¿Recuerdas tu bici? Sí, esa. La que chillaba en las cuestas abajo, la que rugía en tu cabeza como un Fórmula 1 mientras hacías derrapes con chancletas y las rodillas peladas. No tenías techo. Ni miedo. Ni excusas. Y entonces creciste. Te metieron en una oficina, en un coche gris, en una vida de “esto es lo que toca”. Y tú, como buen soldadito… obedeciste. Hasta hoy. Porque el sol vuelve a calentar. El verano se estira y te guiña un ojo. Y justo cuando pensabas que ya no eras de “esas cosas”… te cruzas con un MINI Cooper Cabrio. Pequeño por fuera, sí. Pero más salvaje que tus veranos del 96. Este coche no tiene techo, ni vergüenza, ni ganas de quedar bien. Tiene ganas de vivir. De curvas sin GPS. De música alta y carcajadas. De robar miradas sin hacer ruido. Es perfecto para ti… si alguna parte de ti sigue viva ahí dentro. Aunque sea escondida, con miedo, esperando una señal. Pues aquí la tienes. Una señal con faros redondos y actitud de “me da igual lo que piensen”. ?? Escríbeme. ?? Llama. Haz lo que sea, pero haz algo. Porque si no eres tú… será otro el que lo conduzca. Y tú te quedarás mirando cómo se aleja lo que pudo ser el mejor verano de tu vida.