Porsche 911 Carrera 2.7 RS: 45º Aniversario

Porsche 911 Carrera 2.7 RS: 45º Aniversario

Gerard Farré

Gerard Farré

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El Porsche 911 es un icono de la historia del automóvil. Desde su primera aparición en 1963 son tantas las generaciones y las versiones distintas que se han fabricado que podría parecer muy complicado escoger uno como el más representativo de toda la saga.

No obstante, el 911 Carrera 2.7 RS es posiblemente el que mejor resume los 55 años de historia del deportivo de Stuttgart. Una serie especial creada expresamente para homologar un coche de competición que ha acabado convirtiéndose en uno de los 911 más valorados.

Nuevo costaba 33.000 marcos alemanes. Hace un par de décadas su valor no era tan exagerado como el actual. Hoy se encuentran a partir de medio millón de euros y las unidades en mejor estado rozan los 900.000 euros.

En función del color y la configuración de acabado su cotización puede ser superior, se han dado casos que han superado el millón de euros. De la mano de Altaya hoy podemos disfrutarlo a escala 1:8 por un precio mucho más asequible y encima en cómodos plazos.

Este 2018 se cumplen 45 años de la producción de la unidad número 1.590 del Porsche 911 Carrera RS 2.7, la última de esta edición especial. Con este coleccionable puedes ir montando tu propio Carrera por entregas.

Una vez montada la miniatura mide 50 centímetros de longitud, 18 centímetros de ancho y 16 centímetros de alto, un tamaño considerable para tratarse de una maqueta a escala. Sus faros se iluminan, bajo su capó trasero cuenta con un motor muy detallado y abriendo sus puertas accedemos a un habitáculo que reproduce a la perfección el de verdad. Clicando aquí encontrarás más información.

Cola de pato

Es conocido popularmente como cola de pato, por su característico alerón posterior integrado en la tapa del motor. Un elemento aerodinámico que ayudaba a mejorar la estabilidad a alta velocidad que opcionalmente podía ser suprimido si no era del agrado del cliente.

Si bien no gustó a algunos, una gran mayoría quedó prendada de esa estética con lo que fueron muchos los propietarios de 911 normales que optaron por montar un alerón tipo cola de pato para dotar a su coche de la estética Carrera.

Además, este fue el primer 911 en recibir el ilustre apellido “Carrera”. Una designación que ya habían lucido las versiones más deportivas del primer modelo de Porsche, el 356.

El nombre de “Carrera” honra a la histórica Carrera Panamericana que se celebró en Méjico entre 1950 y 1954. En la última edición de 1954 el piloto alemán Hans Hermann venció la categoría de hasta 1.500 c.c. al volante de un Porsche 550.

La reglamentación del momento obligaba a fabricar un mínimo de 500 unidades para poderlo inscribir en la categoría GT. Así fue como se planificó fabricar inicialmente una serie limitada a 500 unidades del Carrera RS 2.7.

Tres eran las claves de esta versión tan especial: pesaba sólo 1.095 kilos, estaba animado por un motor bóxer de 6 cilindros que rendía 210 CV y alcanzaba una velocidad punta de 240 km/h.

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Las llantas Fuchs forjadas en aluminio con un diámetro de 15" son junto al alerón tipo cola de pato su otro gran rasgo característico. En el tren delantero calzaba neumáticos con medidas 185/70 VR 15 por 215/60 VR 15 detrás.

En el tren trasero equipaba separadores de rueda que se encargaban de incrementar la vía trasera en 7 milímetros. Además de aportar una estética más deportiva se optimizaba la estabilidad del chasis.

En noviembre de 1972, tras sólo tres meses de producción ya se había vendido toda la tirada de 500 unidades. Así fue como se programó una segunda serie de 500 unidades más que se vendieron casi igual de rápido. Finalmente, en julio 1973 se terminó la última de las 1.590 unidades de este modelo de culto.

El color oficial definido para el Carrera RS 2.7 era el blanco Grand Prix White pero los clientes podían escoger a su antojo cualquiera de los colores estándar disponibles en un 911 normal. En la parte inferior de las puertas lucía la inscripción Carrera en color contraste con el del resto de la carrocería y al mismo tiempo a juego del color de las llantas.

Tres eran los niveles de acabado disponibles: Sport, Touring y Racing. En la versión más enfocada a la deportividad, Racing se eliminaba todo aquello que no fuese imprescindible para la conducción para así reducir todavía más el peso del conjunto.

Con el más deportivo se suprimían: las plazas traseras, el reloj, los embellecedores del salpicadero, la tapa de la guantera, apoyabrazos de las puertas, los aislantes acústicos, las ventanillas traseras dejaban de ser practicables, no tenía manecillas en las puertas pasando a tener unas tiras de piel, por último, los asientos delanteros pasaban a ser unos Recaro casi de competición.

Una de las claves del éxito comercial de este modelo era que se trataba de un deportivo brillante en carretera pero que al mismo tiempo podía hacer un gran papel en circuito. De ahí que muchos pilotos amateur optaran por competir con su Carrera RS 2.7 los domingos, mientras el resto de la semana lo disfrutaban en sus trayectos cuotidianos.

En resumidas cuentas

A día de hoy está considerado como uno de los mejores coches de todos los tiempos a la hora de disfrutar al volante. Según los expertos guarda un perfecto equilibrio entre ligereza, agilidad a la vez que brinda unas prestaciones justas para aportar un excepcional placer de conducción.

En mi caso particular todavía no he tenido la oportunidad de conducir uno. Eso sí, de la mano del especialista en Porsche clásicos Nou Onze he probado la que fue su máxima evolución de calle, el RS 3.0 del que se fabricaron sólo 109 unidades y cuya cotización es todavía mayor, rondando los 1,5 millones de euros.

El RS 3.0 me impresionó tanto la musicalidad de su flatsix como por su tremenda agilidad. Hace que todo sea muy fácil, con 230 CV tiene una patada más que suficiente y su sistema de dirección es el más preciso que he probado jamás. Un verdadero coche de carreras matriculado para disfrutar de lo lindo en carretera.

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