Un capricho bajo el sol
Hay modelos que, debido a su trayectoria histórica, adquieren una personalidad propia intangible que va más allá de su propia naturaleza como automóviles. No hay duda de que uno de ellos es el Beetle que, en su versión descapotable, incorpora un giro de tuerca más a la hora de considerarlo como un capricho que se sale de lo común. Y es que, además de esa característica estética de faros redondos y “cara” sonriente hace posible, en menos de 10 segundos, encontrarse conduciendo al aire libre.
Lo he probado con la mecánica 2.0 TDI de 150 CV, que ofrece unos muy buenos resultados tanto a nivel de eficiencia como de rendimiento, sin perder de vista que tampoco convierte al “escarabajo” en un avión. El confort de marcha general que proporciona el modelo alemán propicia una conducción más bien tranquila, con la que disfrutar de ese valor añadido que se consigue con sólo apretar un botón y abrir la capota. Eso, no obstante, también implica pagar un precio algo elevado, pues sin contar opcionales esta versión cuesta 31.910 euros. Entre los principales competidores del Beetle Cabrio se encuentran un pariente muy cercano, como es el Golf Cabrio y su compatriota Mini Cabrio.
Estilo propio
El morro del descapotable alemán se caracteriza por la orientación horizontal del conjunto formado por las entradas de aire y el propio paragolpes, con el que se acentúa la sensación de anchura al verlo de frente. Además, el modelo cuenta con los particulares faros redondos, uno de sus rasgos más característicos. Por supuesto, no pasan desapercibidos los sobredimensionados pasos de rueda, gracias a los cuales el vehículo gana robustez, con un aspecto más musculoso.
Cuando se observa la zaga del Beetle Cabrio, lo primero que llama la atención es la presencia de un considerable alerón, que refuerza el aire deportivo de modelo y que prolonga visualmente la línea de cintura cromada que recorre la carrocería. Dicho alerón es del mismo tono blanco de la carrocería por la parte superior, pero adopta el color negro por la inferior.
Siguiendo con la parte trasera hay que hablar, cómo no, de la capota de lona con la que será posible conducir al aire libre. Su apertura, que puede efectuarse mediante un sistema electrohidráulico a velocidades de hasta 50 km/h, es bastante rápida, pues se completa en 9,5 segundos. A la hora de cerrarla el proceso aumenta en 1,5 segundos, hasta los 11 segundos. En cualquier caso, se trata de unos tiempos bastante reducidos. En cuanto a las proporciones del modelo, debéis saber que mide 4,28 m de largo, 1,81 m de ancho y 1,47 m de alto. La unidad que he probado integra algunos opcionales exteriores como los faros bi-xenón (785 euros) o los retrovisores plegables eléctricamente (125 euros).
Interior ergonómico con algún sutil toque deportivo
La sensación que tuve nada más ocupar el puesto de conducción fue de amplitud, no sólo gracias a la más que razonable altura al techo con la capota cerrada sino también debido a la considerable distancia a la que queda el parabrisas. El asiento ofrece un muy buen ajuste lateral y el nivel general de ergonomía es realmente bueno, con todos los mandos a mano y de uso muy intuitivo, con una columna central culminada por la pantalla del sistema de infoentretenimiento. A nivel de diseño interior, mantiene la sobriedad habitual de los modelos de Volkswagen. No obstante, hay que señalar que en el acabado Sport de esta unidad incorpora detalles en símil carbono y pedales de aluminio con los que gana cierto carácter.
En la segunda fila, el Beetle Cabrio ofrece dos plazas que, debido a una anchura limitada y a un limitado espacio para las piernas son más bien recomendables para cortos trayectos urbanos. Asimismo, tampoco ayuda la verticalidad en que quedan los respaldos de los asientos. En lo que respecta al maletero, proporciona una capacidad 85 litros más baja que la del Beetle normal, quedándose en 225 litros independientemente de cómo llevemos la capota. Además, la boca de carga es de tamaño reducido. Es evidente, por tanto, que no sobresale por sus posibilidades en este ámbito.
Desde el punto de vista del equipamiento, tenéis que saber que esta unidad se integra en el acabado Sport e incorpora, de serie, airbags frontales, laterales, de cabeza y tórax, control de estabilidad, asistente de arranque en pendiente, llantas de aleación de 17 pulgadas, volante multifunción de piel, ordenador de a bordo, radio-CD con reproductor de MP3, Climatronic bizona, control de crucero Tempomat y preinstalación de teléfono por Bluetooth, entre otros elementos. Opcionalmente, cuenta con el paquete Sport (300 euros) que, además de contar con equipamiento dinámico que os explicaré más adelante, incluye un cuadro de instrumentos sobre el salpicadero donde es posible consultar la temperatura del aceite, el nivel de presión del turbo y un cronómetro.
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Buena respuesta y eficiente
El propulsor escogido para esta prueba ha sido el 2.0 TDI de 150 CV, un turbodiésel de cuatro cilindros que entrega un par motor máximo de 340 Nm entre 1.750 y 3.000 rpm. Se trata de un motor de comportamiento muy satisfactorio que le viene como anillo al dedo al Beetle Cabrio. Y digo esto porque hace que el modelo alemán se desenvuelva bien en diferentes circunstancias gracias a una buena entrega de fuerza a bajas vueltas y una interesante capacidad de respuesta general.
En términos de prestaciones tenéis que saber que, con este motor, el Beetle Cabrio puede alcanzar una velocidad punta de 200 km/h y que completa el 0 a 100 km/h en 9,3 segundos. No está nada mal teniendo en cuenta que, con un peso de 1.505 kilos, esta variante descapotable supera en más de 100 kilos a su hermano de techo duro. El motor demuestra una importante suavidad de funcionamiento y es razonablemente silencioso.
El TDI de la unidad que probé iba engranado a una caja de cambios manual de seis velocidades, con unos desarrollos equilibrados y un buen escalonado, con una sexta marcha más larga para beneficiar al ahorro de combustible. En este aspecto, logra unas cifras más que razonables. La media homologada que ofrece Volkswagen es de de 4,6 litros cada 100 km y unas emisiones de CO2 de 120 g/km. Mientras tanto, yo extraje un registro de 5,9 litros, un valor destacable teniendo en cuenta que aproximadamente la mitad de mi recorrido de pruebas lo realicé con la capota abierta.
Para ritmos comedidos
El hecho de ser más pesado que el Beetle de “techo duro” le resta un toque de agilidad, si bien no percibí diferencias abismales en este sentido. Y es que pone de manifiesto un notable nivel de aplomo pese a contar con una rigidez estructural algo inferior a la de su hermano. Hay que señalar que el tarado de suspensión está configurado en base a un equilibrio entre confort y estabilidad. Por ello, es lo suficiente firme como para que no se produzcan balanceos considerables de la carrocería mientras que, por otra parte, registra una buena absorción de las pequeñas irregularidades de la calzada. No obstante, al rodar por zonas muy bacheadas, percibí ciertas vibraciones que llegaban al interior.
Ni siquiera con el paquete Sport opcional del que os hablaba antes, que incluye tren de rodaje deportivo y barra estabilizadora delantera, el Beetle Cabrio llega a ser un vehículo pensado para buscar los límites de la deportividad por carreteras de curvas. Más bien su naturaleza se basa sobre todo en ritmos tranquilos con los que saborear mejor la conducción a cielo abierto. La dirección asistida electromecánica, que regula su dureza en función de la velocidad, es precisa y cuenta con un tacto muy directo.
Gracias al trabajo del fabricante de Wolfsburg en el capítulo de la insonorización, comprobé que la presencia de ruidos aerodinámicos cuando viajaba con la capota cerrada era bastante reducida. Cuando la abrí, como es obvio, los decibelios aumentaron, pero este incremento no supuso ni mucho menos incomodidad, puesto que podía mantener una conversación sin alzar la voz más de la cuenta, independientemente del ritmo de conducción.
Conclusión
Está claro que no se trata de un superventas, pero el Beetle Cabrio es uno de esos modelos capaz de ganarse a algunos conductores desde la pasión. Y no desde la pasión por unas prestaciones de escándalo que su 2.0 TDI de 150 CV no puede ofrecer, sino por esa esencia retro que emana de un modelo con tanta historia como el escarabajo. Además de ello, una dinámica y un motor muy equilibrados se unen a un amplio equipamiento de serie y, cómo no, a la posibilidad de olvidarse de todo por un rato y conducir con el cielo como único techo. Un capricho, dicho sea de paso, que requiere estirar algo más el presupuesto.
me parece bien