspecto, no obstante, hay que tener en cuenta que no estamos ante uno de los maleteros más grandes de su clase. Por otra parte, el modelo japonés proporciona un acertado equilibrio entre confort y estabilidad, pues se comporta de forma noble en conducción tranquila pero brinda buenas dosis de diversión si animamos el ritmo. Cabe destacar también su paso al frente en materia de diseño con respecto a la generación anterior así como su completo equipamiento, si bien apenas existe libertad de ampliarlo mediante opcionales.
El.mejor Seat..en gasolina.no hay nada como el León TSi