Si existe un muscle car que simbolice todo lo que representa a un muscle car en su más pura esencia, ese es el Dodge Charger. Dodge fué la marca estadounidense que más tarde entró en el Olimpo de los Muscle Cars, pero cuando lo hizo, lo hizo por la puerta grande. Hubo que esperar, eso sí, hasta 1966 cuando lanzó al mercado a su Charger, ya que hasta ese momento no había en su gama ningún modelo suficientemente atractivo a los ojos de los jóvenes norteamericanos.
El Dodge Charger se construyó sobre la base del Dodge Coronet, en lo que era la plataforma mediana de la marca, el B-body, y la principal diferencia respecto a este fue el moldear una caída de techo tipo fastback, que le confería un aire más deportivo y agresivo, que juntamente con unas mecánicas prestacionales hacía salivar a los petrolheads estadounidenses.
Historia del modelo
Su lanzamiento en el 66 fué un éxito, con 37.344 unidades vendidas, pero al año siguiente las ventas cayeron a menos de la mitad. En 1968 se le aplicó un reestilyng al modelo, presentando la estética que nos viene a la cabeza cuando pensamos en un Charger clásico, y en 1969, año de fabricación de la unidad que tuvimos la oportunidad de probar, se realizó una intensa campaña de promoción por parte de Dodge. Por un lado se creó el Charger Daytona, una edición limitada a 500 unidades para la calle que sirvió para homologar el vehículo que participó en la NASCAR, arrasando, siendo el primer coche en superar los 300 kilómetros hora en esta competición y ostentando un récord de 322 km/h durante 17 años.
Pero el empujón definitivo fue su aparición en la pequeña pantalla, siendo uno de los protagonistas de la serie Los Duques de Hazzard, en este caso con apodo incluido. ¿Quién no recuerda al General Lee con ese color naranja y el 01 pintado en el lateral? Otra aparición cinematográfica mítica fue en la película Bullit, siendo el coche que conducían “los malos” que iban tras el Mustang de Steve McQueen, aunque aquella unidad era la del 68, distinguible por las ópticas traseras redondas.
Y la campaña funcionó, ya que se vendieron 92.000 unidades ese mismo año, y sobre todo a nivel estético caló hasta la médula entre todos los aficionados estadounidenses. Se había forjado el mito.
Su diseño fué obra de Carl Cameron, y se diferenció del Coronet principalmente por su frontal que se caracterizó desde un principio por la apariencia de boca de tiburón ballena, que en esta versión del 69 varió respecto a sus antecesoras con una división central mediante una pieza metálica colocada en el centro de la calandra.. Este diseño no debió gustar mucho en la época, ya que la posterior versión del 70, la que llevaba Vin Diesel en Fast and Furious volvió a lucir la enorme parrilla sin división central aunque con una línea cromada central situada en posición horizontal.
Y otra cosa muy curiosa que caracterizó a este modelo desde su lanzamiento fue que no tiene faros… al menos a la vista claro, porque estar… están. Se activan mediante un pulsador en el interior, y la pieza de plástico que los cubre, se retira para dejar al descubierto dos dobles faros redondos. Es una verdadera lástima que este tipo de faros móviles, hayan desaparecido de la industria de la automoción.
En la vista lateral impresiona el enorme capó delantero con unas salidas de aire simuladas que vemos repetidas en las puertas, y que ayudan a marcar unas líneas de tensión que agudizan el carácter agresivo del coche. Pero lo que de verdad le otorga todo el caracter a este Charger es el pilar trasero, con el techo tipo hard top, en este caso en color negro, aunque también se podia pedir en verde, bronce o blanco y este diseño de ventanillas muy anguloso que refuerzan el caracter agresivo, y que cuando las bajamos por completo, dejan una espectacular vista.
Los neumáticos son unos BF Goodrich Radial TA con medidas 235/ 60/ 15 delante y unos auténticos rodillos detrás con medidas 275/ 60/ 15 con llantas Torq Thrust.
La parte trasera con dos líneas de luz de 70 centímetros le dan todo el carácter restante a esta versión del 1969 del Dodge Charger.
Cabe destacar que la unidad que nos ocupa fue sometida a un completo proceso de restauración, de hecho hay que puntualizar que en pocas ocasiones se tiene la oportunidad de probar un clásico tan bien restaurado como es el caso de este Charger. Aquí hay 1.500 horas de trabajo del taller Project Cars de Sabadell, que se encontraron con un coche muy oxidado, y que desmontaron completamente para trabajar desde cero en cada elemento, y es que el objetivo de su propietario era tener la sensación de estrenar un Charger salido de fabrica, y a todas luces lo consiguió. Además respetó el color original del coche, este color natilla que en contraste con el techo hardtop en negro le da mucho caracter y originalidad a esta unidad
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Recordemos que estamos ante la plataforma mediana o B-body, pero sus dimensiones de medianas tienen poco, mide 5,17 metros de largo, con una distancia entre ejes de 2,97 metros. Si hacemos la resta a groso modo y con el tamaño pequeño de llantas, tenemos casi dos metros de voladizos entre la parte delantera y trasera. La altura es de 1,34 metros y la anchura es considerable, 1,91 metros,lo que vaticina unas plazas delanteras sin problemas de espacio.
Interior del Charger 1969
El interior describe a la perfección la decada de los 60, con elementos heredados de los 50, sobretodo en cuanto a acabados cromados que podemos ver por todo el habitaculo, marcos de los botones, cuadro de instrumentos, en los mandos satelites, en este aro del volante… y debo decir que si me dan a elegir entre el cromado de los 60 y negro piano actual, yo me quedo de lejos con el cromado, mucho más agradecido en todos los sentidos.
También el tamaño del volante dista mucho de lo que entendemos a día de hoy como deportivo, aquí el tamaño sí importaba, ya que ayudaba a aplicar más fuerza para poder maniobrar, ya que la asistencia a la dirección funcionaba, pero cuando ya estabamos rodando, a coche parado, los primeros metros eran duros. Asimismo sorprende el grosor del aro del volante, muy fino.
Pero al mismo tiempo a finales de los 60 se empezó a experimentar con elementos revolucionarios como la instrumentación retroiluminada que disfrutamos en este Charger con dos grandes diales para las revoluciones y la velocidad y 4 más pequeños.
A pesar de no contar con la opción del reposacabezas, los asientos eran muy comodos, y la sensación de espacio muy grande, con distancia suficiente para poder conducir con total comodidad, contando con una visibilidad hacia delante muy buena, aunque no se puede decir lo mismo hacia atrás, ya que el enorme pilar trasero dificulta la visión a ¾ creando una zona ciega. Como es habitual en este tipo de coches las 2 plazas traseras no son las más cómodas del planeta, pero usables en caso de tener que llevar a más de un pasajero con nosotros.
El maletero es gigantesco, y en este caso resulta curioso el hecho de ver este tuvo que pudiera parecer una barra antivuelco o algo por el estilo, y no, es el tuvo que conecta la boca de llenado de gasolina con el depósito.
Pero la parte más importante de estos coches se encuentra debajo del gigantesco capó delantero, en este caso, este Charger del 69 está animado por un motor V8 de 6.3 litros Big Block 383 que rendía una potencia de unos 300 CV. En este caso se le ha aplicado una intensa preparación a este bloque motor. Y cuando giramos la llave y cobra vida, la sensación es absolutamente atómica, el mítico sonido del motor acompañado por el sonido de las colas de escape te llevan de cabeza al Valhalla.
Nunca en mi vida había tenido la sensación de sentirme tan observado como cuando pude disfrutar de conducir este clásico estadounidense. Con su propietario Albert en el asiento del acompañante, nos dimos una buena vuelta, y en un tramo de autovía pude disfrutar de las prestaciones de su motor, que no para de empujar en todo momento, muy progresivo, sin aspavientos y sin sufrir por tus cervicales, todo lo contrario, suave, lineal y cambiando la melodía a medida que le íbamos pidiendo más, y cuando pasa a funcionar con los 4 carburadores, la cosa es desquiciante. Tus sentidos se colapsan, porque ya no puede haber más disfrute.
Probarlo en un tramo revirado de montaña, fué muy revelador también. Esta unidad equipaba una barra estabilizadora que obraba milagros sobre el chasis autoportante, ya que no barqueaba en absoluto, y pude disfrutar de una conducción en carretera cómoda y con mucha sensación de seguridad, de que el coche no se marcharía a la primera de cambio hacia donde él quisiera, y esto acompañado por discos de freno delante y tambor en el eje posterior.. Incluso era perdonable la ligera holgura que ofrecía la dirección.
La experiéncia de poder conducir el Muscle Car por excelencia, el mito, el protagonista de tantas películas, poder disfrutar del olor, del sonido, del tacto… realmente el mito merece ser considerado como tal, como un mito, y en este caso la frase que reza “no conozcas a tus héroes” fué absolutamente desacertada. Señor Dodge Charger del 69, encantado de conocerle.
Yo adoro los clásicos y los automóviles y valoro este voche en lo que vale , pero poco más , a mi los coches norteamericanos en su gran mayoría no despiertan mi atención y de echo son una castaña